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Vicente Luis Mora: «Torrente Ballester es una figura literaria que habría que difundir más»

Rodri García A CORUÑA / LA VOZ

CULTURA

EDUARDO PEREZ

El nuevo premio Torrente Ballester dice que «La saga/fuga de J.B.» está entre las diez mejores novelas españolas del siglo XX

23 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Es su primera novela galardonada y está «muy orgulloso de ganar este premio también por el nombre de Torrente Ballester». Esto asegura Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970), autor de Cabeza de Vaca, obra que se impuso en la edición de este año. Este poeta y crítico literario estuvo ayer entre el grupo de ganadores de los premios culturales que convoca la Deputación da Coruña y que a media mañana recibieron sus reconocimientos. Sobre Cabeza de Vaca, el jurado aseguraba que narra la vida de un artista «que se constrúe sobre as distintas versións que sobre el van achegando as xentes que o trataron».

-¿Había escrito sobre Torrente?

-Tengo varios ensayos publicados sobre él, en concreto sobre La saga/fuga de J.B., que, para mí, es una novela absolutamente maravillosa y de referencia. Torrente es una figura muy conocida, sobre todo aquí en Galicia, pero creo que habría que difundirla mucho más. De hecho, el año que viene participaré en un proyecto colectivo de algunos críticos que vamos a escribir ensayos sobre su obra y pienso que es importante hacerlo porque es una figura literaria a reivindicar.

-¿Por qué considera que no es suficientemente reconocido?

-Seguramente tiene que ver con algunos factores biográficos que lo han relegado, pero hay que intentar distinguir las cosas: su biografía puede tener zonas de penumbra, porque le tocó vivir una época muy complicada para todo el mundo, pero eso no es lo que importa sino lo que tenemos a día de hoy, que son sus obras, como la que cité, el Don Juan y algunas otras. A mí me interesa también el Torrente de los ensayos, de sus memorias. Creo que era un gran intelectual, un buen pensador de la literatura además de un buen escritor y, por tanto, insisto, esa parte literaria es la que hay que reivindicar.

-Sostenía Saramago que «La saga/fuga de J.B.» estaba a la altura del «Quijote», ¿que opina?

-La saga/fuga no deja de ser una obra reciente y establecer parangones con respecto a clásicos es un poco complicado. Lo que sí le digo, sin ningún género de dudas, es que es una de las diez mejores novelas españolas del siglo XX. Creo que es un autor muy poderoso, que escribió mucho y que, como en el caso de Cela o de Umbral, lo hizo con altibajos. Se trata de discriminar cuál es el gran Torrente y cuál es el menos acabado. Pero está claro que es un autor que no puede dejarse de leer sin perderse algo.

-En su novela plantea un tema peliagudo sobre lo que es válido en el arte y lo que es superfluo.

-Lo que me interesaba era colocar a alguien en el mundo del arte que no tuviera demasiados escrúpulos y ver cómo se manejaba. Él se mueve bastante bien [risas]; de hecho, comienza a acumular prestigio porque es una persona muy inteligente, porque viene de la crítica del arte, es un observador muy fino, perspicaz, y está mucho tiempo al otro lado de la barrera y de pronto ya coge los trastos y sale a torear como artista. Es una persona que sabe abrirse camino, aunque en algún momento reconoce que no tiene el talento de un artista de verdad como su amigo Ramiro y esto le hace sufrir a él mucho en la novela.

-¿Hay mucho bluf en el arte?

-Eso es algo que ha pasado siempre, aunque quizá ahora, como vivimos en los tiempos de la sociedad del espectáculo, donde la representación a veces se confunde con la realidad, a lo mejor, hay casos más inflados.

-¿Hacia dónde va el arte?

-Es muy difícil de saber. Creo que el problema de que sea muy difícil diferenciar la realidad de la representación, lo bueno de lo malo, o lo crudo de lo cocido, va a continuar porque no estamos en una sociedad que esté estableciendo medios para que esto no suceda, sino más bien lo contrario: los mecanismos de simulación tienden a crecer y a perpetuarse más que a ser combatidos e identificados. Y creo que eso va a seguir así. De todas formas, para el arte, tampoco es un mal escenario porque podríamos acabar si no en el arte del realismo socialista de la antigua Unión Soviética y tampoco me interesa ese escenario con solo un arte posible, verdadero y permitido. Me parece que es sano que haya un espacio de incertidumbre y de duda, un espacio borroso del cual deberían surgir los verdaderos artistas y significarse. Que haya un desierto con oasis tampoco es mal escenario para el arte, casi siempre ha sido así, de una manera u otra.

-Ser crítico literario, ¿le ayuda a escribir o es un hándicap?

-Según otros críticos, a lo mejor es un hándicap porque conoces los rudimentos y puedes tener la tentación de caer en el artefacto. De eso intento cuidarme muy mucho, porque soy consciente del peligro e intento no caer. En esta novela hay bastantes elementos teóricos, pero siempre están tamizados por la imaginación y por la ironía. El antídoto contra mi exceso de conocimiento del medio intento paliarlo con imaginación, con personajes ficticios e inexistentes, e intentar meterme en su piel y encarnarlos y, sobre todo, con sentido del humor y la corrosión, que son muy necesarios para abordar cuestiones que son muy delicadas. A veces hay temas como la crisis o la corrupción que trato de abordar con socarronería, como hacía la novela picaresca española del Siglo de Oro, que, para mí, es un referente muy importante.