El mundo de la verbena en Galicia se prepara para otro año de vacío

José Francisco Alonso Quelle
josé alonso RIBADEO / LA VOZ

CULTURA

Manuel Fariña, en la nave en Mondoñedo donde se guarda el equipo de la orquesta Principal
Manuel Fariña, en la nave en Mondoñedo donde se guarda el equipo de la orquesta Principal Xaime Ramallal

Casi sin ayudas de las Administraciones por el parón del covid-19, el gremio musical y del espectáculo se busca la vida lejos de los palcos y los escenarios

13 feb 2021 . Actualizado a las 14:06 h.

Cuando entra Manuel Fariña en la nave del polígono de Mondoñedo (no pierde el hábito de acudir al menos una vez cada semana) una profunda pena lo embarga. Ver el camión, la furgoneta, los equipos de luces, sonido, amplificación... y todo lo que movía su orquesta -Principal- allí relegado a la espera de mejores tiempos provoca en él una amarga sensación de nostalgia que a duras penas amansa la resignación. Fariña es además el presidente de la Asociación Galega de Orquestras, cabeza visible de un sector al que es difícil poner cifras (se habla de unos 2.000 empleos directos y una cantidad incierta de inducidos) y que ha sufrido como pocos el golpe de la pandemia, sin opción de reinventarse.

Galicia, se dice, es sus fiestas y verbenas, las que no habrá este verano. En el sector es algo que se tiene asumido: «Máis que difícil é imposible que vexamos a luz este ano. Quen pensa neste momento en facer unha festa?», se pregunta Fariña. Un diagnóstico demoledor por venir ya de un año en blanco: «O que máis nos doe é que non haxa máis sensibilidade con nós. Levamos dende marzo sen ingresar un euro e pagando os mesmos créditos. Estámonos endebedando por riba do que podemos e vivimos dunha profesión que está prohibida».

Una profesión prohibida

El lamento no evita que Fariña entienda las medidas adoptadas que tanto les penalizan. Reconoce que en las actuales circunstancias las fiestas al uso son inviables: «Certo, pero, sendo así, ata cando poderemos aguantar? Non sei. Unha verbena non se pode facer por Internet. Unha festa é socializar, bailar, tocarse... Entendo que non haxa festas, pero non que nos teñan abandonados. Se unha profesión está prohibida porque a prohibición é un beneficio para todos, debería haber unha sensibilidade cara ela. Non levantamos a voz e vemos que falta empatía. Sábese que hai un problema con nós, pero mírase para outro lado».

¿Y las ayudas? «A Xunta preocupouse un pouco, pero chegar a cumprir a letra pequena é moi complicado», añade.

En las orquestas no hay colchones. Son un modo de vida, no un medio para ganar dinero porque siempre se está reinvirtiendo. Son reflexiones de Manuel Fariña que se evidencian en el día a día de músicos, técnicos, cantantes, empleados del montaje y otros que han tenido que buscarse la vida lejos de los escenarios. No todos tienen éxito.

Repartidor de comida

«Hai moitos coma min. Familias que están colgadas de fíos, xente que non atopa traballo, compañeiros que viñeron de outros países e agora vense comendo en Cáritas. Non lle estou botando a culpa a ninguén, pero esa é a realidade», dice Puma, apodo de José Luis Rodríguez, que cantó con Jerusalén, Tango y La Oca. La pandemia lo sorprendió cuando iba a comenzar la temporada con La Ola. «Empecei a botar currículos en abril, en máis de 30 sitios distintos, e non me saía nada ata que ao final apareceu isto, repartidor de comida a domicilio», relata.

El cantante José Luis Rodríguez, «Puma», y el empresario Francisco Pico
El cantante José Luis Rodríguez, «Puma», y el empresario Francisco Pico

Puma vive ahora en Vilagarcía y a sus 49 años afronta esta nueva etapa, este reciclaje personal, tras dedicarse profesionalmente a las orquestas desde los 26: «O importante é ter un traballo, no que sexa. O que pasa é que cando dicía que teño 49 anos, a xente botábase para atrás para contratarme. Así é moi difícil saír».

La música es ahora para él una segunda opción: «Sempre vai estar aí, pero estou facendo cursillos, preparándome, porque visto que o que primeiro se pecha é a música, non podo estar a velas vir. Teño unha filla e miro por ela. Con todo, farei os meus bolos cando me chamen; un músico de corazón nunca o deixa de todo», confiesa Puma.

«Arrincar de novo vai levar tempo»

Fernando Pereira, Chipy, de Narón, comenzó en el mundo de las orquestas con 19 años. Su último trabajo fue como saxofonista en la Principal. También era representante de orquestas. Todo se fue al traste en marzo del año pasado, un mes después de que comprase una casa: «No me quedó otra que buscarme la vida. Empecé a llamar a todos los números y al final aquí estoy, de camarero».

Lo asume sin perder la sonrisa: «Yo puedo darme con un canto en los dientes. También doy clases de saxo en el Pazo da Cultura de Narón. Pero tengo mujer y dos hijos y todos los planes se vienen abajo. No sé si me veo tocando alguna otra vez con la orquesta. Este año seguro que no. Esto está muerto, muy muerto».

Los representantes

Francisco Pico, de Espectáculos Pico, es representante en A Mariña lucense con su hijo Rafael (en el Occidente de Asturias) de algunas de las más importantes orquestas de Galicia, como Panorama o París. Lleva toda la vida en ello, habla de las comisiones no como clientes sino como amigos. «Agora nin me atrevo a chamalos, non creo que sexa oportuno. Pero a estas alturas nun ano normal xa terían que estar pechados o 60 ou 70 % dos programas».

Tras un año en blanco, Pico reconoce que va a ser muy complicado arrancar de nuevo. Con todo, se esfuerza por albergar alguna esperanza: «As orquestras por suposto que poderían volver a traballar, pero se se sabe cun tempo prudencial, porque unha orquestra non é como acender unha máquina. En quince días non se pon a andar».

Y clama por ayudas para un sector que está muy tocado: «O ánimo é moi baixo porque non podes facer nada. Non vemos a luz ao final do túnel», concluye.