La ganadora del Goya y de la medalla Castelao habla de su vida en Brasil, de su etapa de fotógrafa y de su concepto de la vida: «Nunca me interesó el dinero»
08 ago 2020 . Actualizado a las 13:36 h.Menuda y pizpireta, inmensamente libre, Benedicta Sánchez (O Corgo, 1935) me deslumbra con su historia de mujer invencible. A veces, yo pregunto una cosa y ella responde otra. Ella gobierna la entrevista mientras yo pienso en el poco espacio del que dispongo para albergar semejante relato. Lo que van a leer es el resumen del resumen.
-¿Cómo está pasando este verano tan raro?
-A mí me encanta el sol. Es una tontería esto que voy a decir, pero mis padres fueron emigrantes en Cuba y, al regresar, tenían un niño de casi 9 años así que, en alta mar, fueron a buscar la nena. Por eso digo que en mis genes hay trópico. Así que, desde pequeña, ya buscaba el sol como los lagartos. Yo emigré a Brasil y allí hay una gente maravillosa y un clima fantástico. ¡Qué libertad da ese clima!
-Todo este barullo que ha venido después de la película: fiestas, premios, entrevistas... ¿cómo le ha afectado? No parece que mucho.
-No, ¿verdad? Ja, ja. A mí siempre me gustaron mucho las relaciones humanas. Soy muy charlatana. Mire, hace poco estuve en un colegio y me preguntaron qué concepto tenía del hombre. Y yo dije: ¡Mi complemento perfecto! Adoro a los hombres. Cuando yo era niña y se hacían fiestas como la matanza, enseguida se formaban dos grupos: el de los hombres y el de las mujeres. En el de las mujeres eran todo chismes. En el de los hombres se hablaba de la propiedad, de la guerra... Una conversación que valía la pena oír. Yo me iba con el de los hombres.
-Ya. Se casó joven.
-Sí. Yo quería emigrar, era mi sueño, al clima cálido. La primera vez que me llevaron al cine vi una película que se desarrollaba en Honolulú. Y pensé que quería ir a un lugar así. No quería ir a Brasil por el idioma. Era una acomplejada. Al final nos fuimos a Brasil en 1960. Y en 1962 nos separamos.
-Vaya. ¿Y eso?
-Yo allí me defendía muy bien, pero él no conseguía trabajo. Era una persona muy traumatizada. Tantas veces me dijo vete que un día dije: «Bueno, pues me voy». Luego vino para decirme que yo era de él y me hizo la vida imposible.
-¿Y qué hizo usted?
-Yo trabajaba en una librería y el gerente me ayudó a conseguir un pasaporte, porque el que tenía era conjunto con mi marido. Me lo daban solo para volver a España, pero yo quería viajar. Así que lo conseguí y luego viajé con un grupo que conocía y fuimos hasta la India.
-También fue fotógrafa.
-Sí, pero antes, al principio, estuve en una casa. Pero yo no había salido de España para ser criada. Luego fui dama de compañía. Estuve once meses y, por medio de unos empresarios gallegos nos hicimos cargo de un bar que tenía una vivienda encima. Nosotros éramos vegetarianos y allí había una librería especializada que visitamos. Hablábamos de Krishnamurti, no sé si lo conoce.
-La verdad es que no.
-Era un pensador hindú. El caso es que hicimos amistad y me ofreció trabajar en la librería. Yo me consideraba de izquierdas porque mis padres también lo eran. Y mi marido. Mire, cuando falleció Stalin a mí solo me faltó llorar. Aunque eso acabó muy rápido.
-La fotografía, Benedicta.
-El caso es que viajé con el grupo de la librería, escuché las conferencias de Krishnamurti, viajé por el Medio Oriente y al regresar a Río, aunque la librería me encantaba, yo quería ser independiente. Conocí a un ecuatoriano fotógrafo que tenía problemas con el idioma y me ofreció trabajar con él. Hacíamos fotos de la gente en los suburbios, en la playa. Era una diversión total. Pero yo quería ser independiente. En el rodaje de la película, una chica me dio que yo era la mujer más independiente y salvaje que había conocido. Y le contesté. Si tuviera 20 años y tú fueras un chico, me iba contigo, ja, ja. El caso es que con este chico tuve desavenencias. Así que me puse a hacer cursos y me establecí por mi cuenta.
-Independiente al fin.
-Sí. Y me fue muy bien, pero a mí nunca me interesó el dinero. Fui autónoma durante 15 años.
-Y se quedó embarazada.
-Sí. En 1965, un fotógrafo aficionado me siguió los pasos y yo también terminé gustando de este hombre. De aquella pensaba: cuando encuentre un hombre que me atraiga, le voy a guiñar la quinta pestaña para no tener que ir a un banco de esos de semen. Y acordamos tener un hijo.
-¿Por qué volvió a España?
-Cuando nació mi hija, él quería que fuéramos una familia, que tuviéramos un piso y... yo ya no estaba a gusto. Pasaron dos años pero yo no dejé de preparar el viaje. Y al final me vine.
-A Lugo.
-Sí, pero aquí no cuajaba. Lo pasó peor mi hija que aquí no fue tratada con el cariño que le daban allí. Cuando cumplió los 18 nos fuimos a Valencia. Y allí nos fue mucho mejor
-Demos un salto en el tiempo, ¿dónde tiene el Goya?
-Lo tiene mi hija en Lugo.
-Se dice que se respeta poco a los mayores. ¿Qué opina?
-Yo no tengo queja. A mí me han respetado incluso más de lo que merezco. Tengo más quejas por ser mujer que por ser anciana.
-Antes decía que no tenía queja de los hombres.
-Tengo quejas de las mujeres.
-Dígame cuatro palabras que la definan.
-Ya le dije, soy independiente y salvaje. Y también amo a la naturaleza. Veo reflejada en la naturaleza la presencia de Dios.
-¿Es creyente?
-El mayor insulto que se me puede decir es que soy atea. Una cosa es ser creyente y amar a Dios y otra cosa es comulgar con piedras de molino.
-¿Le gusta cocinar?
-Yo me conduzco más por el crudivorismo. Lo cocido cuece el cuerpo, lo crudo lo rejuvenece.
-¿Hay algo que eche de menos?
-Me gusta mucho el sol y siempre dije que Galicia para mí no fue madre, sino madrastra, aunque ahora se ha volcado mucho conmigo y no sé como dar las gracias. Para mí, la medalla Castelao es el no va más. Yo procuro no tener apegos, porque los apegos son deficiencias.
-¿Y se arrepiente de algo?
-Quisiera haber sido mejor madre, mejor hija y mejor hermana.
-¿Le gusta bailar?
-Muchísimo. Ahora bailo sola. Y cuando me levanto de la cama, siempre tengo una canción en la cabeza. Y siempre voy canturreando algo.
-¿Le han vuelto a ofrecer algún proyecto en el cine?
-Sí, pero yo soy de un marido solo, ja, ja. Jamás pude imaginarme que esto iba a suceder. No quiero más emociones de momento.
-¿Se enamoró muchas veces?
-He estado enamorada, sí. Entregué mi cuerpo y alma más de una vez. Y muy feliz.
-Dígame una canción.
-[Cantando] ¡Resistiré! Yo ya la cantaba antes de esto.
-¿Qué es lo más importante en la vida?
-Comprender, resistir y no ahogarse en una gota de agua. A estas alturas de mi vida, dar muchas gracias al sumo hacedor, que me ha dejado vivir tantas cosas.