Jorge Herralde: «Netflix, Amazon y los videojuegos forman un trío peligroso para el libro»

Miguel Lorenci POLLENSA / COLPISA

CULTURA

Herralde acaba de participar en las Conversaciones de Formentor, celebradas en el municipio mallorquín de Pollensa
Herralde acaba de participar en las Conversaciones de Formentor, celebradas en el municipio mallorquín de Pollensa CATI CLADERA | Efe

El veterano editor, fundador de Anagrama, que celebra sus cincuenta años, advierte de que los jóvenes hoy no tienen bibliotecas, «solo atesoran cachivaches»

25 sep 2019 . Actualizado a las 10:45 h.

Montó hace medio siglo una editorial resistente para tocar las narices «y algo más» al franquismo. De la «subversión» política pasó a la «revulsión» literaria. Y sigue en sus trece. Anagrama es hoy modelo de calidad, coherencia e independencia, aunque se dejara comprar amistosamente por Feltrinelli. Su creador, el legendario y octogenario Jorge Herralde (Barcelona, 1935) está «más que satisfecho» de su larga andadura y de un portentoso catálogo con más de 4.000 títulos. Anticipó la celebración en las Conversaciones de Formentor evocado el nacimiento de un premio que fue «todo un milagro» en plena dictadura.

-¿El libro ha perdido la batalla en la era digital?

-Hay perspectivas alarmantes. Entre los videojuegos, Netflix y Amazon se arma un trío peligroso, y la supervivencia del libro está cada vez más complicada.

-¿Tan mal pinta?

-En mi época empezabas a comprar tus propios libros con 18 años. Había una oferta buena y barata en bolsillo, y los jóvenes dejaban la biblioteca paterna para hacerse la propia. Hoy coleccionan videojuegos. No hay un solo joven con una biblioteca decente. Atesoran solo cachivaches.

-¿Soñó que Anagrama sería lo que es hoy?

-Naturalmente que no. Era imposible planteárselo. La literatura fue mi primer amor editorial, pero fracasé con tentativas anteriores a Anagrama. Con el fragor de mayo del 68, la guerra de Vietnam, las revoluciones china y cubana, del PC italiano y la extrema izquierda, vivíamos tiempos exaltados y exaltantes. Quería intervenir políticamente contra el franquismo desde lo poco que podía hacer una editorial: encontrar cómplices. La literatura se quedó en segundo plano, bajo una montaña de libros de la izquierda heterodoxa no estalinista, por decirlo así: Trotsky, Rosa Luxemburgo, la Internacional Situacionista, Bakunin y todos esos chicos malos de la historia. Llegó el desencanto y empezamos con Contraseñas, la colección literaria con otros chicos malos como Bukowski, Tom Wolfe, Terry Southern, o Kurt Vonnegut. Pasamos de los chicos malos políticos a los chicos malos literarios. De la subversión política a la revulsión literaria.

Quería intervenir políticamente contra el franquismo desde lo poco que podía hacer una editorial: encontrar cómplices

-¿Como fue el tránsito?

-Dejamos los libros políticos de un día para otro y empezamos con Panorama de narrativas, con la mayoría de los autores desconocidos en España pero muy buenos. Quienes no habían desertado la lectura, que no eran pocos, nos siguieron. La directora de la librería más roja de Barcelona, Cinc d'Oros, decía que los clientes que leían a Mao y al Che se pasaban a Raymond Chandler y Patricia Highsmith, que estaba relegada a colecciones de kioscos e izamos a una colección de grandes autores literarios. Esa fidelidad lectora y el cambio de gustos afianzaron Anagrama. El azar es muy importante, y tuvimos mucha suerte con La conjura de los necios, de John Kennedy Toole (400.000 copias); con Seda, de Alessandro Baricco (600.000), y con Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez (370.000). El oficio de vivir de Pavese, había sido el primero, pero luego llegaron Enzersbergen, Amis, Carver, Martín Gaite, Marías, Vila-Matas, Bolaño, Piglia, Pitol, Chirbes, Mendez o Arundhati Roy.

-Anagrama es un modelo de independencia pero ¿cuántos embates de grandes grupos aguantó?

-Muchos más de los que se piensa, y sobre todo de Lara, que fue el más pesado. «Quiero comprar Anagrama con Herralde dentro», era su leitmotiv. Era gratificante. Le decía que me halagaba, pero no que me sentía muy bien cómo estaba: mucho mejor solo que mal acompañado. Un grupo francés y otro italiano también lo intentaron, pero la editorial no lo necesitaba. Tras una década espantosa, a partir del año 82 hemos tenido muy buena salud financiera.

-Para José Manuel Lara Hernández, fundador de Planeta, Anagrama era «la peste amarilla». ¿Se le pasó por la cabeza cambiar sus portadas?

-No. Habría sido suicida renunciar a una imagen tan potente. Hubo retoques mínimos.

-Al final se entregó a un gigante como Feltrinelli.

-Alcancé una edad provecta y tuve un rasgo de sensatez. Sin hijos y con una fantástica relación con Inge y Carlo Feltrinelli, hicimos una autovoladura a plazos. Desde hace dos años ellos son ya propietarios. No han interferido en nada. Elegí a Silva Sesé como directora editorial, que pasó con nota su examen en Milán. Ahí seguimos, capeando el temporal.

Jamás publicamos un libro por motivos comerciales. Eso genera confianza en el lector

-¿Cuál es la clave de la supervivencia?

-La VIRTUD, con mayúsculas. Lo traduzco: apostar siempre por la excelencia, por los mejores autores posibles. No bajar la guardia jamás, no publicar posibles bestsellers, y conseguir la fiabilidad del catálogo. Lo repetiré un trillón de veces: jamás publicamos un libro por motivos comerciales. Eso genera la confianza del lector y permite sostener esa política de dar opciones a los autores absolutamente desconocidos. La marca Anagrama no es una garantía total, pero sí un motivo de curiosidad para acercarse a estos libros. Para muchos autores nuevos y jóvenes ha sido muy importante. Ahí están los casos de Sara Mesa o Marta Sanz, entre las más recientes, que habían publicado algunos libros pero eran casi desconocidas, cómo Marcos Giralt Torrente que publicó su primer libro con nosotros.

-¿El editor es el padre del autor, un amigo, un consejero, un cuidador, un psicoanalista?

-Puede desempeñar muchos de esos papeles, pero todo depende del feeling entre él el autor. Es un psicoanalista silvestre en casos más o menos extremos, en otros, los menos, establece una relación de mucha amistad, de tomar copas hasta las tantas. A lo largo de estos 50 años en dos o tres casos he tenido esa fabulosa relación con algún autor. En el polo opuesto, solo hay cinco personas con las que no quiero tener ninguna relación. Algún agente literario, alguna editora rapaz, algún autor. no me pida nombres.

Mis candidatos al Nobel este año son Claudio Magris, Richard Ford, Julian Barnes e Ian McEwan

-¿Qué autor o autora se le escapó y por el que hubiera dado un brazo?

-Ya llegará.

-¿Quiénes son sus candidatos al doble Nobel de este año?

-Los designios de los académicos suecos son inescrutables y rarísimos, pero apuesto por dos autores muy mayores: el italiano Claudio Magris, que lleva años siendo candidato, y Richard Ford. También podría mencionar a júniors como Julian Barnes o Ian McEwan.