
Francisco Prado-Vilar analiza la iconografía de dos hermosos capiteles de Jaca relacionados con la catedral de Santiago
05 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.En mayo de 1105, el conde Sancho Ramírez, hijo natural del rey de Aragón Ramiro I, redactó su testamento en un pergamino en el que dejó escrito que si las obras de su capilla funeraria no estuviesen rematadas a la hora de darle sepultura, serían sus descendientes quienes deberían «concluirla a la perfección». El templo se incorporó posteriormente al entorno del claustro de la catedral de Jaca y la mano del tiempo lo fue transformando, en especial en el siglo XVIII, cuando se desmantelaron las galerías románicas. De esta forma se separaron dos capiteles que formaban parte del conjunto del sarcófago del conde: en uno de ellos, ahora en la iglesia de Santiago de Jaca, aparecía retratado, en compañía de San Miguel; el otro, trasladado al Museo Diocesano, se conoce ya como «el capitel del sátiro».
Esta pieza fue investigada por Francisco Prado-Vilar, director de proyectos culturales y artísticos del Real Colegio Complutense y director científico del programa Andrew W. Mellon para la catedral de Santiago de la Universidad de Harvard. Le aportó una divulgación el año pasado que le dio al capitel una nueva difusión como «el desnudo más extraordinario de la Edad Media». Una de sus caras representa «un fénix resucitando de entre las llamas y la otra, la imagen de la resurrección del cuerpo en su belleza plena al final de los tiempos», según el especialista, quien hoy participa en las Jornadas Culturales sobre Arte Románico que se celebran en el pequeño pueblo oscense de Majones. Allí, Prado-Vilar completará su interpretación de la célebre escultura al relacionarla con el que ha bautizado como «capitel del conde». «Estaban descontextualizados y su iconografía permanecía inescrutable», relata el investigador, para quien las obras recobran su significado al interpretarlas a la luz de las esperanzas puestas por Sancho Ramírez en la vida celestial: «Desde su retrato pétreo podía deleitase ad aeternum en la contemplación de la belleza de los signos de su propia resurrección como anticipo de su entrada en la gloria eterna».
Pero los capiteles tienen además otra característica que los hace especialmente interesantes, más aún en Galicia. Pertenecen al estilo de esculturas como el David o la mujer adúltera de la fachada de Platerías de Santiago, trabajos de un taller que realizó en Compostela «dos obras maestras», la portada de Platerías y la antigua Porta Francigena (actual Azabachería). «Este taller viajó por el Camino de Santiago, una verdadera empresa de movilidad artística y efervescencia creativa, y realizaron en la catedral de Jaca los dos capiteles», relata Prado-Vilar. Otro de sus hitos es la Porte Miegeville de Saint-Senin de Toulouse.
Ambos capiteles, así como «otras grandes obras de este taller en la catedral de Santiago», ejemplifican, según el investigador, uno de sus rasgos más señalados: «El diálogo muy intenso que mantienen los artistas con obras de la Antigüedad clásica, sobre todo con esculturas del imaginario de los festivales dionisíacos. Modelos clásicos para la contorsión extática de varias figuras, como el sátiro, pueden encontrarse en numerosos ejemplos de sátiros y ménades danzantes». Todo un lenguaje secreto que se había perdido con los siglos y que hoy en Majones vuelve a la vida.