
El actor y director cumple este domingo 90 años
31 may 2020 . Actualizado a las 09:28 h.Es un tipo con muchas aristas, como corresponde a un grande del cine. En lo personal, amarillismo aparte, sabemos de testimonios para todos los gustos, en particular, por la biografía escrita por Patrick McGilligan, que le hizo muy poca gracia frente a su relator oficial Richard Schickel. En lo artístico tenemos sus películas en la doble faceta de actor y director. Le gustan las armas porque siempre estuvieron ahí, pero «se utilizan de forma incorrecta». Fue alcalde republicano de Carmel y por su antipatía a Obama votó a Trump, del que ahora reniega para apostar por el ya retirado aspirante demócrata Michael Bloomberg. Se las vio tiesas con su compañera durante más de una década, la actriz y directora Sondra Locke, que lo despellejó en sus memorias (y a uno le entran serias dudas sobre su proceder marital y profesional…).
Durante décadas, hasta una escoba con faldas era pieza cobrada, y recoge McGilligan su fría disposición a cortar abruptamente con amigos de toda la vida sin un adiós por medio… Puede que todo eso haya forjado al Clint personaje desde que fue el Hombre sin nombre para la trilogía de Leone en Almería y aledaños, ese fulano parco en palabras, de frases cortas pero lapidarias y mirada casi siempre de entrecejo fruncido, al cabo aquel Harry el Sucio, otro tipo que le marcaría para siempre. En sus casi cuarenta ficciones detrás de una cámara tocó la casi totalidad de géneros, aunque sea el wéstern su cumbre y Sin perdón su pasaporte a la eternidad. Pero como director ya es autor por derecho propio, de los de toma única y rodajes rápidos. Un repaso informal a su obra deja otros hitos, entre ellos Bird y su pasión por el jazz, la redentora Gran Torino, e incluso el sarcástico doblete de La mula y la muy sensible Richard Jewell, joyita que cierra su filmografía.
Quedamos a la espera de su regreso a las cámaras, quizá retomando el proyecto anunciado hace algunos años sobre el rescate en Somalia de la cooperativista estadounidense Jessica Buchanan a cargo de un comando Navy Seals. Ahora mismo en Hollywood oscila entre pope y oráculo, sabemos que hace y deshace a su antojo en la Warner, que para eso llenó sus arcas durante décadas -multiplicó por diez los 60 millones que costó El francotirador, por ejemplo-, además de gobernar su productora Malpaso como a una familia, así que habrá un nuevo Eastwood para final de año, eso seguro. Y se ganó un privilegio reservado a los grandes: vestir traje con corbata para asistir a sus estrenos. Más que una estrella, es un astro.