El autor de «El viejo que leía novelas de amor» muere por coronavirus en Oviedo
17 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Viajero y escritor son dos ocupaciones que no se suelen consignar en las descripciones de carnés de identidad o pasaportes. Pero sí serían las dos que mejor definirían el trayecto biográfico y creativo del escritor chileno Luis Sepúlveda, fallecido ayer a los 70 años en Oviedo. El autor llevaba desde mediados de la década de los 90 afincado en Asturias y fue el primer caso declarado de coronavirus en la comunidad. Los síntomas aparecieron tras regresar del encuentro literario Correntes d’Escritas en la localidad portuguesa de Póvoa de Varzim y permanecía hospitalizado desde finales de febrero.
Nacido en Ovalle en 1949, Sepúlveda fue hijo de un militante comunista y una enfermera de origen mapuche. Ambas circunstancias ejercieron una influencia notable en su vida. «Rojo, profundamente rojo», era como le gustaba definirse. En una entrevista con La Voz en el 2002 matizaba su posición como respuesta a una pregunta de Luis Pousa sobre la figura del escritor comprometido: «No sé si comprometido, yo fui, soy y seré un hombre de izquierdas. Esa es mi cultura. Y me he ganado algunos lectores en el mundo, que son más de una docena, y esos lectores están de mi lado de la barricada. Me leen porque interpreto las cosas desde este lado de la barricada».
En vida, Sepúlveda conoció muchas barricadas. En el Santiago chileno de su juventud se involucró en la lucha política, militando en las Juventudes Comunistas. Admirador de Salvador Allende, fue detenido tras el golpe de Pinochet de 1973. La dictadura lo abocó a un exilio que empezó en Buenos Aires y lo llevó a Brasil, Paraguay, Perú y Ecuador.
Este último país le daría un giro a su vocación literaria, al descubrirle los Shuar, un pueblo indígena que vive en la selva amazónica. De aquella convivencia nació su libro más conocido, Un viejo que leía novelas de amor, publicado en 1988 y todo un éxito internacional gracias a numerosas traducciones: hasta 60 idiomas y 18 millones de ejemplares vendidos. Su protagonista era Antonio José Bolívar Proaño, un shuar que en la vejez sobrelleva sus noches solitarias en la selva leyendo las novelas de amor que dos veces al año le suministra un dentista, Rubicundo Loachimin. Su historia fue llevada al cine, con guion del propio Sepúlveda, que durante su carrera firmó otros libretos para películas. Además, otras obras suyas fueron adaptadas, como Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, convertida en filme de animación.
Sandinista y ecologista
Viajero incansable, Sepúlveda también recaló en la Nicaragua de la revolución sandinista y de allí pasó a Alemania. En Hamburgo vivió y trabajó varios años para Greenpeace, participando en campañas como la que luchó contra la caza de ballenas, antes de instalarse en Asturias con su mujer, la poeta Carmen Yáñez. En Gijón fundó y dirigió el Salón del Libro Americano.
Su estado de salud en las últimas semanas al no responder a los tratamientos ni a los antibióticos y haber sumado a la neumonía inicial otras patologías, según señalaron fuentes sanitarias a Efe. En un comunicado firmado por su esposa Carmen Yáñez y su hijo mayor, Carlos, la familia agradeció «de todo corazón» al equipo del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) «su gran profesionalidad y entrega».