«Seis cuatro», de Hideo Yokoyama

H. J. P. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Salamandra publica en español el superventas con el que el escritor japonés desbancó del trono a su compatriota Murakami

15 feb 2021 . Actualizado a las 08:54 h.

Comparan al tokiota Hideo Yokoyama (1957) con James Ellroy o Stieg Larsson, y resulta difícil de entender a no ser que el vínculo se refiera al poderoso fenómeno de ventas que arrastran o a la lectura adictiva que procura el novelón Seis cuatro, título del autor japonés que acaba de traer al castellano la siempre sugerente colección negra del sello Salamandra. Y es que la escritura de Yokoyama no tiene ni excesivas inclinaciones periodísticas (Larsson), aunque fue reportero de sucesos, ni una gran explosividad narrativa (Ellroy). Quizá la relación con el autor de La dalia negra venga dada por el hecho circunstancial de que haya sido el autor británico David Peace -que vive desde hace años en Tokio- uno de sus grandes valedores en el ámbito anglosajón. Y Peace sí que posee un notable parentesco con Ellroy. Pero es que Yokoyama se basta para defender su propia literatura, por si el éxito comercial no fuese suficiente: incluso desbancó del trono a Murakami, que había vendido en un mes un millón de ejemplares de su 1Q84, al alcanzar el millón de copias de Seis cuatro en una sola semana. Yokoyama maneja un tempo lento y tiene en el funcionario Yoshinobu Mikami, responsable de prensa policial en una prefectura alejada de Tokio, un protagonista tranquilo y tozudo que bien podría evocar a Maigret o al moroso curso de las pesquisas y los procesos administrativos del sueco Leif G.W. Persson y su trilogía El declive del Estado del bienestar. Salvo que Yokoyama mete el escalpelo en un viejo caso de secuestro y asesinato de una niña. Él, para zanjar referentes, elogia el influjo de Seicho Matsumoto, de quien Libros del Asteroide editó un par de títulos que confirman su magisterio. El avance de la pesquisa de Mikami se ve lastrado por las luchas internas entre departamentos que debe soportar en su no deseada condición de jefe de comunicación. Eso, y una situación familiar muy dura: su hija se ha escapado (y sigue desaparecida) y su mujer (expolicía) se halla anímicamente hundida.