
Figura del trap, el catalán llega este fin de semana al Barbeira Sea Son de Baiona con un discurso callejero, crudo y polémico.
18 sep 2019 . Actualizado a las 10:27 h.El pasado julio, meses después de salir de la cárcel por un delito de amenazas, actuó en el Sonar. Entró en el festival a caballo como una excéntrica estrella. Sobre su escenario cantó: «A los 16 me colé en el Sonar /Ahora Sonar me paga por cantar». Sus fans lo respaldaban a voz en grito. Se trata de una las figuras del trap, género urbano que está en todas partes y que se empieza a escuchar en los festivales gallegos. Este fin de semana actuará en el Barbeira Sea Son Fest de Baiona (sábado 21, todo el día, entradas 16 euros) en un cartel que completan Los Punsetes, La Habitación Roja o Cariño.
-Llega a un festival de corte «indie», siendo usted algo muy diferente. ¿Le gustan esos retos?
-No me gusta mucho. No soy muy sociable, soy muy de mi gente y solitario. Pero, más que como un reto, me lo tomo como un curro, como que esto tiene que ir bien. De momento, aún estoy aprendiendo a tratar con la gente, ahora que ha crecido un poco la cosa. Voy a festivales y me encuentro otro tipo de público.
-Es lo lógico: salir del «underground» e ir a públicos más grandes.
-Claro. Me dedico a ello y me gusta. La música es necesaria en el mundo. Es un trabajo.
-Su canción emblemática es «Million Dollar Baby», un tema definitivo.
-¡Qué va! [risas].
-¿No siente que hizo ahí su temazo?
-Bueno, es una canción que está guay, pero no creo que sea mi canción definitiva. Aunque sí, es un tema que tiene peso.
-¿Su autobiografía reducida en cuatro minutos?
-Ni un cuarto de ella hay ahí. Es un buen tema. Gracias por lo que dices.
-Subraya que canta sobre la calle y para la calle. ¿Tiene miedo a perder el arraigo?
-No, para nada. De la calle es cualquier currante. No es estar ahí y no salir jamás. Es lo que he mamado, de donde he aprendido y lo que he visto. Llego a sitios que ellos no pueden llegar porque tienen que estar buscando pasta. Están enterradísimos. Los tiempos están muy complicados en cuanto a libertad de lo que quieres escoger. Las oportunidades son pocas. Y si tienes pocas luces, más.
-Lo normal es triunfar, salir... y olvidarse de ella.
-Yo sigo aquí. He conocido a mucha gente del mundo de la música y de otros círculos, etnias, sectas o como quieras llamarlo. Cuando llegas dices: «Yo no soy de aquí».
-¿Se siente cómodo cuando se mete en esos ambientes? Por ejemplo, el de la industria de la música.
-No me interesa mucho el mundo de las oficinas y toda esa mierda. Hay muchos tiburones. Esto es España y no es muy grande. No me gustan lo que hacen, pero es necesario. Alguien lo tiene que hacer. La forma es esta.
-En la canción «Million Dollar Baby» habla de que quisieron embargar a su familia. ¿Es real?
-Claro. Son movidas. Hipotecas que no puedes pagar. Yo he crecido sin un padre. Tampoco quiero dar muchos detalles. Son cosas que le pueden pasar a muchos. Al final ha salido bien.
-Le canta a una libertad muy concreta, la financiera.
-Es muy importante.
-¿El dinero da la libertad?
-Depende. Dispones de acceso a muchas más cosas. Nada es gratis. Aunque si estás encerrado no. Y luego te cortan las alas o te las cortas a ti mismo. Tienes que tener libertad en la mente y superarte.
-Recalca que no canta por la fama.
-La música sale sola [risas].
-¿Es una necesidad?
-Claro. Lo hacía antes de vivir de esto. Desde chiquillo me tiró la música. Hay gente que hace vídeos, que tiene un talento más cinematográfico y se fijan en otras cosas. Hay de todo. A uno le gustan más los pies, a otros el sado. Yo qué sé. Depende.
-Ya que habla de sexo, ¿no ha tenido problemas con sus letras más explícitas? Chocan con el clima social actual.
-Sí, algún problema ha habido. Si me tengo que posicionar, claro que lo haré. Pero yo no educo, rapeo y no creo que esté causando problemas. Hago temas. También puedo ver una serie de Netflix con violaciones. Tampoco mi vida es la que estoy cantando en todo momento. Es como si te escandalizaras con Tarantino. Si me quieren tachar de terrorista que lo hagan, que les den. Yo hago lo mío y ya está. Hay gente que habla por hablar. Son solo temas. No significa que yo sea así. No es mi intención educar a nadie, ni hacer una secta. Yo quiero hacer lo mío y trabajar. Ahora si me quieren fastidiar el trabajo, muchas gracias. Yo respeto a todo el mundo. Y yo apoyo. Pero que yo apoye al colectivo no quiere decir que sea una persona perfecta.
-¿Ha visto lo ocurrido con C Tangana en Bilbao?
-Claro. Es muy heavy porque es una persona que vive de esto y quiere agradar incluso al público moralmente correcto. Que le pase esto. Pero eso también depende del circutio en el que te mueves. Yo no pretendo ser una persona que intente influir a nivel mediático. Hago lo mío y adelante. A la gente que le den, yo tiro para adelante.
-¿Si le llaman machista qué le parece?
-Me ofende. Entiendo que el concepto de la sexualidad te pueda calificar socialmente, como una buscona, una trepaespaldas o una zorra, que diría la gente. Eso es una chica lista para sus intereses. Existe en mi realidad y sale en mis canciones. Pero tampoco es que hable bien de ello. Ni que me parezca bien la prostitución o vea el porno como algo agraciado. Me fijo en lo que hay, pienso sobre ello y le ladro al micro.
-En su disco sale una sorprendente versión de Jeanette.
-Es una versión de Jedet, que es bastante especial. No te la puedo definir. Es mi amiga. Es una persona maravillosa. Y eso fue un regalo para mí. Me dio ese tema y lo puse. Es la joya de la corona.
-¿Tenía ídolos musicales?
-Nunca he sido muy de forrar carpetas. Conozco mucho contenido musical, me mola y empatizo con los artistas, pero su vida no me importa. No soy mitómano.
-Pues hay mucha gente que se acerca a usted, por el hecho de haber pasado por la cárcel. ¿Le molesta generar ese tipo de morbo?
-A la gente, que le vaya bien. Yo tengo mi gente y luego está la otra. Algunos me escuchan, otros están pirados. No me interesa nada la gente. Que les den. Yo solo quiero hacer música.
-¿Es asocial?
-No me gusta nada la gente. Ni los grupitos ni las manadas.
-Pero esa gente es la que luego escucha sus canciones y se emociona con ellas.
-A mí la gente me gusta de manera individual, pero en grupo no. Se ponen a hacer esgrima de egos. Y paso. La sociedad es un poco cavernícola a todos los niveles.
-¿Qué cambiaría?
-Muchas cosas. El papel moneda está por encima del papel vital. Es como el rap. En las primeras jams ponían: «Fiesta de hip-hop». Ahora ponen que está este y, si este es famoso, mola. Importa eso, no lo que les ha hecho bailar. Yo lo cambiaría todo. O al menos el orden de prioridades, porque si no estarías consumiento basura todo el día. Por ejemplo, C. Tangana.
-¿Le parece una basura?
-Sí, la de C. Tangana es música residuo, tóxica e innecesaria. Pero bueno, no le quiero dar chance.
-Ya que habla de otros artistas, ¿qué piensa de Rosalía, la gran estrella del momento?
-Es un producto que está bien hecho y ya está. No lo consumo. Para mí es como un Frankenstein.
-¿No le gustaría llegar a su nivel de popularidad?
-¿De consumidores? No, no quiero ese tipo de consumidores. Yo actué en el BBK y estaba ella también. Vi cómo la gente iba para verla y aquello parecía Walking Dead. A mí hay gente que no me interesa que me escuche. Yo con poco hago demasiado. Si hay calidad, la gente le gusta, se queda y crece todo ¿qué le voy a hacer? Pero no me gustaría. Rosalía tiene mis respetos. El otro, no. ¿Por qué? Rosalía no va por ahí con la fachada y no se pone de perfil como una máscara. Ella se vende como una sevillana encima de una televisión, como la sevillana de un coche en la playa de Alicante. Y ya está, por ahí hay mucho guiri.
-Acaba de salir «El trap», un libro del filósofo Ernesto Castro que analiza el fenómeno. Lo pone a usted como un referente. ¿Qué le parece?
-Me halaga. Es un cumplido. ¿Que un filósofo hable de mí? Está guay. Un narcisista hablando de otro narcisista.
-¿Se considera narcisista?
-Bastante. Si no, no trabajaría en la música. Yo valoro esto, sé lo que cuesta.
-Él viene a decir que el «trap» es la banda sonora de la crisis en España. ¿Qué le parece?
-Eso es mentira todo. El trap no es el trap. Unos le llaman género urbano, porque cantan sobre ritmos brasileros, jamaicanos o africanos. ¿Qué está pasando? Que la gente está viendo que crear es muy fácil. Es lo único que veo. Que la gente quiere vivir del arte. Esa es la forma bonita de decirlo. Luego está la forma fea. Pero también está la gente que no lo consigue y la que no tiene talento.
-¿Va a dejar la calle? ¿Se ve en otro barrio diferente?
-Yo ya vivo en un barrio diferente al que vivía. Yo he salido del barrio, pero continúo hablándome con la gente. Todo son órbitas.
-En la portada del disco sale Harry Potter. ¿Por qué?
-Mola mucho. Por lo que es.
-¿Era fan?
-Me leí un par de libros, pero mi atención se fue pronto a otras cosas: dibujos animados, videojuegos... Luego me castigaron sin consola y ya empezó todo [risas].
-¿Su vida se torció porque lo castigaron sin consola?
-No, no hay ningún problema. Pasé de un juego a otro.
-Canta en «Million Dollar Baby» a modo de conclusión: «Y ahora que estoy bien con más de 23 / No sé por qué aún tengo estas ganas de llorar».
-Tenía que soltarlo todo.
-¿No puede salir de la tristeza?
-Sí, no es un episodio con colores saturados ni brillantes. Hay oscuridad.
-Hace referencia muchas veces al llorar en sus canciones.
-Sí lo valoro bastante. Tiene que ser malo no hacerlo, que no te salgan las lágrimas y no te nazcan. Eso sería durísimo