La reedición de «La catedral y el niño», considerada una de las mejores novelas españolas del siglo XX, aspira a redescubrir al autor ourensano a un nuevo público
27 feb 2018 . Actualizado a las 12:56 h.«El barroquismo es la forma congénita de la expresión gallega», sostenía Eduardo Blanco Amor (Ourense, 1897-Vigo, 1979), quien armó una larga novela de orfebre: La catedral y el niño. «Aunque en esto del barroco de Blanco Amor hay que soltar mucho hilo a la cometa», matiza Andrés Trapiello, autor del prólogo de una nueva edición del libro que aspira a presentárselo a una nueva generación de lectores y que otras anteriores lo redescubran o lo resitúen en la justa medida que merece su calidad literaria.
«La catedral y el niño figura entre las mejores novelas españolas del siglo XX», asegura Luis Solano, editor de Libros del Asteroide, el sello que ayer puso a la venta esta nueva edición de la obra publicada originariamente en 1948 en Buenos Aires y reeditada en España una vez muerto Franco. Solano, vigués afincado en Barcelona, conocía la obra gallega de Blanco Amor -A Esmorga, Os Biosbardos y Xente ao lonxe, señala- pero no La catedral y el niño. Hasta que la vio citada en uno de los diarios de Trapiello y la leyó deslumbrado. «No me podía creer que apenas se conociese este libro», recuerda. «Creo que está a la altura del mejor Torrente o Cela, pero seguramente a Blanco Amor le perjudicó no estar aquí para defender su obra cuando apareció», explica el editor, quien también cree que una novela como esta es víctima de una compartimentación que deja fuera a autores que no se han consagrado en el canon español. «A Blanco Amor se le considera un autor gallego», confirma Solano, por lo que fuera de Galicia su obra en esta lengua se conoce poco y aún menos la que escribió en castellano. «Es un desencuentro que nace del poco interés que hay en la España castellana por el resto de lenguas. Y es una pena que no sientan estas obras como algo suyo», dice, trazando un paralelismo entre Blanco Amor y una autora como la catalana Mercè Rodoreda, cuya obra La plaça del diamant se conoce mucho menos, por ejemplo, que Nada, de Carmen Laforet, pese a su calidad literaria.
Tallado en granito
Volviendo al barroquismo, Trapiello matiza de nuevo: «Lo gallego es siempre especial, se va fuera de los cánones. El barroco gallego, al estar tallado en granito, sigue siendo un poco románico», pone como ejemplo para diferenciar un barroco gallego del que permite el mármol blanco, por ejemplo, en el romano. «Por si fuera poco, en Galicia llueve mucho, y si a algo se le dan muchas facilidades allí es al musgo y al verdín», añade, antes de precisar: «Lo cierto es que el escultor de granito tiene más de cantero que de artista. Blanco Amor se llama a sí mismo artesano».
En su prólogo, Trapiello avanza algunas de las claves de La catedral y el niño, como su calidad de novela de iniciación, sus doscientos personajes, la mirada del niño y su relación con la biografía de Blanco Amor, pasada por el filtro de la memoria y el lenguaje: «Parece que no sucede nada. Al principio creemos que son solo palabras, palabras raras, precisas, antiguas. Frases castizas, populares, vivísimas. Todas con su música especial. No nos damos cuenta y ya estamos prendidos del anzuelo. Como el bordón de una gaita, y viene luego la melodía: los hechos precisos, todo lo que el niño no se ha atrevido a contar de su vida, lo contará por Blanco Amor en esta novela».
Trapiello también aporta unas pinceladas vitales del escritor: el abandono paterno a los siete años, la emigración a la que más tarde se superpone el exilio, la amistad con Lorca y los Seis poemas galegos, su homosexualidad y el desencanto del regreso a España en 1966, con los sinsabores de una vida literaria pacata y la vigencia del caciquismo. De ello se queja en una carta a un editor, a quien le anuncia que se irá pronto, según Trapiello, tras «sacudirse el polvo de las sandalias, harto de la vida mezquina que se tropieza a todas horas».