Competente filme de género

miguel anxo fernández

CULTURA

La película confirma que Daniel Calparsoro tiene maña para la acción

23 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Daniel Calparsoro y su guionista Jorge Guerricaechevarría reconocen que una de sus referencias más directas para Cien años de perdón es Plan oculto, eficaz thriller de Spike Lee realizado en el 2006, que, aunque producido poco antes de la crisis económica desencadenada por Lehman Brothers, ya jugaba con el doble fondo del espectacular asalto a un banco de Manhattan. También confirma la película que el director barcelonés tiene maña para la acción, autor de algunas set pieces de impacto en títulos como Guerreros (2002) e Invasor (2012), pero al que todavía falta el redondeo que lo eleve al nivel de Urbizu en No habrá paz para los malvados (2011) o de Alberto Rodríguez en La isla mínima (2014), en donde género, denuncia, atmósfera y ritmo iban de la mano con inteligencia. Estamos ante un artesanado excelso, que a quien desconozca el precedente de Lee le parecerá sin duda un filme de altura, de ahí que la taquilla esté respondiendo y además muy bien.

El filme muestra un acabado formal que nada envidia al made in Hollywood, aunque se eche en falta una mayor osadía en la trama. Sobresaliente para el actor y músico argentino Rodrigo de la Serna, junto al siempre eficiente Luís Tosar, El Uruguayo y El Gallego, respectivamente, líderes de la banda que asalta una céntrica sucursal en Valencia. Haber elegido esa ciudad lleva directamente a una subtrama para la que no se necesita ser un chispa y adivinar por dónde van los tiros. Para evitar el spoiler dejémoslo aquí, que de corrupción vamos un pelín saturados. Como al cine (y también a la literatura) les están permitidos los juegos malabares, el recurso al macguffin y hasta el teatral deus ex machina, aquí están administrados con cierta pericia, por mucho que personajes como los vestidos por José Coronado y Raúl Arévalo linden con la caricatura y lo inverosímil, e incluso se juegue con el espectador durante el metraje para descubrirle algunas cartas marcadas en el desenlace, transformándose el guionista en un ventajista. Vamos, que tiene más de thriller que de cine-denuncia, pero entretiene y mucho, que de eso se trata.