Regístrate gratis y recibe en tu correo las principales noticias del día

Ramón Irigoyen, pasión por las lenguas

Héctor J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

BENITO ORDOÑEZ

Debolsillo recupera la elogiada traducción de la obra de Cavafis que realizó el filólogo en su estancia en Grecia entre 1966 y 1969

13 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Tenía 24 años cuando llegó a Grecia en diciembre de 1966. Pero ya había vivido antes en Alemania y Francia. En Atenas pasó Ramón Irigoyen (Pamplona, 1942) tres años, y ni el golpe de Estado -y la consiguiente dictadura militar- le impidió dedicar cuatro o cinco horas diarias a traducir poesía. Fue en aquellos días cuando fraguó la base de su elogiada versión de la obra de Constantino P. Cavafis (Alejandría, 1863-1933), que publicó Seix Barral en 1994, gozó de numerosas rediciones en distintas colecciones y que ahora rescata Penguin Random House en su sello Debolsillo. En sus años griegos, recuerda Irigoyen, colaborador de La Voz, le costó mucho entrar en la poesía de Cavafis «por ser su lenguaje de registro coloquial, casi como la lengua del periódico, en muchos casos, y que hace que el lector que no esté educado literariamente de verdad encuentre dificultades. Es una poesía que no es poesía en ciertos momentos», subraya. Precisamente, esa naturalidad del idioma, esa no búsqueda de sofisticación, es un aspecto muy ensalzado de su traducción, como también su esfuerzo por decir lo que Cavafis quiere decir, sin evitar alusión erótica alguna, sin ocultar su explicitud homosexual y, por supuesto, sin descuidar el rigor filológico. «No conozco ninguna traducción con más elogios de Cavafis que la mía», corrobora Irigoyen, que no se anda con falsas modestias de poeta y que, en su esclarecedor prólogo, dedica un amplio espacio a un análisis crítico de otras traducciones.

«La cultura cristiana tan represora del sexo, y todavía peor en el caso de la homosexualidad», ha afectado negativamente al traslado de la poesía de Cavafis, cuya «fuerza está también en que en la misma época en que Proust llamaba albertinas a los albertos, por miedo a hablar de amores homosexuales, él no evitaba llamar a las cosas por su nombre».

Desde el pionero catalán Carles Riba, anota, que hizo una versión excelente, pero que, por su religiosidad, «rebajaba todo lo que tenía que ver con la sensualidad y el placer». Hasta Marguerite Yourcenar [lo llevó al francés] ataca la libertad sexual de Cavafis. El propio José María Álvarez, que descubrió al bardo griego al lector español, «tiene instinto como poeta, pero -lamenta- no ha sido fiel al texto ni filológicamente riguroso, incluso contradice el texto original. Aunque, como tiene un castellano exquisito, le funciona el poema». De Pedro Bádenas únicamente apunta: «Es un gran filólogo, pero usa un castellano pedestre». Así es Irigoyen, que confiesa una «auténtica pasión por la lenguas» que lo llevó a estudiar once idiomas en aquella época y cuya firme base filológica se asienta en los cinco años (de los 12 a los 17) que estudió en el seminario de Pamplona, donde el latín era leído, escrito y hablado. «Hasta hacíamos versos», remacha para defender su buena formación retórica, que saca a colación su propia obra poética -Cielos e inviernos (1979) y Los abanicos del Caudillo (1982)-, y que reivindica «con la humildad de Teresa de Ávila», ironiza.

«Cavafis es un ejemplo de vida y también de poesía»

La traducción de Irigoyen recoge los 154 poemas canónicos, los que el propio Cavafis dejó listos antes de morir, y que se publicaron póstumamente, en 1934. «Simplemente me ciño al canon, respeté su selección. Dejó muchos como rechazados y los filólogos lógicamente, como arqueólogos, desenterradores, como corresponde a su oficio, los rescataron después. Algunos están bien, son buenos, aunque él no tenía interés en ellos». Hay una decena de poemas de Cavafis que son incontestables, joyas absolutas, subraya, y que lo sitúan a la altura de Eliot, Rilke, Pessoa... Pero Irigoyen insiste en poner de relieve su «valor humano», demostrado en un tiempo en que Oscar Wilde entró en la cárcel de Reading por su homosexualidad. «Él deja muy claro el conflicto que tiene de la liberación sexual, como lo ha habido en España hasta que terminó el franquismo. Por eso tiene muchísimo más mérito humano: Cavafis es un ejemplo de vida y también de poesía», y por ello, concluye, está entre la decena de poetas del siglo XX que han ejercido mayor influencia en Occidente.