
Treinta y dos expertos despojan del mito a un personaje con un atractivo histórico impresionante
19 sep 2018 . Actualizado a las 10:57 h.Los mitos se incrustan más fácilmente en la memoria colectiva que los hechos. A pesar de la documentación, permanece la creencia. Y entonces un asceta se convierte en feminista. En nacionalista. En ecologista. En líder de un movimiento social. En teólogo de la liberación. En el verdadero inquilino de la catedral de Santiago. Y se forja la leyenda.
A Prisciliano, el obispo condenado a muerte en el siglo IV por rezar desnudo y por brujería, lo ha sobrepasado el mito. Su figura ha transitado dos camino paralelos, creando dos Priscilianos diferentes. El de la investigación histórica, que ha generado un buen número de documentación científica, y el de la leyenda, que empezó a construirse al menos desde el siglo XIX. Lo explica Pedro López Barja, responsable del congreso que desde hoy y hasta el viernes reúne a 32 expertos internacionales para intentar avanzar etapas en la primera senda: la que se acerca a los hechos y no a las creencias.
La Xeración Nós lo convirtió en un mártir de la patria gallega. Castelao lo coloca primero en su Alba de Groria. También se le ha hecho feminista porque daba pie a que la mujeres tengan la misma autoridad que los hombres a la hora de interpretar los textos, «de lo cual hay muy pocos testimonios», afirma López Barja. A Prisciliano igualmente lo convirtieron en teólogo de la liberación, defensor de los pobres. En un Leonardo Boff tardorromano. También lo han llamado ecologista y teólogo ortodoxo.
«Prisciliano es probablemente el personaje de la historia antigua de Hispania del que tenemos más y mejor información», dice López Barja. Existen los Tratados de Wurzburgo, el legado de Prisciliano recopilado, quizá, por una mujer, Amantia. Y están también las acusaciones. Escritos de Agustín, de Orosio. La crónica de Sulpicio Severo. Están los escritos de Idacio, el obispo de Chaves que vive el conflicto de priscilianistas y antipriscilianistas en Galicia.
Con todo eso, es posible vislumbrar al Prisciliano auténtico, que aun despojado de leyenda, sigue siendo un personaje atractivo. Mucho. «Es el primer condenado a muerte por motivos religiosos», arranca el investigador de la Universidade de Santiago (USC). Por motivos religiosos, aunque se vio atrapado en un conflicto político entre emperadores. Es probable que sea gallego. Nadie sabe dónde nació y la historiografía de mediados del siglo XX consideraba que no podía ser gallego porque tenía que haber nacido en regiones ricas. Lo que se ha descubierto es que el desarrollo económico y cultural de Galicia era importante. Y si no nació, sí arraigó. Hasta el punto de que en el siglo V el monje Baquiario decía: «Como soy gallego dicen que soy priscilianista».
Prisciliano defendía la lectura de los evangelios apócrifos, que apoyaban su doctrina. Y de los que, incluso falsos, una persona formada puede separar el grano de la paja. Que él no tiene que depender de lo que interprete un obispo. Puede interpretar por sí mismo. Y el priscilianismo es un movimiento de élites, no un movimiento social y de pobres, como se defendía en los años 70 y 80. «La participación de personas de alta condición social es clarísima. No solo Prisciliano, muchos de sus seguidores y oponentes». En el conflicto priscilianista interviene el papa, el emperador, el obispo de Milán. Las altas estructuras de poder de la época.
Sobre el ambiente flota siempre la pregunta. ¿Está en la catedral? «Nunca lo sabremos», reconoce López Barja. Su principal defensor fue el obispo de Astorga. Tendría sentido que lo enterrase en algún punto de Gallaecia. Datar en el siglo V los enterramientos de la catedral apuntalarían la hipótesis. Pero hay también lagunas. En aquel entonces, Santiago no era nada. Un lugar de paso. ¿Por qué habría de enterrarse aquí y no en Astorga?
«Objetivamente y salvando matices, las bases de lo que hoy somos se asentaron en el período tardorromano»
Es en los márgenes donde reposan las respuestas. En los confines de las sociedades, cuando una época histórica se diluye en otra sociedad completamente nueva. Y lo que parecía opaco deja de serlo. Y lo que se presentaba como una etapa catastrofista, el fin de una civilización, la era oscura, se convierte en una época de dinamismo. Ocurrió en Gallaecia entre los siglos IV y VI. Se ha ido descubriendo gracias a las investigaciones de la última década. Han tardado un poco más que en otras áreas de Europa, donde el cambio de paradigma empezó a darse hace 20 o 30 años. Pero ha llegado. En Vigo, han rescatado de la historia olvidada objetos de lujo y de importación del norte de África, Palestina, Siria, Egipto, lo que demuestra que «había una conexión de las élites de aquí con lugares de Oriente que eran zonas realmente ricas e importantes». Lo explica José Carlos Sánchez Pardo, otro de los organizadores del congreso. Galicia avanzaba, evolucionaba, tras la caída del imperio.
Y es en los márgenes en donde descansan los pilares de la Galicia actual. «Objetivamente y salvando matices, las bases de lo que somos hoy se asientan en este período». Porque fue en esos años de cambio en los que se empezó a configurar el paisaje tradicional gallego. El poblamiento abierto. Las aldeas. Cuando se abrieron en los bosques terrenos y se crearon las terrazas de cultivo del paisaje agrario tradicional. Y cuando la tierra empezó a salpicarse de necrópolis que, con el paso de los siglos y al irse diluyendo en las nuevas sociedades, son hoy los cementerios e iglesias parroquiales.
Por alguna razón, cuando se habla de Roma, el primero que acude es Augusto. Sin embargo, Lugo se asienta sobre la base tardoantigua. Sus murallas son del siglo III y muchos de los restos hallados se datan en el IV e incluso posteriores. Y Lugo acoge uno de los grandes yacimientos de esta etapa: la domus do Mitreo, una casa señorial tan rica que en su seno albergaba una capilla, un santuario. Un mitreo, y, además, vinculado al ejército.
Van apareciendo destellos, pero a la luz siempre la acompaña la sombra. Y mucho de lo que se creía saber está ahora en revisión. ¿Son las iglesias visigodas realmente visigodas? ¿Puede que el sarcófago de Temes no sea uno de los primeros monumentos cristianos de Galicia, sino un objeto traído en los siglos IX o X? ¿Es una manera de revestirse del poder de Roma, de apropiarse de lo antiguo? «Hay muchas dudas sobre si todo lo que creemos tardoantiguo realmente lo es o a lo mejor es de cuatro o cinco siglos más tarde», reconoce Sánchez Pardo.