Las galerías que acuden a la feria de arte se mueven entre el miedo al vacío y la ilusión de una remontada del mercado
08 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Un capuchón de alambres retorcidos, de esos que envuelven el corcho de las botellas de champán, está tirado en el suelo. Esta pieza, obra del dúo de artistas turcos mentalKLINIK, es una metáfora del fin de fiesta del capitalismo salvaje y está expuesta en ARCO, la feria de arte contemporáneo que se inauguró este miércoles. Pedro Gorke, de la galería Sabrina Amrani, explica que la escultura ilustra el «fin del exceso y la abundancia» de la sociedad de la opulencia. Esta denuncia del hiperconsumismo es el fantasma que precisamente quiere espantar el mercado del arte. Cualquier galerista que acude confiesa que sus expectativas se mueven entre el miedo y la promesa de una pronta recuperación. El año aciago del coronavirus permanece arraigado en el inconsciente.
Maribel López, directora de ARCO, está persuadida de que acaba de empezar una nueva edición que marcará un antes y un después. «Es la primera gran feria de arte contemporáneo en España en convivencia con la pandemia», sentencia López. En un año nefasto como el 2020, el sector quiere lanzar el mensaje de que la normalidad está cerca.
Una de las representaciones que más curiosidad ha despertado es el Guernica de Agustín de Ibarrola, una obra de la que no se tenía noticia desde hace décadas y que aterriza en ARCO con todas las bendiciones de la organización. José de la Mano, titular de la galería del mismo nombre, removió Roma con Santiago hasta dar con la obra. Tras revisar un viejo catálogo, sabía que el artista vasco había trabajado con la geometría en blanco y negro en los años setenta. Estaba en lo cierto: el artista se inspiró en el Guernica para firmar diez paneles que aparecieron su estudio.
«Llamamos a la familia y al principio nos dijeron que Ibarrola no tenía obra de este tipo. A las dos semanas nos comunicaron que sí, nos contaron que cuando se negoció la llegada del Guernica a España, en el País Vasco hubo todo un movimiento a favor de que el mítico cuadro se quedara en Euskadi. Cuando en 1981 la obra se instala en el Casón del Buen Retiro de Madrid, con la Guardia Civil escoltando el montaje, Agustín dio por cerrada la lucha y guardó el mural», asegura De la Mano. Instituciones públicas y coleccionistas privados se han interesado por la obra, de cuyo precio el galerista no suelta prenda. «Si lo adquiere una entidad pública acabará sabiéndose por la ley de transparencia, pero mientras tanto los particulares no lo quieren así».
Fugacidad del tiempo
La galería Marlborough acude a la cita de Madrid con piezas de Luis Gordillo, Juan Genovés, Alfonso Albacete, Juan Navarro y Abraham Lacalle, entre otros. «La novedad de este año es una pieza de un artista americano que se llama Tony Matelli. Es la diosa Hera y es una obra que trabaja con el paso del tiempo», aduce Claudia Manzano. Sobre la escultura, de hechuras clásicas, descansan rodajas de sandía que expresan la condición perecedera de las cosas. «Tenemos muchas expectativas en esta edición. La idea es tomar el pulso al mercado del arte. Se aprecian señales de vida», añade sobre uno de los temas que más preocupa este año al sector. El precio de las obras expuestas en Marlborough oscila entre los 5.000 y los 175.000 euros, cotización de una de las obras de Genovés.
Juana de Aizpuru es toda una institución de la feria. Concibió la creación de ARCO, que este año cumple su 40 aniversario, aunque Ifema ha pospuesto la celebración para tiempos mejores. Aparte de celebridades como García Rodero o Markus Oehlen cuya obra cotiza por las nubes, este año la galería ha abierto una tienda de piezas asequibles, desde viejos catálogos a cinco euros a obra gráfica a 100.