La saga galáctica creada por George Lucas aborda el tercer final definitivo de su inacabable narrativa, consciente de que Disney buscará introducir en la rueda a nuevas generaciones
21 dic 2019 . Actualizado a las 22:38 h.Muy lejos queda ya el estreno en 1977 de La guerra de las galaxias -filme hoy gravosamente rebautizado como Star Wars: Episodio IV-Una nueva esperanza-, ese familiar mundo galáctico creado por el cineasta George Lucas, quien ni siquiera se ocupó de filmar las dos películas que cerraron la trilogía: El imperio contraataca (1980) y El retorno del Jedi (1983). Lucas confió en dos solventes artesanos como Irvin Kershner y Richard Marquand para sus respectivos desarrollos porque sabía que con su tutela y los muy brillantes guionistas Leigh Brackett y Lawrence Kasdan sería suficiente.
No se sabe si como disculpa facilona por sus posibles errores en la factura de la novena entrega de la saga -«Star Wars: El ascenso de Skywalker», estrenada este viernes-, últimamente al realizador J.J. Abrams le gusta recordar que solo es una historia para niños. Es verdad que, pese a toda su aura mítica, el triunfo de La guerra de las galaxias en la gala de los Óscars -7 estatuillas, nada menos que con Bob Hope de presentador- fue en su mayoría de carácter técnico, prácticamente con la salvedad de un John Williams que se alzó con el reconocimiento a la mejor banda sonora. Fue la del 77 una cosecha de fuste si se valora que Annie Hall y Woody Allen se llevaron los premios a la película y el director y que Ese oscuro objeto del deseo de Buñuel competía en el apartado de habla no inglesa. Vamos, que Hollywood le dio a Star Wars la importancia justa ya en su momento, aunque la trilogía haya conformado un ejemplo de narración clásica por su uso de los mitos, el poder, el viaje, la iniciación, la amistad... que remite a las obras de Shakespeare o el ciclo artúrico hasta el punto de que un prestigioso historiador de las religiones como Joseph Campbell decía admirar cómo su amigo Lucas había actualizado la figura del héroe y los mitos en La guerra de las galaxias.
Los tiempos han cambiado las velocidades de la reflexión humana y la explotación del filón Star Wars -salvo momentos puntuales- ha acrecentado la infantilización del relato. Y, quizá por ello, alguien ha querido llevar la lectura del producto a niveles de profundidad que no se corresponden y que sí se pueden hallar, por ejemplo, en El señor de los anillos de Tolkien. Debería dejarse Star Wars en el honroso estante del entretenimiento y entonces el grado de la decepción sería menor (o asumible), aunque también es cierto que la mejora del entertainment pasa por la inteligencia y el sentido común.
Ahora, llegada la hora del tercer final definitivo -ay, tres trilogías-, cabe sopesar si hay que seguir explotando el negocio de la nostalgia y si se debe introducir en la rentabilísima rueda a nuevas generaciones de fans. Cabe también imaginar que la maquinaria de Disney no podrá sustraerse de la tentación, sobre todo al saber que el nacimiento de la plataforma de contenidos del gigante del entretenimiento -que llega a España el 31 de marzo- traerá consigo, entre otras innumerables galácticas derivaciones, la serie de Jon Favreau The Mandalorian, con su Baby Yoda, y la séptima temporada de Las Guerras Clon.