
«Ouija: Origin of evil» es lo que se llamaría un filme bien diseñado para el consumo de los muy amantes del género y facturada por el especialista Mike Flanagan
07 nov 2016 . Actualizado a las 08:25 h.La güija, ese tablero místico para hablar con los muertos que tiene hasta patente y se vende en el súper, le ha dado juego a no pocas películas de terror. Pero, recientemente, en el año 2014, el avispado Michael Bay, especialista en blockbusters, puso a unos chavales -entre ellos, la exquisita Olivia Cooke de Bates Motel- a jugar al espiritismo y, de este modo, Ouija, una película barata de cuatro millones, ganó más de cien. Así que no es extraño que Bay creara franquicia y que la tabla de marras regrese ahora a las pantallas.
Ouija: el origen del mal es lo que se llamaría un filme bien diseñado para el consumo de los muy amantes del género y facturada por el especialista Mike Flanagan, natural de Salem, la ciudad de las brujas. Y es que Flanagan -apellido de predestinado, equivalente a yanqui listillo, mayormente militar, en los chistes de Forges- es un curtido director en sustos, últimamente muy activo, con tres largometrajes de terror para este año: Hush y Before I Wake, además de esta nueva Ouija.
Niños raros que ven cosas, casas cargadas de espíritus atormentados, sustos que emergen de la oscuridad, de todo eso encontraremos aquí, con una mamá viuda, algo tramposilla y dedicada al timo del espiritismo -Elizabeth Reaser- y dos niñas bien raritas. Hay también un cura que quiere ser el padre Karras -son evidentes los guiños a El exorcista- y que se enfrentará con denuedo a los espíritus; todo un personaje melifluo interpretado por Henry Thomas -el Elliott de ET que ya tiene 45 tacos- y que bajará a las profundidades sin fin de la casa, donde habita el activo ectoplasma de una especie de doctor Mengele. Además del expresivo rostro de bruja de Reaser, lo mejor está en las dos niñas: la adolescente Annalise Basso -excelente en la troupe del Viggo Mortensen de Captain Fantastic- y Lulu Wilson, fascinante angelito de 9 años. El ser malvado posee a Lulú, que abre la boca más allá del grito mudo de Munch, mientras su hermanita mayor intenta coser con frenesí las fauces del monstruo. Y el Buñuel de Un perro andaluz ¿haría algo con todo esto?