Holanda festeja el genio rebelde de Rembrandt

Miguel Lorenci ÁMSTERDAM / COLPISA

CULTURA

Una visitante del Rijksmuseum contempla el cuadro de Rembrandt «Los síndicos de los pañeros»
Una visitante del Rijksmuseum contempla el cuadro de Rembrandt «Los síndicos de los pañeros» REMKO DE WAAL | AFP

El Rijksmuseum muestra su fabulosa colección del innovador y herético «maestro de la luz» en el 350.º del fallecimiento del pintor

28 feb 2019 . Actualizado a las 17:54 h.

Cargado de exposiciones y actividades, el año Rembrandt toma velocidad de crucero en el Rijksmuseum con la muestra que celebra el 350.º aniversario de la muerte del «maestro de la luz». Por primera vez el museo de Ámsterdam expone completo su tesoro en Todos los Rembrandt: 22 pinturas, 60 dibujos y más de 300 estampas de Rembrandt Harmenszoon van Rijn (Leiden, 1606-Ámsterdam,1669), uno de los grandes y más personales pintores de la historia. «El primer hereje de arte», según Jonathan Bikker, conservador del museo y biógrafo del artista que se «rebeló» contra las normas de la época y «renunció a la belleza femenina en sus cuadros».

El Mauritshuis de La Haya hace lo propio con las once obras que atesora del maestro de la Edad de Oro holandesa, como la casa museo del pintor en Ámsterdam, que ofrece tres muestras a lo largo del año. En verano el genio de Rembrandt librará un pulso con el de Velázquez en el Prado.

Las 22 pinturas, del primer Autorretrato como hombre joven (1628) hasta el Autorretrato como el apóstol Pablo (1661), ofrecen una visión global de su trayectoria y su constante proceso de búsqueda. La cima es su obra maestra, La ronda de noche, que permanece en la sala central del Rijkmuseum, donde se restaurará ante el público este año. Pero fue la compra reciente de los espectaculares retratos de boda de Marten Soolmans y Oopjen Coppit (por 160 millones de euros y a medias con el Louvre) lo que convirtió a la colección del Rijks en la mejor del mundo, con telas legendarias como La novia judía o Los síndicos de los pañeros.

Con 60 piezas, la colección de dibujos abarca todos los períodos y estilos, con excepcionales obras de juventud. El museo exhibe además lo mejor de los 1.300 grabados y estampas que custodia, unos 300 originales ultrasensibles a la luz que rara vez se muestran. El conjunto es una oportunidad única para comprender al artista, al ser humano, al narrador de historias y al gran innovador del arte.

La primera sección curiosea en su vida y su trabajo explorando sus inicios y su mirada burlona y jocosa. Permite calibrar ya su enorme talento y su crecimiento como artista en sus autorretratos. La segunda parte, centrada en su entorno, muestra cómo perfecciona su oficio retratando a familiares, conocidos y vecinos: de su esposa Saskia enferma a los mendigos que pintó compulsivamente.

Dotado contador de historias, altivo y a menudo cómico, Rembrandt comprendió como nadie que el arte influía en el contenido del relato, como se ve en el último tramo de la exposición, donde otorga carácter humano a los personajes de escenas bíblicas como Isaac y Rebeca (título oficial de La novia judía (1665-1669).

Su biógrafo presenta a Rembrandt como un iconoclasta que cambió los patrones «retratando a gente vieja y desgastada en lugar de mujeres jóvenes y bellas». Destaca cómo su enorme ambición le apartó de la normalidad. «Quería ser el mejor artista de la historia y del mundo, y para lograrlo no se puede seguir a otros o hacer lo mismo que los demás», plantea Bikker, autor de Biografía de un rebelde.

 Retratos de mercaderes

Nacido y criado en Leiden, noveno hijo de un acomodado molinero, hermano de zapateros y panaderos, Rembrandt vivió en Ámsterdam casi toda su vida. Allí conoció a su acaudalada esposa, Saskia van Uylenburgh, y vio nacer a su hijo Titus, lo que le arraigó en una ciudad plagada hoy de lugares, museos y rincones que alaban su memoria. Entre sus canales poblados de ricos banqueros y comerciantes abrió su casa en busca del éxito y el dinero que obtuvo a cambio de su novedosa originalidad y su poderoso genio. Un talento que brillaba en los retratos por los que los mercaderes y nuevos ricos pagaban fortunas.

Tras la muerte de Saskia dilapidó su herencia en una vida disoluta. Vendío su casa y pertenencias y cayó en bancarrota. Murió arruinado pero reconocido como el mejor pintor holandés y uno de los grandes del mundo.