Joan Punyet Miró, nieto del pintor: «Miró era devoto admirador de Chaplin»
CULTURA
La Fundación Barrié inaugura este sábado en su sede de A Coruña una exposición del gran artista catalán que reúne obra de su época final en Mallorca
20 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.La Fundación Barrié inaugura este sábado en su sede central de A Coruña la exposición Miró. Una colección, que reúne 47 obras de Joan Miró (Barcelona, 1893-Palma, 1983), referente máximo en la historia del arte del siglo XX. Pintor, escultor, ceramista y grabador, es uno de los creadores españoles con mayor proyección internacional.
Buena parte de las piezas de la muestra proceden del fondo de la colección particular que la familia Miró cedió durante cuatro años para su exhibición en la Fundación Mapfre, en Madrid. Desde Mallorca, Joan Punyet Miró, nieto del artista y administrador de Successió Miró -entidad que gestiona la propiedad intelectual de la obra en manos de la familia-, detalla que los cuadros que aportan a esta exposición fueron pintados por Miró en Mallorca, donde se instaló en 1956 y murió en 1983 a los 90 años. Es, por tanto, una producción de madurez, que registra una evolución de su arte, de su obra, y una colección muy personal. «Damos aquí una visión de Miró muy cercana al hombre que conocí», avanza.
Y destaca además la presencia de una escultura -Tête de Femme [Cabeza de mujer], de 1974- que llega aparejada de todo el proceso de creación desde el objeto inicial y los diferentes modelos en yeso hasta la culminación en bronce, en la fundición de Bonvicini en Verona. Un espacio dentro de la exposición acogerá la obra acompañada por todas las piezas que la preceden, dibujos preparatorios, el modelo en arcilla pintada, los yesos... El visitante tiene la ocasión de acompañar al artista a lo largo de su camino creativo, desde su pensamiento plasmado en dibujos con pocos trazos hasta la ejecución final. «Esto es totalmente inédito -asegura-, ya que pone en movimiento un material que custodiamos en Mallorca en los archivos de la familia con mucho cariño. Presenta todo el proceso desde la primera fase, en la que tiene un shock creador, una visión metafórica y una ilustración poética de ese objeto, lo transforma en su subconsciente, en su psique, y poco a poco lo va trabajando, cincelando, moldeando, y entonces con un pantógrafo, que es una máquina que hace ampliaciones del original, efectúa las ampliaciones en yeso hasta llegar al bronce, una maravilla, una pieza de dos metros. Esto es muy pedagógico», resume.
Picasso y Dalí
Punyet Miró evoca la amistad de su abuelo con Picasso y Dalí y «la gran generosidad de estos tres artistas». La irradiación universal de su legado a nivel museístico y de archivos y de exposiciones es tan extraordinaria para España, dice, que han proyectado una visión exterior del país sin precedentes. Recuerda también sus amistades, cómo se ayudaron mutuamente y cómo evolucionaron de forma distinta. Picasso y Miró fueron muy amigos desde 1920, cuando su abuelo lo visitó en París llevándole una ensaimada desde Barcelona y por encargo de la madre. Lo fueron hasta la muerte de Picasso en 1973. Se veían a menudo, se escribían, intercambiaban libros dedicados, grabados… Con Dalí -matiza- fue diferente. Su abuelo lo recibió en París en 1929 a petición del padre, un notario de Figueras. Fue su mentor. «Pero después Dalí tuvo esta visión más pecuniaria de su obra y su persona, creando ese personaje-espectáculo daliniano, al que Breton bautizó Avida Dollars como una reinterpretación grotesca del artista que se dejó seducir por el lado oscuro del dinero. Dalí entonces accedió a pintar un retrato de la hija de Franco y eso colmó el vaso de la paciencia de Miró: ‘‘Hasta aquí hemos llegado’’, dijo, y después ya no quería hablar de él. Se distanció».
Pasión por el trabajo
Cuando su abuelo murió, en 1983, Punyet tenía 15 años. Conserva su imagen como un hombre muy cariñoso, afable, gentil, humilde. «Tenía una pasión por el trabajo que jamás olvidaré, no paraba. Era muy metódico. Se levantaba a las ocho, desayunaba. De nueve a dos trabajaba en el estudio. Pintura, pintura y pintura. De dos a tres y media comía. Hasta las cuatro se echaba una siesta, cómo no. De cuatro a seis subía a su despacho para escribir las cartas que tenía que contestar a poetas, escritores, directores de museos… De seis a ocho leía poesía y escuchaba música. Bajaba, y cada tarde dibujaba en el sofá, con un stock de quince cartones y un lápiz negro Staedtler n.º 2. Yo le decía, caray, abuelo... Y él contestaba, esto como un boxeador, hay que entrenar la mano».
Punyet (Palma, 1968) guarda la memoria de una noche en su casa, en torno a 1980, en que vieron juntos el filme de Charlot El gran dictador. «Cómo nos reíamos los dos, nos hartábamos de reír en el sofá. Siempre fue un devoto admirador de Chaplin y su trabajo».
Él solo lo pensaba como un abuelo muy especial, callado, muy introspectivo. Pero en 1978 bajó por primera vez cogido de su mano al estudio de Mallorca. «Rodeado de cientos y cientos de cuadros, oliendo a trementina, aguarrás, gasolina, témpera, óleo, todo lleno de salpicaduras y dibujos, parecía un campo de batalla. Descubrí a mi abuelo el pintor y fue para mí un shock que nunca en mi vida olvidaré. Era como llegar a la Capilla Sixtina... Todo en diálogo con una pintura cromática, con rojos, azules, verdes, amarillos, salpicaduras por todas partes. Se me clavó para siempre en el subconsciente», asegura.
«Mi abuelo rechazaría totalmente una Cataluña independiente»
Joan Miró tenía una idea de España propia de alguien que era un artista pero también de un ser humano -recuerda su nieto Joan Punyet Miró- que pasó por la Primera Guerra Mundial, la pandemia del 18, la Guerra Civil, el exilio, la Segunda Guerra Mundial… Tuvo una vida dura pero después también fue testigo orgulloso de «cómo España eclosionó, tras la muerte de Franco, y la gestión del rey Juan Carlos I, y alcanzó una internacionalización sin parangón, de cómo se desarrollaron la industria, el turismo, la gastronomía… Esta época de crecimiento de riqueza fue una época que mi abuelo vivió y apoyó de primera mano». Siempre tenía presente dos leitmotivs, dice, que eran uno solo: hay que remar todos juntos en la misma dirección y la unión hace la fuerza.
«Y hoy, si viviera -arguye-, vería el independentismo en Cataluña como una ideología respetable, porque no estaría a favor de acallar voz alguna, porque en un país democrático y libre como España caben todas las opiniones. Pero lo que sí puedo asegurar es que estaría totalmente en contra de un referéndum y rechazaría totalmente que Cataluña fuese independiente porque eso solo trae pobreza. Basta ver que los últimos diez años han empobrecido de una manera dramática Cataluña, una de las comunidades más ricas del país».
«Tomates que hay que dejar madurar»
Y Miró, evoca su nieto, era una persona que reverenciaba el valor del trabajo, con orígenes muy humildes, su padre era relojero y en la finca familiar de Tarragona la agricultura era la base del sustento, con los frutales y el ganado. «Era una persona que trabajaba como un hortelano, sus obras, decía, eran como tomates que hay que dejar madurar. Y esa tierra y el trabajo eran su vinculación máxima con Cataluña: mi abuelo era catalán, nacido en Barcelona, amaba a Cataluña por encima de todo. Pero también quería una cosa muy importante, los Estados Unidos de Europa, porque sabía que España unida dentro de esta Europa tendría una prosperidad mucho mayor que fuera del Mercado Común Europeo», concluye.