El autor vasco se despide del género con «Casas y tumbas», un libro en el que aparecen los elementos esenciales de su obra
11 feb 2020 . Actualizado a las 00:18 h.Es la última novela que va a escribir, un colofón a una brillante trayectoria que empezó con Obabakoak (1988), Premio Nacional de Narrativa. Considerado el máximo exponente de la narrativa vasca, Bernardo Atxaga (Asteasu, 1951) fue galardonado hace tres meses con el Premio Nacional de las Letras, que reconoce toda su obra. Casas y tumbas (Alfaguara) consta de seis historias entrelazadas, que transcurren entre 1972 y el 2017 —«fragmentos de cintas que giran en espiral»—, y un esclarecedor epílogo en el que da importantes claves de su obra. «Hay escritores que se valen siempre de los mismos elementos y de los mismos motivos. Yo soy uno de ellos», escribe.
-¿Por qué su última novela?
-Durante mucho tiempo cuando miraba atrás veía una recta. Pasaron los años y es como si esa recta empezara a curvarse y de repente ves tu vida como desde una barandilla. Una travesía muy singular, en la que empiezo escribiendo en euskera textos de vanguardia en un fanzine a principios de los 70, Luego llego a
-Pero seguirá escribiendo.
-Antes de los géneros hubo algo que se llama escribir y leer. Yo sigo escribiendo, lo que pasa es que tengo la convicción de que no debo escribir otra novela porque no tengo tiempo. Si escribiera otra novela no tendría tiempo para otras cosas. Quiero renacer como escritor, explorar otros territorios.
-¿Por qué el título, «Casas y tumbas»?
-Entre la casa y la tumba lo que hay es la vida. Es de lo que trato, de lo esencial, lo que pasa entre la vida y la muerte.
-Pensó en titular la novela «Hilos de agua entre las piedras».
-Vi a Atahualpa Yupanqui en Internet recitando un poema en el que comparaba la vida con un río que avanza sobre piedras. Pensé que en vez de río, que da sensación de poder, hilos de agua, que da sensación de fragilidad. Los personajes, las personas, son hilos de agua cuyas vidas transcurren entre piedras.
-La amistad es el tema que vertebra la novela.
-La amistad engloba todos los demás afectos. El matrimonio cuando funciona bien es la mejor forma de amistad. La amistad es un mundo dentro del mundo, la única fuerza capaz de saltar por encima de las miseria cotidianas.
-Del mundo de Obaba, el imaginario de sus primeras ficciones, al de Ugarte. ¿Qué ha cambiado?
-Obaba era el mundo de lo viejo, no existían Marx ni el psicoanálisis ni el LSD o la marihuana. Ese mundo se derrumbó. La televisión lo cambió todo. Ahora mismo los personajes que vemos en la televisión son tan cercanos como el vecino, se los llama por su nombre de pila. Es la nueva sociedad, el nuevo mundo.
-Escribió historias para esta novela que no ha llegado a incluir.
-¿Por qué tardo tanto en escribir una novela? Porque hago cantidad de salidas en falso. En este libro había capítulos que iban por otro lado, un epílogo narrativo, que era tan siniestro que pensé que iba a marcar mucho el libro. Los suprimí.
-Una de esas «salidas en falso» fue «El soldado que llamó cabrón a Franco», que iba a ser una novela en la que tres reclutas enseñan a una urraca a decir «Franco, cabrón».
-Hice dos versiones. Parte, como muchas cosas en este libro, de una experiencia personal, de cuando hice la mili en el cuartel de El Pardo. Quería escribir un texto cómico y no podía porque asomaba enseguida lo duro, lo dramático, no conseguí ensamblar las dos cosas, por eso lo dejé cuando llevaba 80 páginas escritas. Pero quizá lo retome.
-Franco aparece en su novela como un personaje secundario en el telón de fondo, no aprovecha para hacer antifranquismo como otros autores.
-Eso podría hacerlo en un artículo. La ficción no tiene esa función. Mi idea es que un escritor de ficción debe seguir el movimiento de lo real. En mi memoria está que en esa época para los chicos de 21 años Franco era una presencia fantasmal, el que cazaba, como una sombra. Los cuatro amigos de la novela crean su propio espacio de libertad. Es una forma de resistencia a la dictadura.
«ETA es el pasado, el olvido formar parte del avance»
«Si no fuera por Asun no podría escribir», afirma. Asun Garikano es su mujer y la persona que traduce y edita sus libros del euskera al castellano, una tarea ardua y difícil.
-¿Qué es para usted la literatura?
-Se pueden distinguir dos mundos, el exterior y el interior, a su vez formado por una infinidad de mundos interiores, que es el que me interesa. La literatura es la fenomenología de la subjetividad, todos los fenómenos de la subjetividad están en los libros de ficción o poesía y no es posible encontrarlos en la teoría. Hay un ejemplo. Las autobiografías de Antonio Gamoneda y del historiador Tony Judt. La diferencia es abismal. Judt teoriza sobre cosas generales, Gamoneda llega a la verdad de ese mundo interior.
-ETA aparece de forma tangencial en la novela.
-Aparece como lo que es, el pasado. En este tema hay dos corrientes, quienes recogen ese pasado como combustible político y el resto de la gente, que lo tiene en la mente, que queda en un rincón de su cabeza. En general, en la sociedad el olvido forma parte del avance.
-Uno de sus proyectos es un libro sobre los sucesos de Alsasua por los que se condenó a ocho jóvenes por agredir a dos guardias civiles.
-Si Kafka entrara en mí me ayudaría a escribirlo. Se podría escribir como Capote en A sangre fría, un libro muy documentado, ir a los sitios, hablar con los personajes. Pero tampoco tengo tiempo para eso, me alejaría de otras cosas que quiero hacer, poemas, canciones... Ahora no quiero hacer un edificio, sino una cabaña. Le voy a sorprender, empezaré a contar lo de Alsasua como si fuera Marcial Lafuente Estefanía, como una novelita del Oeste que comienza con una pelea en un salón. De esa mixtura entre datos reales, Kafka y Lafuente Estefanía, podría salir un libro que elevara el suceso a categoría de alegoría. Alsasua es la metáfora de esta época en España, de su parte tenebrosa.
-No tiene muy buen concepto de los políticos actuales.
-Se comportan de forma histriónica, generan crispación, son como los fanáticos de los equipos de fútbol, sobre todo los de la derecha.