Epifanía de la arlequín Margot

eduardo galán blanco

CULTURA

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«Escuadrón suicida» está dirigida por David Ayer y protagonizada por Will Smith

07 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo hemos sermoneado en otras ocasiones. Al cine actual le falta alma. Ese es el problema de las películas con superhéroes incorrectos «porque sí», como Deadpool o Guardianes de la galaxia. Y también de Escuadrón suicida, dotada de indudables y psicodélicos aciertos visuales pero devorada por la mercadotecnia y la pájara mental de los ejecutivos de Hollywood. Así, tras el éxito en décadas pasadas de algunos Batman, y después de los fracasos de Linterna Verde y los últimos Superman, la productora de los cómics DC y la Warner pierden puntos frente a los productos Marvel que comercializan Paramount y Fox.

Es verdad que en Escuadrón suicida al menos hay una epifanía. Con su Harley Quinn-Harlequin, Margot Robbie se redime de la Jane desastrosa que encarnó en el nuevo Tarzán. Ella y sus pantomimas son excusa para ver este engendro. Ingenua y siniestra, tierna y brutal, indolente e hiperactiva, esquizofrénica y melancólica a partes iguales. Hermosa y dolorosamente contradictoria, con sus coletas de colores, la lengua juguetona, rumiando chicle de fresa entre el carmín corrido, blandiendo el bate de béisbol fálico e historiado, la arlequín de Robbie brilla camaleónica, a lo Rocky Horror Picture Show.

Por lo demás, ninguno de los otros personajes, ni el trabajo de los actores que los interpretan, llega a interesarnos. Con la excepción, quizá, de la amenazadora Viola Davis. Ni siquiera nos motiva el Joker, gran villano medieval de la baraja que su creador Bob Kane sacó de El hombre que ríe de Victor Hugo y de un expresionista Conrad Veidt. Jared Leto no consigue estar a la altura de los otros grandes payasos siniestros del cine y la televisión: Cesar Romero, Jack Nicholson, Heath Ledger. Su breve malo de sonrisa amarga viene a ser un llamativo punk triste, teñido de verde y cargado con empastes de plomo, pero sin ninguna motivación.

Hannibal Lecter, La naranja mecánica, Doce del patíbulo. Sí, a veces la película contiene potencia y vistoso carnaval. Sin embargo, el caótico guion nos lleva, continuamente, desde lo rampante hasta lo destrempante. Videoclip tras videoclip, con un falso ritmo de historieta, el filme acaba agotando.