En edición de Andrés Sánchez Robayna, Galaxia Gutenberg publica una selección de entrevistas del poeta ourensano en un tomo que llegará a las librerías el 10 de octubre
29 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.«Yo nunca he creído que la poesía se lea. En general, la crítica se ocupa poco de este tipo de problemas. Yo no creo que un poema sea objeto de una operación de lectura como pueda serlo una novela o un ensayo. Yo creo que el poema se habita, con un poema se convive». Así lo veía José Ángel Valente (Ourense, 1929-Ginebra, 2000), que sostenía que el poema realmente se constituye como un espacio. «En este sentido -incidía-, utilizando una terminología que es muy propia de María Zambrano, el poema es como un lugar, un lugar de la palabra». El poema a veces se abisma, en su significado, en su misterio, gira el rostro ante un primer intento de interpretación, requiere intimidad, compromiso.
Es por ello, y aunque muchos lectores y críticos deploren el contexto como herramienta, que toda la producción ensayística, los diarios y otros materiales como conversaciones cobren tanto valor para quien se interese por alguien como Valente, cuyo verso estaba atravesado por referencias complejas como la Cábala o la tradición mística de Oriente y de Occidente. En este fértil terreno cobra un papel relevante el poeta Andrés Sánchez Robayna, albacea del escritor ourensano, que ya, en el 2011, había sacado a la luz un dietario íntimo que resultó especialmente esclarecedor porque aquellos apuntes incidían más en su faceta humana que en la puramente intelectual.
Ahora Sánchez Robayna reúne en un cuidado volumen, El ángel de la creación (también en Editorial Galaxia Gutenberg), una selección de las entrevistas y conversaciones -con escritores, artistas, cineastas e intelectuales de su tiempo- que Valente concedió durante más de cuarenta años, desde que obtuvo el premio Adonáis en 1954 hasta poco antes de su muerte (y suma otros materiales como cuestionarios, encuestas y hasta una glosa de citas literarias). Sí dejó fuera las conversaciones ya publicadas con Antoni Tàpies y Eduardo Chillida. El antólogo ha buscado entre las piezas que contienen lo más relevante y significativo, pero «también aquellas que más información aportan para el conocimiento y la interpretación de la vida y la obra de Valente». La mayoría de las recogidas aparecieron en el período 1980-2000, y, lamenta el editor, escasean las anteriores a la década de los ochenta, correspondientes «a años creadores decisivos».
En estos diálogos afloran sus principales preocupaciones como escritor: el eros, el realismo crítico, la mística, las artes plásticas, la crítica de las ideologías... En Valente la entrevista supera su condición de mero contenedor de información para, anota Sánchez Robayna, erigirse en «una forma de creación cultural cuya resonancia ha quedado suficientemente probada incontables veces y cuyos valores literarios tienen, por así decirlo, un sentido propio, autónomo». Y es que el poeta y traductor ourensano consideraba que entrevistas, charlas y diálogos públicos eran un medio no menos útil que el ensayo o los artículos para exponer y divulgar sus ideas. Entre los temas más recurrentes de las reflexiones de Valente, están, por supuesto, la creación poética y la meditación sobre su significado, lo que explica el título del volumen. «Hay un poema mío que se llama El ángel -anota Valente en una entrevista de 1996 concedida a María Navarro e Inmaculada Nieto-?, donde aparece esa figura que está entre la luz y la sombra, elementos que no cabría distinguir, porque la luz nace de la sombra y la luz es en cierto modo la sombra. Ese borde extraño es el que tiene misterio, en el que puedes interrogar. Has de asomarte a él para preguntar o para tratar de ver, y en efecto esa experiencia es importante, porque normalmente en esa experiencia algo se revela, algo que no se revelaría de otra manera».
A esa revelación han de contribuir estos lúcidos diálogos ahora rescatados por Sánchez Robayna, que incluye además varios textos inéditos y un álbum fotográfico.