Muere Juan Marsé, el novelista que reflejó la posguerra y la modernidad

doménico chiappe MADRID / COLPISA

CULTURA

Juan Marsé en el año 2008, cuando fue galardonado con el Premio Cervantes
Juan Marsé en el año 2008, cuando fue galardonado con el Premio Cervantes Alberto Estévez

El autor de «Últimas tardes con Teresa» desnudó en su obra a la burguesía catalana

20 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La España de la posguerra y la modernidad puede verse reflejada en el universo de Juan Marsé, el escritor de Barcelona que ha muerto a los 87 años. Ese retrato humano y social de un país que se levantó de las cenizas de la miseria y caminó con paso firme, aunque tambaleara a veces, hacia el progreso está tanto en sus obras como en su propia vida.

Autor de novelas como Rabos de lagartija (2000) o Últimas tardes con Teresa (1965) creó un microcosmos especular a partir del barrio en el que había crecido, y ganado la vida como aprendiz de un oficio manual y habilidoso como el de joyero. Con la literatura, sin embargo, todo recuerdo se convirtió en proceso metonímico para dar cuenta de un gran «todo», una nación compleja que, sin moralinas ni editoriales, ayudó a comprender.

Su madre murió al nacer y fue adoptado por los Marsé, no acabó sus estudios y comenzó en la literatura escribiendo cuentos que publicaba en revistas como Ínsula. En la veintena vivió tres años en París, cuando se ganaba la vida con empleos de distinta naturaleza, e indagó en la novela desde principios de los sesenta y en los noventa. Bajo el sello de un gran grupo transnacional, publicaría novelas como El amante bilingüe o El embrujo de Shanghai. Siete de ellas han sido adaptadas al cine, bajo la mirada de directores como Fernando Trueba (El embrujo de Shanghai) y Vicente Aranda (La muchacha de las bragas de oro y Si te dicen que caí).

Premio Cervantes

Merecedor del premio Cervantes en el 2008, Marsé despegó al ganar otro premio, el prestigioso Biblioteca Breve de la época de Carlos Barral. Este escritor que aseguraba emprender de cero cada nuevo reto, para «expresar lo mejor posible lo que uno quiere expresar», murió en la madrugada del domingo en el hospital de Sant Pau de la ciudad en la que nació.

En lo literario se le ha incluido en la llamada Escuela de Barcelona, junto a otros escritores como Jaime Gil de Biedma, Manuel Vázquez Montalbán, Juan Goytisolo o Eduardo Mendoza.

La editorial Lumen publicará el próximo mes de septiembre un libro inédito de Juan Marsé, Viaje al sur, que el escritor escribió en 1962 y que no llegó nunca a ver la luz. La obra se creía perdida y su recuperación y posterior edición fueron una apuesta personal de la que durante años fue la agente literaria de Marsé, Carmen Balcells.

Además de ese libro, la editora de Lumen, María Fasce, explicó que están revisando el último proyecto de Marsé, una «especie de diario al que él se refería como «notas para unas memorias que nunca escribiré», del que no ha dado más detalles.

La ceremonia para despedir al escritor se hará el martes a las 12.45 en el tanatorio barcelonés Sancho de Ávila.

«Sigo siendo un aprendiz», aseguró en una de sus últimas entrevistas

En una entrevista del 2017, el premio Cervantes destacaba que aún seguía siendo un «aprendiz». Ni siquiera ser el autor de novelas más que relevantes en el último medio siglo terminaba por afianzar la seguridad de Juan Marsé (Barcelona, 1934). «Cada vez que me enfrento a un texto tengo la sensación de partir de cero, de que todo lo que he aprendido para el libro anterior no sirve para el nuevo», aseguraba el veterano escritor, que reunía por aquel entonces nueve relatos y algunos artículos en la edición revisada de Colección particular (Lumen), un caleidoscopio de su mundo.

Confesaba Marsé que nunca se sentía «un escritor hecho». El oficio de narrar consiste, a su juicio, «en expresar lo mejor posible lo que uno quiere expresar». «Esta es la batalla. No hay otra. Es inútil pensar en la experiencia», aseguró el también premio Planeta.

Rechazaba las historias basadas en hechos reales en el cine y la literatura y prefería el desafío de hacer creíbles las historias imaginadas, logrando que el lector se olvide de lo que lee y que la literatura se haga invisible. «La autoficción no me interesa. De hecho, todo está inventado en el Quijote», dijo quien se consideraba un «gandul y un perfeccionista».