Fernando Aramburu: «'Patria' no demuestra ninguna tesis, me he limitado a contar historias»

Rodri García A CORUÑA / LA VOZ

CULTURA

EDUARDO PEREZ

En su última novela, retrata la sociedad vasca a la sombra de ETA; va por la quinta edición y pronto tendrá serie televisiva

17 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Me están empezando a sacar los colores con las cosas que dicen». Es lo que admitía ayer Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) antes de charlar en el salón de actos de la UNED en A Coruña con Javier Pintor y Xavier Seoane sobre Patria (Tusquets). Es la novena novela de este filólogo residente en Alemania -«vivo cerca del campo de concentración de Ana Frank», anota-. Cinco ediciones, el interés de siete países por traducirla y la base para una serie de televisión muestran la excelente acogida que ha logrado este libro en el que retrata a la sociedad vasca, a través de las voces de personajes corrientes, que son desde víctimas de la violencia hasta etarras. Reconoce que cuando hace diez años publicó Los peces de la amargura (también en Tusquets) no pensaba que sería el preámbulo de Patria.

-¿Es consciente del revuelo que ha provocado con «Patria»?

-La relación que yo tengo con mi libro es la de un escritor solitario que durante tres años estuvo juntando palabras en soledad sin prever las repercusiones que podía traer. Llegué a la culminación de la obra y la mandé al editor, que la convirtió en libro y, por lo tanto, en un producto. Y lo que a partir de ahí ocurre con mi novela, o con cualquiera de mis libros, ya no lo puedo prever. Intuía, por el tema, que recibiría mayor atención que otros libros míos. Lo que no podía prever era que se convertiría en una bola de nieve que no ha dejado de crecer y... Bueno, estoy muy contento, sorprendido y complacido.

-¿La sociedad vasca es conocida?

-Esa no es una pregunta que yo pueda responder, puesto que me tengo que poner en una perspectiva que no es la mía. Estos días, en el contacto con numerosos lectores, hablando con los que no son vascos, vi que no sabían cómo se vivía en el País Vasco en aquella época. Lo que supone vivir en un pueblo donde unos vecinos sufren acoso, donde otros callan ante una injusticia flagrante. Esto no lo sabían, y es normal que no lo sepan. Para eso puede servir la literatura: acercar la vivencia personal a los posibles lectores.

-¿La literatura es un refugio ante situaciones como esa?

-La literatura realista no deberia ser un refugio, una actividad escapista, sino todo lo contrario: la literatura debería acercar a los lectores a realidades que ellos no conocen y hacerlo además de una manera intensa y, a ser posible, emocionante. Frente al historiador, que opera con datos de valor universal, el novelista hace lo contrario: pone en primer plano la vivencia íntima. Lo que decía Balzac: que la novela cuenta la historia privada de las naciones. La novela entra en los dormitorios, en las cocinas y recoge conversaciones de gente sencilla.

-Hay mucha intimidad en «Patria», todo es muy cotidiano...

-Cuando me preguntan de qué trata mi novela, aunque la hayan leído, desde el punto de vista del escritor, digo que trata de gentes vascas, comunes y corrientes, en un paisaje cotidiano a lo largo de unos 30 años: desde mediados de los 80 hasta el 2012. La fecha final es precisa puesto que el anuncio del cese de la actividad armada por parte de ETA, en octubre del 2012, desencadena mi novela.

-Perdón y olvido están muy presentes, ¿son lo mismo?

-No se habla de perdón con una intención teórica, sino que hay un personaje que lo necesita, lo quiere y lo busca. Esa búsqueda del perdón es la columna vertebral de mi novela. Otra cosa es lo que Fernando Aramburu opine sobre el perdón. De hecho, yo no he escrito mi novela para demostrar ninguna tesis, me he limitado a contar historias. Hay una persona, la madre de familia, la viuda del asesinado, que quiere perdón y ella ya explica en la novela por qué lo quiere. Esto no quiere decir que esta actitud se pueda extrapolar y afirmar que todas las víctimas son como esta señora, porque no es verdad. Es el lector el que tiene la posibilidad de sacar conclusiones sobre el perdón, sobre el olvido y sobre lo que quiera, mientras que yo solo le cuento historias e incluso le abro una ventana a los pensamientos de los nueve protagonistas.

-¿Es novela de buenos y malos?

-No quise yo hacer una novela de buenos y malos en el sentido de personajes simplones y previsibles, sino que los buenos también tienen sus esquinas y los que cometen maldad tienen otras partes que no tienen nada que ver con su maldad. La idea era que los personajes tuvieran un volumen humano y pudieran causar ciertas emociones en los lectores. Esta complejidad de cada uno de ellos hace que la novela tenga las dimensiones que tiene.

-Esos personajes ¿requieren un recorrido literario previo?

-Yo celebro que el éxito de esta novela me ha pillado ya a una edad considerable. Tengo cierta experiencia y estoy en mejores condiciones para digerir esto tan poderoso, tan afortunado, que me está ocurriendo sin transmitirme la falsa ilusión de haber llegado a un final. De hecho, con cada libro que uno inicia está en los comienzos de su carrera. Uno está desnudo ante cada proyecto nuevo. Es más, un libro que ha tenido éxito puede ser que vierta una sombra opresora sobre el siguiente libro, que el escritor no escriba con suficiente libertad.