El biógrafo Reiner Stach ofrece una serie de pequeños hallazgos que le sirven para desmontar el mito y los estereotipos que pesan sobre el gran autor checo
13 abr 2021 . Actualizado a las 10:24 h.Muy pronto habrá incluso que volver a leer a Franz Kafka (Praga, 1883-Viena, 1924) para que el escritor checo siga pareciendo kafkiano. Porque publicaciones como las cartas a su amada Felice Bauer, la glosa de Elias Canetti sobre esa correspondencia -El otro proceso-, el libro de Gustav Janouch Conversaciones con Kafka, la monumental trilogía biográfica de Reiner Stach (Los primeros años, Los años de las decisiones y Los años del conocimiento) y hasta la pesquisa de Benjamin Balint El último proceso de Kafka. El juicio de un legado literario, contribuyen a eliminar el azufre del enigmático retrato que del autor de La metamorfosis [o, últimamente, La transformación] todos tienen en mente. Una semblanza que responde a una pregunta cabal y evidente: qué clase de persona puede concebir y escribir este tipo de narraciones.
Stach (Rochlitz, Sajonia, 1951) es uno de los que más ha aportado a esta tarea de humanizar a Kafka, a bajarlo del pedestal cuestionando leyendas y estereotipos sobre su figura. Tras la edición definitiva de las obras completas de Kafka en Alemania, dedicó casi 20 años a una ardua y minuciosa labor de reconstrucción del periplo vital de un hombre que siempre guardó de sí (y mimó) una imagen de niño abandonado, huérfano de afecto paterno, y que se empleó a fondo, obsesivamente, diríase, para entregar lo mejor de su existencia a la literatura, y lo mejor de esta a hacer aflorar el absurdo de este mundo y evidenciar el fracaso como condición inherente al ser humano.
Aprovechando este ingente trabajo de documentación, Stach publicó también el ensayo ¿Éste es Kafka? 99 hallazgos, que ofrece otras tantas estampas sobre el escritor, breves visiones tangenciales, que sacan a Kafka de esa hierática postura que adopta en las fotografías que se conservan de él (y que su obra refuerza). «A algunos les da miedo. Otros, que no lo han leído pero han oído hablar de él, simplemente temen que les dé miedo. Y a algunos más los pone tristes, aunque no sepan decir por qué. Otros muchos sienten el soplo de la depresión y por eso dejan a un lado con cautela sus libritos. Hay muchas reservas, y el rumor de que, en el fondo, estaba loco encuentra todavía hoy suficiente alimento, incluso en sus textos más perfectos». Así comienza Stach una breve justificación que ocupa el prólogo del libro y que argumenta la necesidad de elaborar un retrato alternativo que evite estas prevenciones, que acabe con toda posible intimidación. «A muchos los impacienta o inquieta -prosigue Stach-, pues encripta sus textos y parece alegrarse de conducir al lector por caminos tortuosos, a través de los aparentes laberintos formados por dédalos de pensamientos de los que no hay escapatoria».
Estos 99 hallazgos son una especie de mirada caleidoscópica sobre el autor de El castillo, que llenan de colores y tonalidades imprevistos una postal que estaba atrapada entre los grises y brumosos ecos de lo excéntrico del personaje y lo convencional de sus facetas familiar y laboral.
Su miedo a los ratones, su escritura en hebreo, la gula de su viejo profesor, su poema, su desconocimiento de América, su viaje en metro, su paseo en tiovivo, la primera traducción [de su cuento El fogonero, al checo], la vivienda los Samsa/Kafka, su admiración por Voltaire...
El esfuerzo de Stach por desmontar los clichés no pondrá fin, empero, a un (exitosísimo) mito fuertemente arraigado en el imaginario popular y cultural, pero esa serie de reflejos de Kafka en el espejo de contextos infrecuentes entrega al lector matices que favorecen la comprensión de su complejidad y sus contradicciones. Y sobre todo son un gozo añadido para el devoto. Un regalo.
«A transformación», primeira versión galega do relato de Kafka traída desde o alemán
Galicia xa contaba desde 1991 cunha edición de A metamorfose, que verteu desde a tradución francesa Xosé María García Álvarez para o selo Sotelo Blanco. Grazas a Kalandraka, agora á fin pode lerse en galego o relato máis popular de Kafka como A transformación, respectando o título verdadeiro dado polo autor checo [Die Verwandlung] e seguindo os pasos correctores que deron outras literaturas como a inglesa, a española -hai xa media ducia de versións que avalan o cambio-, a catalá ou a portuguesa. É que a palabra xermana metamorphose non aparece unha soa vez en todo o libro. Laureano Araujo parte ademais do orixinal en alemán, o cal achega un texto que se acerca máis ao espírito kafkiano, entre o absurdo e o grotesco e esa linguaxe que se manexa nun realismo distante, de tinturas case funcionariais. «A tristeza e o horror que agacha este salvaxe e sinistro achegamento á familia e á sociedade quedarían temperados se se presentasen como o produto dunha simple metamorfose», di Araujo nun breve pero esclarecedor prólogo no que homenaxea a primeira tradución de Die Verwandlung, a que fixo ao húngaro un mozo chamado Sándor Márai, que xa en 1921 elixiu Az átváltozás (é dicir, A transformación).