«Al pie de la torre Eiffel», las crónicas parisinas de Emilia Pardo Bazán
CULTURA
La escritora gallega viajó a la capital francesa con motivo de la celebración de la Exposición Universal de 1889 en calidad de corresponsal de la publicación «La España Moderna»
25 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Es sobradamente conocida la seducción que Francia ejercía sobre Emilia Pardo Bazán (A Coruña, 1851-Madrid, 1921). Tempranamente, apenas contaba 20 años, había visitado con su familia la capital gala -«el cerebro del mundo», elogiaba la autora de Los pazos de Ulloa-. A lo largo de su vida volvió muchas veces, en lo que llamaba sus «invernadas en París», que aprovechaba para empaparse de las novedades de la literatura y del progreso tecnológico, que la condesa traía después de vuelta para trasladar noticia a sus paisanos. En otra condición muy distinta viajó con motivo de la celebración de la Exposición Universal de 1889. Llega como corresponsal de la publicación La España Moderna, y se percibe que lo hace conscientemente, que se dirige a sus lectores sin olvidar cierta vocación de servicio público en la información que ofrece, como recuerda Ana Rodríguez Fischer en el prólogo que redactó para la edición de la antología de estas piezas periodísticas Al pie de la torre Eiffel, que recupera el sello La Línea del Horizonte. A solo unos meses de que se cumpla el centenario de su muerte, y con el pazo de Meirás recuperado como bien común, estas crónicas son una excelente ocasión para reconciliarse con la franqueza de su espíritu, su decisión y su inteligencia. Pardo Bazán habla de lo que sabe, advierte lo que ignora y reseña sus fuentes cuando refiere conocimientos que le alcanzan por vía de intermediarios (Capitana Verdades la apodaban). No hay presunción ni ánimo alguno de aparentar en la gran escritora gallega, lo cual confiere una frescura especial a sus envíos como reportera desplazada. Su audacia feminista, como mujer desprejuiciada, por ejemplo, queda expresada en su defensa de la comodidad y la pertinencia del traje partido (hoy falda-pantalón) que por aquellas fechas lanzaba un modisto en Francia. En fin, un gozoso espectáculo que eclipsa incluso el de París.