El poeta Vicente Valero indaga su experiencia en aquella «pobre isla»
25 nov 2017 . Actualizado a las 10:10 h.«Por bonita que sea la isla [Mallorca], lo que pude ver allí no hizo sino reforzar mi apego a Ibiza, que posee un paisaje incomparablemente más reservado y misterioso. Las imágenes más bellas de este paisaje quedan remarcadas por las ventanas sin cristal de mi habitación». Esto escribía Walter Benjamin (Berlín, 1892-Portbou, Gerona, 1940) a Jula Radt-Cohn, una de las mujeres que más amó, el 24 de julio de 1933, durante su segunda estancia en esta «pobre isla del Mediterráneo». Ahora, el poeta ibicenco Vicente Valero dedica al autor del Libro de los pasajes un extenso trabajo sobre estas dos etapas que actualiza aquel Experiencia y pobreza. Walter Benjamin en Ibiza, 1932-1933 (Península, 2001) y que el sello cacereño Periférica llevará el próximo lunes a las librerías.
Con su prosa medida y su excelente sentido narrativo, Valero indaga con rigor en las circunstancias que condujeron a Benjamin a Ibiza para, además, tratar de reconstruir sus dos estadías, en 1932 y 1933, y defender la importancia clave que estas vivencias tuvieron no solo en él, como persona, sino también en su obra, en sus más relevantes ensayos. El impacto de aquel mundo insólito -que atesoraba su ensimismada insularidad- en cuanto a «la belleza de intacta de sus paisajes, el aspecto primitivo de sus viviendas rurales y las costumbres de sus pobladores», fue para el escritor, anota Valero, como un decisivo viaje en el tiempo, en una época de acelerado progreso que soportaba, por cierto, el ascenso del nazismo en su país.
Valero realza el peso que el período ibicenco tuvo en la producción de Benjamin, desde sus escritos biográficos a sus relatos de ficción. Allí, apunta, trabó contacto con algunos nazis de vacaciones y conoció a su último amor, la pintora holandesa Anna Maria Blaupot ten Cate, y, por último, observó los inicios de Ibiza como foco de moda y modernidad.