La novela cierra una trilogía protagonizada por un matrimonio que también es un fresco de Nueva York entre los años 80 y el arranque del siglo XXI
02 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Gracias al buen criterio del editor gallego Luis Solano -fundador y director del sello barcelonés Libros del Asteroide-, el lector conoce bien al narrador estadounidense Jay McInerney (Hartford, Connecticut, 1955). En su catálogo ha dado cabida a la magnífica trilogía protagonizada por el matrimonio Calloway -integrado por el editor Russell y la agente de bolsa Corrine-: tras Al caer la luz (1992; España, 2017) y La buena vida (2006; 2018), llega este lunes a las librerías el cierre del ciclo con Días de luz y esplendor (2016), que completa esta crónica de Nueva York, este fresco de la gran metrópoli que comienza en los años 80 y se proyecta hasta los albores del siglo XXI, con la llegada de Obama a la Casa Blanca y el colapso económico mundial como ruido de fondo. Si en el primer tomo, en los años sin miedo y éxito, la pareja modélica parece crecer sin cuento hasta el crac del 19 de octubre de 1987, aquel lunes negro en Wall Street que culminó tiempos de enloquecida especulación, y el segundo gira sobre el infierno de ceniza que dejaron los atentados contra las Torres Gemelas y la superación del terrible daño emocional del 11S, en un momento en que el matrimonio ya siente el oneroso peso de los veinte años de relación y el hecho de haber perdido una cierta preeminencia económica entre la gente bien de Manhattan, en la tercera entrega -los Calloway acumulan ya más de tres décadas de vida en común- la voladura (in)controlada llega de la mano de la quiebra de Lehman Brothers. Las apreturas domésticas parecen ensombrecer las expectativas de regenerar la vida marital, aquejada por un permanente ruido sísmico que se acrecienta con la reaparición de un affaire de Corrine, Luke McGavock, que no contribuye a fortalecer la salud de la pareja. Este fenomenal retrato de época neoyorquino explica quizás el hecho de que muchos hayan visto en McInerney a un nuevo Francis Scott Fitzgerald.