Joël Dicker: «La lección de la pandemia es que lo más inimaginable puede suceder»

CULTURA

El escritor suizo Joel Dicker
El escritor suizo Joel Dicker Europa Press

El autor de Ginebra, convertido en un fenómeno literario global a sus 34 años, publica su novela más personal

07 jun 2020 . Actualizado a las 10:46 h.

Es uno de los novelistas más leídos del mundo. Joël Dicker (Ginebra, 1985) cuenta ya con nueve millones de lectores. Tras sufrir el rechazo de los editores a publicar sus primeras novelas, triunfó internacionalmente en el 2012 con La verdad sobre el caso Harry Quebert, traducida a cuarenta idiomas y que se ha convertido en un fenómeno literario global. Llega ahora El enigma de la habitación 622, cuyo título es un guiño a El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, que hace referencia al número de conquistas femeninas del protagonista. «No he hecho casi nada durante la pandemia, debido a la tensión que me ha generado el confinamiento, la inquietud por lo que estaba pasando y lo que podía ocurrir, afirma Dicker desde Ginebra. «Las noticias me han absorbido y no he tenido tiempo para escribir o leer. Es como si estuviera anestesiado o noqueado», explica.

-¿Podía imaginarse algo como lo que ha sucedido?

-Si alguien hubiera imaginado una situación como esta nadie le habría creído. Los ciudadanos tenemos que sacar una gran lección, que las cosas más insospechadas, inimaginables e increíbles pueden suceder. Pienso en las consecuencias del cambio climático, en las advertencias que llevan haciendo los climatólogos sobre lo que va a ocurrir con casi total seguridad.

-En la novela aparece un trasunto suyo, Joël, como personaje. ¿Es usted o una creación de ficción?

-Es un Joël de ficción. Aunque en la novela hay fragmentos dedicados a mi editor Bernard de Fallois, en los que cuento la relación real de amistad que teníamos. Pero es una novela, el personaje no soy yo. Me divertía utilizar el nombre Joël para jugar con dos elementos, verdad y ficción. En La verdad sobre el caso Harry Quebert aparecía un personaje, Marcus Goldman, la gente me decía que era yo. Yo lo negaba, pero el lector ya lo había decidido.

-¿Qué es para usted la literatura?

-Es un juego en el que participan el autor y el lector, en el que ambos se necesitan. El autor presenta a los personajes, urde la trama y luego el lector se imagina cómo son esos personajes, el ambiente y lo que sucede. Si el lector no entra en el juego, no le interesa o se distrae mirando el móvil, la intensidad no es igual que si está muy concentrado, es sagaz y lo vive de forma apasionada.

-En ese juego que mantiene con el lector, ¿tiene un plan definido antes de ponerse a escribir?

-Solo tengo un plan: que no tengo plan. Es mi única línea directriz, porque el plan me coarta y me impide la creación. A mí lo que me gusta es dejar abiertas todas las posibilidades para hacer lo que yo quiera. Estoy convencido de que si hago un plan muy preciso, aunque luego me quisiera alejar, me condicionaría. En la medida en que yo esté emocionado, me entusiasme y me intrigue lo que voy a escribir, el libro gana.

-¿Es un adicto a la literatura como el Joël de la novela?

-Sí, es una adicción muy importante para mí. A veces se habla del éxito, y a mí me encanta que mis libros lo tengan. Pero yo no decido si mi libro se va a vender o si va a gustar a mis lectores, solo me entrego a mi placer. Para mí, la pasión, la adicción, el entusiasmo, esa especie de pequeña locura en la que entro cuando estoy escribiendo, es ya un éxito.

-Le califican de «el principito de la literatura negra contemporánea», pero usted siempre dice que no escribe novela negra.

-No soy partidario de encasillar los libros. Es cierto que en mis últimas novelas hay un asesinato, una investigación y al final encontramos la respuesta de quién es el asesino. Aunque haya elementos que pertenezcan al género negro no son novelas típicamente policíacas porque no responden a todos los códigos del género. En la novela policíaca el asesinato es el elemento central y todo gira a su alrededor. En mis novelas es un elemento más, una capa más y no más importante que otros.

-Afirma que lee poca novela negra o policíaca, pero hace poco empezó a leer los libros de Sherlock Holmes, que le apasionaron.

-Descubrí a Conan Doyle y me fascinó, también Agatha Christie por las mismas razones. No me fascinan tanto el asesinato y el enigma, y lo digo con todo el respeto. A menudo el crimen no es muy interesante y el modo en que se resuelve la investigación está cogido por los pelos. Lo que me fascina de Conan Doyle es la atmósfera que crea. Nos zambullimos en ese ambiente, luego cómo se resuelva el crimen no importa mucho. Esto define lo que es la literatura, la posibilidad de escapar de nuestra realidad cotidiana, del universo al que pertenecemos, y zambullirnos en otro.

-En una entrevista me decía hace dos años que aún era un joven autor que tenía que aprender mucho de su oficio. ¿Ha progresado desde entonces?

-He avanzado un poco, he cubierto una etapa más. Por ejemplo, he sido capaz de relatar una historia que transcurre en Ginebra, la ciudad de mi vida real, en la que nací. Y para mí la realidad es el enemigo de la ficción, de la imaginación. La realidad te atrapa. He conseguido hablar de Ginebra no a través de sus edificios o de su lago, sino de los sentimientos que me hace experimentar. Es un paso adelante.

«Las series se han apropiado de los códigos de la novela»

Las series televisivas se han convertido en una especie de sustitutivo de las novelas, según Dicker.

-Desafortunadamente, en parte sí. Pero las series no han inventado nada, se han apropiado de todos los códigos de la novela, que en su día se publicaban por entregas en los periódicos, como El conde de Montecristo. Esas entregas son el antecedente de las series. Pero en la novela los lectores participan de forma activa de todo lo que ocurre, actúan como creadores, se imaginan los personajes, los lugares. Cada lector hace suyo el libro. Si mil personas leen el mismo libro habrán experimentado mil cosas diferentes. En el caso de una serie o una película los mil experimentan lo mismo.

-¿Qué opina de lo que está pasando en EE.UU., un país que conoce muy bien y donde ha situado sus novelas anteriores?

-Es terrible, no tengo palabras para expresar lo que siento ante la enésima muerte de un negro a manos de la policía. Esas explosiones de rabia que estamos viendo no son la reacción a un hecho, sino la expresión de una sociedad que está harta. En EE.UU. son grandes comunicadores, con el sueño americano, Hollywood, etc, crean la sensación de que se trata de un país donde todo es posible y la vida es color de rosa, pero está marcado por las desigualdades y la violencia y no funciona. La gestión de Trump es lamentable, muy inquietante y preocupante. Hay un desprecio a los ciudadanos, a su salud, a sus sentimientos, a sus reivindicaciones. Debemos ser conscientes de que cuando votamos elegimos a va a dirigirnos en estas crisis. Si votamos solo para expresar que estamos hasta las narices, como voto de castigo, hay un riesgo enorme, como se está viendo con Trump.