Sin trucos no hay «thriller»

miguel anxo fernández

CULTURA

La trama de «Secuestro» es de esas que siempre van por delante del espectador a base de trampas y boquetes, en los que caes o te cuelas en un juego cómplice

24 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque no lo afirma el guionista Oriol Paulo, que en el 2012 se estrenó como director con El cuerpo, que también iba fino de truculencias, lo proclama con su libreto para Secuestro, un thriller en la línea apadrinada por la productora catalana Rodar y Rodar, que entre el 2006 y el 2012 estuvieron en El orfanato y Los ojos de Julia, además del mencionado debut de Paulo. Aquí dirige con mucho oficio Mar Targarona, cofundadora de la citada empresa, filmando una trama de esas que siempre van por delante del espectador a base de trampas y boquetes, en los que caes o te cuelas en un juego cómplice, admitiendo desde el primer momento que estás ante un filme en clave de género. Te pide complicidad y se la concedes, que a fin de cuentas eso exigen muchos de los filmes llegados de Hollywood sin que a nadie parezca importarle. Secuestro dista de ser perfecto, en parte por pasarse con las trolas y por el desequilibrado dibujo de algunos tipos (los hay bien trabajados junto a otros muy escasos), y por supuesto, por el recurso al personaje deus ex machina que, por arte de birlibirloque, te planta un quiebro inesperado.

Pero cumple con algo que se pide al cine, entretener. Lo hace con los ingredientes estructurales anotados y deslizando algunas pinceladas de crítica social vinculadas a la burguesía, aquí catalana. En eso es verosímil. Vamos, que chorizos y sinvergüenzas no son exclusivos de la plebe, como bien se encarga de recordarnos la actualidad diaria. Tenemos a una abogada (convincente Blanca Portillo) muy preocupada por el secuestro fallido de su hijo, hasta el punto de tomar una decisión quizá fatal. Junto a ella, policías, jueces, matones, apuestas clandestinas, bullying, en fin, una chamusquina. Todo sazonado con fuertes dosis de chapuza nacional, ingrediente último al que debiera abonarse más el thriller a la española. Redondea la faena un desenlace digno de la mejor comedia negra a lo Hollywood (quizá coeniana...), aquí llevada con excesiva prisa, casi de sopetón, aunque tus pituitarias de espectador avezado ya comenzasen a detectarlo desde minutos antes.