El Museo del Prado y el Arqueológico Nacional presentan las obras que hizo en 1927 el conservador enviado por el Gobierno
26 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.En agosto de 1927, casi un año después de que comenzasen las excavaciones arqueológicas en Santa Eulalia de Bóveda, el Gobierno comienza a tomar las riendas ante el singular hallazgo del templo romano ubicado a 14 kilómetros de Lugo. Aquel verano llegó a la ciudad el arqueólogo y miembro del Museo del Prado Manuel Gómez Moreno para conocer en persona el valor patrimonial que durante siglos había estado sepultado bajo tierra. Como explica el historiador Enrique Montenegro, autor de la tesis doctoral sobre este monumento, Moreno pudo comprobar no solo la importancia del hallazgo, sino la fragilidad en la que se encontraban los restos y, especialmente, las famosas pinturas.
Un mes después, Moreno envió a Lugo al artista, restaurador y conservador del Ministerio de Cultura Elías de Segura, con el encargo de realizar copias exactas del reciente descubrimiento a modo de documentación para su posterior restauración y como prueba de lo que se había encontrado. En su estancia de un mes, y a pesar de las inclemencias meteorológicas -como atestiguan fotos que se conservan de la época-, el artista pudo realizar ocho acuarelas de la bóveda sur -en la que aparecen faisanes, gallos, gallinas, ánsares y pavos reales-, así como bocetos y un dibujo panorámico del conjunto monumental.
La labor de investigación que efectuó Enrique Montenegro sobre Santa Eulalia, y las gestiones realizadas por la directora del Museo Provincial de Lugo, Aurelia Balseiro, permitieron no solo dar a conocer la historia de aquella peripecia en Bóveda de los artistas Gómez Moreno -con obras en el Museo del Prado- y de Elías de Segura, sino rescatar de los fondos del Museo Arqueológico Nacional el material que se archivó de aquel viaje de 1927 y que nunca antes se había expuesto.
Desde ayer y hasta el 15 de abril se podrán ver en el Museo de Lugo los dibujos y seis de las ocho acuarelas que se conservan, además de diversos materiales gráficos, documentales y artísticos relacionados con el templo romano lucense, y que fueron aportados por el Museo del Prado y el CSIC, entre otras instituciones.
«Además de su relevancia artística y científica, al mostrar el estado de varios de los motivos de la decoración pictórica del monumento en el momento de su descubrimiento, las acuarelas ofrecen un valor añadido debido a que una parte de las pinturas sufrieron daños tras aplicarle una restauración nefasta», señala el historiador Montenegro. En este sentido, el visitante podrá comprobar si se acerca a la exposición o a ver in situ el monumento (la Xunta lo reabrió esta semana tras cuatro meses de obras y trabajos de conservación) que el estado actual de algunas pinturas dista mucho del que reflejó Segura en 1927. «Son imágenes que dañan a la vista. Moreno, que regresó a Bóveda en 1928 y se encontró la pérdida de intensidad de las pinturas, lamentó los daños», explica Montenegro. A partir de ahí se tomaron medidas para cubrir el templo y en 1931 fue declarado Monumento Nacional.