Una visión de Japón sin los prejuicios e idealizaciones de Occidente

Xesús Fraga
Xesús Fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Gonzalo San Emeterio (izquierda) y Andres Perez Riobó, autores de «Japón en su historia» (Satori)
Gonzalo San Emeterio (izquierda) y Andres Perez Riobó, autores de «Japón en su historia» (Satori)

Los gallegos Andrés Pérez Riobó y Gonzalo San Emeterio firman un manual sobre la historia del país

26 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Pensar en Japón es evocar samuráis y geishas, espadas y crisantemos. Un país fascinante pero cuya cultura puede quedar oculta bajo el velo del exotismo. Japón en su historia (Satori) no es solo un manual concebido para abarcar un amplio período temporal que arranca hace 40.000 años y llega hasta hoy, sino que se guía por una perspectiva más próxima a la historiografía nipona.

«Japón es un país que ha sido idealizado y mistificado hasta el extremo, sirviendo como espejo invertido de las sociedades occidentales, unas veces enfatizando sus defectos y otras sus virtudes, pero en la mayoría de los casos exagerando solo aspectos parciales», explica Andrés Pérez Riobó (Vigo, 1980), coautor del volumen junto a Gonzalo San Emeterio (Ferrol, 1980). Ambos especialistas han unido fuerzas para culminar un encargo que arrancó en el 2015 y que pronto excedió las dimensiones previstas inicialmente y retrasó la entrega tres años, una espera que pudieron sobrellevar sin presiones editoriales, algo para lo que solo tienen palabras de agradecimiento.

El manual propone un punto de vista mucho más plural y que sortea los tópicos -«el carácter grupal de la sociedad, los samuráis como definidores del tipo social masculino, la figura arquetípica de la geisha como imagen de la mujer japonesa, el pensamiento zen como representante del pensamiento japonés»- para revelar otros factores. «Creo que es mucho más individualista de lo que se piensa. Eso de verlos todos iguales como hormigas es sin duda un prejuicio de Occidente, siempre deseoso de pensarse como la única civilización que desarrolló una conciencia del individuo», sostiene Pérez Riobó.

Otra novedad que introduce Japón en su historia es una mayor atención a la presencia ibérica en la Edad Media del país -que otros manuales procedentes del ámbito anglosajón infravaloran-, así como la relevancia que conceden a ejemplos de la cultura material ya no como complemento al texto, sino por su propia importancia. La ilustración de un puesto de gachas de arroz ilustra de forma efectiva lo que fue la hambruna de la época premoderna, mientras que los haniwa bailarines no solo son «un ejemplo de la cultura funeraria del siglo VI, sino que además se han convertido en la actualidad en un icono popular que ha aparecido múltiples veces en carteles, mangas y videojuegos», explica San Emeterio, trazando una reveladora conexión cultural que trasciende siglos. Igualmente, el historiador cita otro caso, el de la ilustración de un gigantesco sapo: «Cualquier lector interesado en el cómic japonés podrá asociar fácilmente esta imagen de una historia publicada a mediados del siglo XIX con un manga actual muy popular». «Uno de los objetivos era que el libro no se convirtiese en un "tostón", y que al menos llamase la atención de los lectores porque lo que más nos importa es que la gente se acerque a Japón y su cultura. Y además, con las facilidades que hay hoy en día para editar texto con imágenes sería una pena no hacerlo. De poco sirve hablar de obras de arte si no hay fotografías que las muestren, y todas las imágenes de cerámicas y estatuaria budista tienen un afán didáctico», añade Pérez Riobó.

Ese manga es un ejemplo de cómo Japón apuesta por su «poder blando» para elevar su caché cultural en el mundo, «lo que redunda en mejores relaciones políticas, comerciales y humanas con el exterior», enumera Riobó, quien apunta que en buena medida las creaciones contemporáneas revisitan sus tradiciones. Otro motivo más para conocer mejor la historia de Japón.

Los Caminos confluyentes de Santiago y de Kumano

Aunque Gonzalo San Emeterio nació en Ferrol por circunstancias laborales de su familia, curiosamente Galicia ha estado presente en su proceso de aprendizaje de la lengua y cultura japonesas. En su época de estudiante trabajó a tiempo parcial en un taller de ikebana, cuyos dueños lo introdujeron en el mundo de la camelia. «Me insistieron mucho en el vínculo entre Galicia y Japón», recuerda el historiador, quien les servía de intérprete cuando viajaban a exposiciones de camelias en tierras gallegas. También fue crucial una amiga japonesa que hizo durante su primer año de estudios y cuya tesis doctoral comparaba las rutas de peregrinación de Santiago y Kumano. «A través de esta amiga me quedó claro que los japoneses sienten una especial afinidad por Galicia debido a su naturaleza y a unas creencias que transmiten una sensación de proximidad, casi solapamiento, entre el mundo humano y el mundo sobrenatural. Este es un elemento en común con las creencias animistas japonesas», explica San Emeterio, quien curiosamente llegó a El bosque animado gracias a su amiga nipona.

El animismo es otra conexión que subraya Andrés Pérez Riobó. «Quizá por influencia celta, el sentimiento religioso directamente enlazado con la tierra de Galicia es muy similar al animismo sintoísta de Japón, donde una roca, un árbol o una montaña pueden ser sagrados», afirma. «Una romería típica en una ermita se parece mucho a un matsuri o festival japonés, donde lo profano y lo sagrado se unen armoniosamente. También todos los santos milagreiros tienen un punto supersticioso que en Japón configura la base de su religiosidad», añade. Como San Emeterio, destaca también el hermanamiento de los Caminos de Kumano y Santiago, este último muy popular en Japón.

Riobó pone otros ejemplos de cómo la cultura japonesa fascinó e influyó en Galicia: «A nivel cultural, creo que fue la Xeración Nós la que más se acercó a Japón. El haiku influyó en la poesía de Manuel Antonio o Cabanillas y las xilografías del ukiyoe influyeron directamente en el nacimiento de la estampa gallega de Castelao o Maside. Risco podría haber servido de puente cultural entre Japón y Galicia, pero su atracción por el Oriente se centró más en la India y el budismo». Las fotografías de José Suárez o libros como el Caderno de Xapón de Miguel-Anxo Murado son, en su opinión, «obras son extraordinarias pero también únicas, en cuanto que no reflejan un interés general de Galicia hacia Japón en su momento», aunque cree que el bum del manga y el anime, la literatura, los videojuegos y la gastronomía están transformando esa corriente de atención. «Por ello mismo su historia se está convirtiendo también en parte de nuestra historia, en tanto que la cultura japonesa impregna cada vez más partes de nuestra cultura. Es por ello que pienso que Japón en su historia no solo trata la historia de otro país sin relación con el nuestro, sino que es también la historia de un patrimonio cultural más amplio que nos incluye a todos nosotros», concluye Riobó.

 Especialización

Que dos historiadores nacidos en Galicia hayan sido coautores de un manual sobre Japón no deja deja de ser una coincidencia curiosa. Pérez Riobó reside desde el 2008 en Kyoto, donde es profesor de la Facultad de Estudios Globales y Regionales de la Universidad de Doshisha. Por su parte, Gonzalo San Emeterio, tras pasar por Osaka y Zúrich, en la actualidad es profesor visitante del Centro de Estudios de Asia Oriental de la Autónoma de Madrid. 

«Creo que Gonzalo y yo tenemos trayectorias en parte similares. Yo tenía interés en Asia Oriental desde que comencé a estudiar la carrera de Historia en Santiago en 1999. Sin embargo, en aquel momento era casi imposible especializarse en nada relacionado con Asia. Me acuerdo que me matriculé con muchas ganas en una asignatura titulada Historia del Oriente Antiguo, creyendo que podría aprender algo sobre la antigüedad de China y Japón. Cuál fue mi decepción cuando el primer día de clase comprobé que ese Oriente Antiguo se refería a Mesopotamia y Asiria... A lo largo de la carrera solo se estudiaba algo sobre el Japón contemporáneo desde el período Meiji, pero tampoco había ningún profesor especializado en estudios asiáticos. Afortunadamente la profesora Mika Nozaki ya impartía clases en el Instituto de Idiomas la USC, por lo que pude ir aprendiendo lo básico», rememora Pérez Riobó, quien tras un intercambio en Tokio se especializó con un máster en Barcelona y recaló en Kyoto, donde se doctoró con una tesis sobre la persecución de los cristianos japoneses en el siglo XVII.

Por su parte, Gonzalo San Emeterio relata así su trayectoria académica: «Yo comencé a interesarme en Japón relativamente tarde, en mis primeros años de universidad estudiando ingeniería informática. Los cursos de japonés eran una curiosidad que ofrecía la Universidad Autónoma de Madrid en aquellos momentos como asignaturas de libre configuración. Estos cursos estaban presentados por profesores muy motivados que acabaron por absorberme por completo, por lo que decidí por especializarme en Estudios de Asia Oriental, un grado que acaba de salir en ese momento, allá por el 2003. Aunque le debo mi interés a muchos otros profesionales del mundo japonés, quizá la persona que más me influenció en aquel momento fue el profesor Agustín Kondo, encargado de impartir los cursos de historia de Japón en la universidad y uno de los pocos profesionales que habían escrito un libro de historia en castellano sobre Japón en aquel momento». Una beca le permitió viajar para perfeccionar el idioma y con otra inició sus estudios de posgrado en Osaka en el 2008. Curiosamente, en aquel viaje coincidió con Pérez Riobó en el mismo avión.

Cuando Andrés Pérez Riobó comprobó que el proyecto de Japón en su historia rebasaba las expectativas iniciales, solicitó la colaboración de su compañero: «Pedí ayuda a Gonzalo, que está más especializado en temas como la modernización y el imperialismo japonés, además de tener también un profundo conocimiento de su literatura y arte». «Me siento muy agradecido por el hecho de que me hayan tenido en cuenta», explica San Emeterio. «Dado que Andrés vivía en Kioto y yo en Osaka, ciudades relativamente próximas, ya antes de comenzar a trabajar juntos tuvimos la oportunidad de coincidir en diversos seminarios durante nuestros respectivos doctorados. Creo que este es un detalle importante, dado que la posibilidad de hablar directamente entre nosotros nos permitió tener una idea clara de nuestros respectivos campos de investigación y cómo poder combinar nuestro conocimiento», concluye.