El escritor y librero mantiene su bitácora en Instagram mientras espera un estímulo que le haga emprender otra aventura literaria
08 ene 2021 . Actualizado a las 13:32 h.Si no conoce al personaje, lo primero que debe saber de Xacobe Pato (Ourense, 1987) es que tiene casi veinte mil seguidores en Instagram que, para un librero, no está mal. Y lo segundo es que usa esa red social para escribir, con notable éxito (ha recopilado sus textos en Seré feliz mañana, Espasa). Un tercer dato: es un conversador excelente.
—¿Qué le han traído los Reyes?
—Lo que más ilusión me ha hecho ha sido una recopilación de entrevistas a escritores de París Review entre 1950 y 2012. También ropa, una colonia, una pluma... Con esto de haber publicado un libro me han empezado a regalar plumas. Ya tengo dos. Ah! Y una camiseta de C. Tangana, que es el contrapunto al regalo cultureta, ja, ja.
—¿Eso significa que se ha portado bien?
—Yo creo que mi familia me quiere bastante. No es que me haya portado demasiado bien, pero me lo perdonan todo. De pequeño, no tanto, pero en los últimos años, sí.
—¿Está en algún proyecto literario ahora?
—El libro que publiqué son unos diarios que acaban en diciembre de 2019. Y el diario nunca tiene final, así que sigo escribiendo esos diarios, pero sí tengo ganas de añadir algo más, de encontrar algún tema que de alguna manera tire de mí.
—Yo admiro a cualquiera que pueda escribir una historia de, digamos, 200 páginas.
—Sí, yo también. Para escribir una novela así hace falta como una arquitectura y yo estoy en primero de arquitectura todavía. Me quedan muchos años todavía para poder armar algo así.
—De usted dicen que es un influencer literario, aunque eso es casi un oxímoron.
—Sí. Yo intento huir de esa etiqueta, pero me persigue. Empecé a escribir en Instagram, que para mí es una herramienta para publicar textos, antes que abrirme un blog, que creo que ahora ya no los visita nadie. Mi objetivo es que la gente me lea.
—En su muro veo mucho «selfie»
—Pertenezco a mi generación y no huyo de eso. Instagram es una red donde prima la imagen, pero la palabra siempre se abre paso. Si una historia está bien contada, da igual el formato. La imagen espero que funcione como una especie de titular, un reclamo. No lo consigo mucho porque no soy un gran fotógrafo, por eso tiro más de lo que conozco, que es el mundo del selfie.
—Me voy a dejar influenciar. Voy a terminar un libro de Don Winslow, ¿qué me recomienda para después?
—Alguno de Domingo Villar, que podría ser un Don Winslow a la gallega.
—Seguro que usted era un niño lector.
—Sí, sobre todo de cómics. A veces me piden consejos para niños, para que se aficionen a la lectura y muchas veces recomiendo tebeos, los de Tintín, que eran los que más me gustaban a mí. Es una buena forma de adquirir el hábito lector. Yo perdí ese hábito cuando llegué a los 18 y luego lo recuperé con Eduardo Mendoza.
—En el cole, en el recreo, todos jugaban al fútbol y usted leía.
—No, no. De pequeño era un loco del fútbol. Jugaba y me gustaba verlo. Mi infancia coincidió con los mejores años del Deportivo y yo era muy futbolero. La lectura era algo complementario.
—¿Quién era su ídolo?
—Djalminha. Me gustaban los jugadores que no eran trabajadores. Yo lo imitaba, me paseaba bastante por el campo, pero no tenía los momentos de genialidad que legitimaban esa actitud.
—Estudió Ciencias Políticas. ¿Cómo fue el salto hasta la librería?
—Con 17 años me empecé a interesar por la política y luego entré en la Facultad, pero me desilusioné en los primeros cursos. Así que, cuando acabé la carrera, tuve un momento de crisis y me refugié mucho en la lectura. Fue cuando abrieron la librería Cronopios, en Santiago y dejé un currículo sin mucha esperanza. Pero Mercedes [Corbillón] me entrevistó y la convencí.
—Tenía un amigo que le enervaban los libreros que no sabían de libros.
—Te dediques a lo que te dediques, tienes que intentar hacer bien tu trabajo. Un librero debe estar un poco al tanto de lo que sale y de los gustos de la gente. Hay que trabajar con pasión. El trabajo de librero está bien, aunque un poco mitificado, la gente cree que estamos en una butaca leyendo y hablando de libros, pero también hay que movervolúmenes o hacer mucho trabajo de administración.
—Seguro que tiene momentos chulos.
—Sí. Como cuando descubres un libro a la gente, una lectura que desconocía y que crees que vale la pena; conseguir que conecte con tres o con cinco lectores es muy bonito, muy gratificante.
—¿Cuántas páginas necesita para decidir que ese libro no lo va a acabar?
—Estoy en proceso de conseguir eso, pero aún no soy capaz. Cuando empiezo un libro, algo me empuja a acabarlo. Supongo que se me irá pasando con la edad.
—Ya insinuó que es del Dépor.
—En Santiago disfruté mucho de la rivalidad con el Celta. En mi clase éramos más o menos 50/50 y había que agudizar el ingenio. Era mucho más divertido que ser deportivista en A Coruña, donde todos nos dábamos la razón..
—Elija cuatro palabras que le definan.
—Uf. No me sale ni una, parece una entrevista de trabajo. Observador, curioso, entre disperso y despistado podía ser la tercera y la cuarta... librero.
—Haga una definición breve de Galicia.
—Le voy a dar una imagen: Galicia es un pueblo costero donde hay un bar con cuatro o cinco personas comentando la actualidad sin pasión y con retranca y, donde se lo pasan bien, con el mar de fondo y la taberna a las espaldas.
—¿Tiene un lugar favorito?
—Tengo tres: Trasmiras, la aldea de mi familia paterna, donde pasaba un mes todos los veranos. Santa Cruz, en Oleiros que es donde pasaba el otro mes del verano con mi otra abuela y Louro, que es donde lo paso ahora.
—¿La felicidad está en el verano?
—Para mí, sí. Siempre espero el verano.
—¿Qué aficiones tiene?
—Leer, escribir, salir a cenar, tomar vinos con amigos y saludar a los taberneros. Me gusta mucho hacer cosas que no se pueden hacer en esta época.
—¿Toca algún instrumento?
—Me apunté con un amigo a tocar la guitarra cuando empecé la carrera. Yo creo que lo hice para ver si tocando la guitarra ligaba un poco más, pero me eché novia enseguida y lo dejé.
—¿Mantiene la novia?
—Ahora tengo otra. Pero siempre he sido muy estable en el terreno sentimental.
—Elija uno de estos cuatro superpoderes: volar, superfuerza, invisibilidad o viajar en el tiempo.
—Volar no, que tengo vértigo. Elegiría viajar en el tiempo, para ir al pasado a ver algún momento de mi vida y luego al futuro, pero no para verme a mí. No quiero spoilers.
—Dígame una canción.
—Necromántico, de Carolina Durante.
—¿Qué es lo más importante en la vida?
—Pasar tiempo con la gente a la que quieres y divertirte en el camino. No hay que obsesionarse demasiado con ser feliz.