Antía Salas Vega y Elsa Fernández López ganan los Relatos de Verán

La Voz REDACCIÓN

CULTURA

PACO RODRÍGUEZ

Las galardonadas recibieron un bono para una estancia en cuatro pazos y una tableta

05 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Antía Salas Vega, con Un mundo sin lágrimas, y Elsa Fernández López, con O xardín das delicias, son las ganadoras del certamen de La Voz de Galicia Relatos de Verán. Tras el recuento de los votos, Antía Salas, de Santiago, se proclamó vencedora en la categoría de mayores de 15 años, por lo que recibió un bono para disfrutar de una estancia de dos noches en cada uno de estos cuatro pazos: Casa Grande do Bachao, en Santiago; Casa Grande de Rosende, en Sober; Casa Grande Soutullo, en Coles; y la Rectoral de Fofe, en Covelo. Por su parte, Elsa Fernández, que venció en la categoría de menores de 15 años, recibió una tableta. El delegado de La Voz en Santiago, Ignacio Carballo, les entregó sus premio. Además, de entre todos los votos recibidos se seleccionó uno al azar, que fue enviado por María Nieves Rodríguez Devesa, que recibirá un lote de libros del sello Biblos.

Antía Salas lleva escribiendo desde los siete años pero el de La Voz era el segundo certamen al que se presentaba. Animada por un amigo, el último día de plazo envió su relato. A esta joven de 17 años, seguidora de Neil Gaiman, le gusta escribir relato, poesía y, sobre todo, prosa poética. Sobre el texto con el que se llevó el premio explica: «É un relato aberto todo, pero en especial o final, un pouco a libre interpretación. Fíxeno así intencionadamente porque non me gusta cerrar demasiado o que escribo. Quero que sexa o lector o que lle poña o final. Trátase de literatura fantástica, ten unha mestura de realidade e fantasía. Gústame xogar coas distintas realidades». 

Primera vez

Por su parte, para Elsa Fernández, de 14 años, también era la primera vez que participa en los Relatos de Verán, aunque conocía la convocatoria de años anteriores. Le gusta mucho la literatura y se declara lectora de Almudena Grandes y Fernando Aramburu, entre otros. El tema de su relato se inspira en el célebre cuadro del Bosco, El jardín de las delicias. «A cultura está pasando un mal momento e, en certo, modo eu dedícome a ela, porque levo desde os tres anos tocando a trompeta na banda e no conservatorio de Arzúa. Así, o relato é un xeito de apoiala. Gústame escribir en xeral sobre a arte», explica.

Un mundo sin lágrimas

Sacó con cuidado el ojo de la cuenca y lo sostuvo delicadamente, oprimiendo el iris verdoso entre el índice y el pulgar.

Millones de fotogramas microscópicos inundaron el aire, como estrellas en la atmósfera de un cosmos nebuloso. Movidos por la ingravidez, los recuerdos más pesados se colocaron a la izquierda, siguiendo las leyes no escritas de la lógica multidimensional.

Con las manos en las sienes, el hombre encapuchado movió sutilmente los píxeles hasta que un holograma metálico se mostró ante él.

Una punzada de dolor invadió su pecho.

Allí, sentado en la oscuridad estaba Dani, y dormido en sus brazos, un gatito atigrado soñaba con la libertad.

El fragor de la memoria se abalanzó sobre él, como un tigre que, tras agazaparse entre las sombras, salta sin piedad sobre su presa.

Las imágenes se sucedieron, anunciando la llegada de un final inevitable.

Llovía.

Ella lo acercó a la ventana.

—Mamá —susurró—, quiero tocar el arcoíris.

Segundos después, cayó al vacío.

Los colores se difuminaron devolviéndolo al dolor agrio de aquel presente injusto.

Supo que era su única oportunidad.

Su rostro se contrajo de concentración en un gesto rápido.

Luego de una explosión atronadora, todo desapareció, y él supo, como quien tiene la certeza de algo incierto, que ella por fin podría olvidar.

Era una cama grande, de sábanas blancas.

Se quitó la capa y la tendió en el suelo.

La capucha descansaba sobre sus hombros.

Miró la hora.

7:00 a.m.

En unos minutos Alice despertaría y él volvería a ver la luz del amanecer en sus ojos de río.

Ella decía que en cada mirada que compartimos hay galaxias, y él deseaba para ella un mundo sin lágrimas.

Relato de Antía Salas Vega, ganadora en la categoría de mayores de 15 años

O xardín das delicias

Cando chegou até alí, só quería ver ese tríptico. O xardín das delicias. Levaba tempo pensando no intre no que chegaría á sala onde se atopaba aquela obra en particular.

Todo comezou un día do tempo estival, o día do seu aniversario. Seus pais descoñecían até hai pouco a derradeira paixón de André, a pintura. Estiveran buscando algúns posibles agasallos, mais cando viron aquel, non dubidaron que o engaiolaría. Que podería ser? O rapaz mostrábase incrédulo ao descubrir o que se atopaba debaixo daquel papel de bonecos azuis. Un póster para a súa nova habitación. Descoñecía de que obra de arte se trataba e preguntoulle aos seus pais sen obter ningunha contestación.

—O último día deste mes imos facer unha visita que vai ser do teu agrado —díxolle súa nai—. Mentres tanto, procura información sobre o teu regalo.

André colgou aquela folla na súa parede e, a pesar de buscar na Rede, non acadou resposta algunha para aquel enigma. «O que teño claro é que se trata dunha obra de arte, mais non sei como facer para atopar de quen é. Comunícame algo que ningunha outra me transmitira », díxose.

Eureka! Pensou na persoa perfecta para preguntarlle todo o que necesitaba saber: o mestre de arte do instituto. E, á fin, deu coa resposta. O Bosco. Tríptico: paraíso, vida terreal, inferno.

Pescudou para analizala á perfección. Escoitáralle á súa nai que ían ir ao Museo do Prado o último día do mes.

10.00 horas da mañá do 31 de xullo. André devecía por chegar a aquela sala... A uns pasos descubriu aquela marabilla da que tanto se falara na súa casa. Aquela obra enigmática e fascinante. Aquela obra do Renacemento flamenco. Aquela obra de dimensións 220 x 389 centímetros, na sala 056 do Museo do Prado. Aquela obra do neerlandés cuxo alcume era o Bosco.

«Este si é o meu xardín das delicias».

Relato de Elsa Fernández López, ganadora en la categoría de menores de 15 años.