Carlos Villanueva: «Las ''Cantigas de Santa María'' son al medievo lo que la obra de Bach al barroco»

Héctor J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Ilustración extraída del Códice de los Músicos de Alfonso X, con el rey en el centro.
Ilustración extraída del Códice de los Músicos de Alfonso X, con el rey en el centro.

El musicólogo y catedrático de la USC, que interpreta este repertorio desde 1977, cree que la publicación de los códices del Escorial «es justa pero llega tarde»

19 jun 2021 . Actualizado a las 05:15 h.

«Las Cantigas de Santa María son al medievo lo que la obra de Bach al barroco. En su época son comparables con todo lo que hizo Bach recopilando cantatas, música para tecla, etcétera». Con esta gráfica afirmación trata el profesor lugués y catedrático en la USC Carlos Villanueva (Melilla, 1949) de realzar la importancia de la decisión de Patrimonio Nacional de digitalizar por fin los códices Rico y de los Músicos, que custodia, para ponerlos en Internet a disposición de estudiosos, aficionados y público en general. «Desde hace 30 años han circulado los facsímiles, pero esta iniciativa los popularizará. Es una medida oportuna y justa, pero también llega tarde», critica.

Es una opinión informada, de alguien que lleva desde 1977 investigando e interpretando este repertorio. «Fue lo primero que Calo [el musicólogo padre José López Calo, su mentor y maestro] me puso sobre la mesa. Con el libro de Higinio Anglés, empecé a estudiar su transcripción. Cuando en 1977 fundé el Grupo de Cámara de la Universidade de Santiago, el primer repertorio que pulimos eran el Códice Calixtino y las cantigas. En el 79 empezamos a tocarlas en público. Y desde entonces nos han acompañado, hasta que la formación se disolvió en el 2000. Puede parecer reiterativo, pero hay que pensar que son más de 400 cantigas, de una variedad tremenda, de todo tipo, de corte popular, eclesiástico, romance, trovadores..., hay mil estilos. En los discos que grabamos incluso fui cambiando de la mano de las cantigas, la instrumentación, los arreglos... Es el repertorio que más he hecho. Es el repertorio de mi vida», incide.

«Hay que pensar que Alfonso X coge todos los géneros habidos y por haber, las canciones de amigo, las músicas eclesiástica, provenzal, andalusí, los romances recitados... Es la recopilación más importante realizada en la Europa de la época. Por el número de cantigas y la riqueza musical, es equiparable a la suma de lo que se hizo en Provenza o en Italia durante 50 años. Y no solo es una síntesis de milagros, incluso incluye composiciones personales del propio monarca».

Se trata de algo similar a lo que hicieron después algunos reyes que, como mecenas, acogían en su corte músicos, pensadores, astrónomos, matemáticos... En tal sentido, asegura el musicólogo, tiene un valor superior al de otros que han sido meros pagadores de una espléndida corte musical porque él era también músico y seguramente intérprete.

«No resulta descabellado decir que las miniaturas en que aparece dirigiendo a músicos y juglares son una estampa perfectamente válida. Relatan los cronistas que participaba en los encuentros trovadorescos, en las regueifas», recuerda Villanueva, que cree que hasta debió escoger a los músicos y que esa unidad que muestran los manuscritos de Alfonso X hace pensar en alguien que está tutelando el trabajo, vigilando. «Yo le doy un valor extremo a su compromiso íntimo, a la profesionalidad y también al sentido de la espiritualidad que atesora. En su testamento ordena que cuando lo entierren esté con él todo esto y que se siga cantando en las fiestas de santa María delante de su tumba en Sevilla», señala para poner de relieve el esfuerzo que suponía la creación de un equipo tan sólido.

Fue una labor y un gusto que heredó de su padre, Fernando III. «Reunieron gente de todo color y condición, músicos de mucha calidad, poetas de gran talento, los mejores dibujantes, copistas. El equipo podía mover a 25 o 30 personas que transcribían, tocaban, cantaban, construían instrumentos, hacían copias... Como vemos en los códices, en su bella iconografía, el rey Sabio tenía músicos gallegos, árabes, judíos, provenzales, centroeuropeos...», enumera el catedrático.

Han ido apareciendo nombres de copistas, trovadores que participaron, pero no se puede olvidar que él también está componiendo: hay diez o doce milagros que salen de su pluma. Es cierto que todo se enmarca dentro de una tendencia de la época, tanto en Aquitania, como en el centro de Francia, como en Provenza, la recopilación de milagros de santa María se pone de moda, en un traslado de lo que era el amor cortés hacia el amor a la virgen.

Dentro de la cultura gallega, el corpus alfonsino es hoy un estandarte incomparable, a la altura de Rosalía, y da además continuidad al repertorio gallegoportugués, en el que hay una poesía maravillosa, pero en el que la música apenas concurría, salvo en casos como Martin Códax, en una pequeña parte de Don Dinis y poco más.

 

Músicas para cantar y bailar

Carlos Villanueva elogia la actualidad de las músicas de Alfonso X, que, anota, son para cantar y bailar, y hasta tienen estribillo, algo inusual en el ámbito provenzal y que permite la entrada de coro y les una vitalidad notable. Ofrecen muchas posibilidades de interpretación, jugando con los muy variados instrumentos y versiones tímbricas. Por ello, añade, las adoptan grupos de aire mudéjar, formaciones muy diversas de Noruega y otras procedencias. Es también así como entraron en los repertorios folk de Milladoiro, Carlos Núñez, Pancho Álvarez o Rodrigo Romaní, con excelente criterio, arguye el profesor, porque muchas de las cantigas tienen un sesgo claramente popular. «Te dan infinitas posibilidades, lo permiten todo, hay que hacer el pasado con óptica del presente. La objetividad no existe, es una discusión inútil. No hay verdades absolutas. La transcribes como un señor que la copió en el siglo XIII, pero la lectura es totalmente actual. Además, la escritura de las cantigas carece de la precisión de la de hoy. Las cantigas te dan gran libertad, pero siempre has de respetar la acentuación del verso, que es algo que ya existía en el mundo latino y eso hay que tenerlo presente. No se puede sacrificar por una versión rítmica muy rígida y supuestamente objetiva», advierte.