La difícil vida del «chico más bello del mundo»

i. cortés MADRID / COLPISA

CULTURA

Un documental disponible en Filmin recorre la particular vida de Björn Andrésen, el actor que a los 15 años encarnó a Tadzio en «Muerte en Venecia»

11 ago 2021 . Actualizado a las 09:10 h.

cul«Camina, para, gírate y sonríe». Apenas cinco palabras utilizó Luchino Visconti para dirigir a Björn Andrésen, por entonces un chaval de quince años, incapaz de adivinar que el Tadzio al que iba a dar vida en Muerte en Venecia, la película con la que el cineasta italiano adaptaba una novela corta de Thomas Mann, cambiaría su vida para siempre. Porque aquel adolescente rubio, de ojos grises, figura estilizada y con aspecto andrógino, iba a convertirse en el objeto de deseo del compositor Gustav von Aschenbach y, por ende, en todo un icono de belleza masculina y un mito adorado alrededor del mundo.

Un documental titulado El chico más bello del mundo, disponible en Filmin, en el marco del Atlàntida Film Fest, recorre la particular vida de Andrésen, de 66 años. Dirigido por los suecos Kristina Lindström y Kristian Petri, la cinta desvela cómo toda aquella atención exagerada acabó pasándole factura y cómo durante todos estos años ha tenido que lidiar con sus demonios interiores y con diversas desgracias que han sacudido su vida.

Arranca el largometraje con la prueba a la que el joven, cuya mayor ambición era ser músico, se presentó en 1970, azuzado por su manipuladora abuela. El director, abiertamente gay, había viajado por Hungría, Polonia, Finlandia y Rusia tratando de dar con el rostro que buscaba para la película. Sin éxito, recaló en Estocolmo. Y cuenta la directora del casting que cuando el chaval entró por la puerta «todo el cuerpo de Visconti se activó». No lo vemos porque la cámara solo tiene ojos para un quinceañero tímido, al que le hacen desfilar y sonreír, y cuyo rostro muestra perplejidad cuando le piden que se quite la camiseta. No dejaron ni un milímetro de su piel sin fotografiar y el cineasta, que acuñó pronto la etiqueta de «el chico más bello del mundo», hace mofa de ello en las ruedas de prensa.

La secuencia incomoda, pero solo cuando uno ve en qué situación vive ahora Björn Andrésen alcanza a ver las consecuencias de toda aquella sobreexposición. De larga melena gris y copiosa barba, Andrésen vive en un apartamento en Estocolmo que parece el último refugio de un indigente. La cocina supura grasa y su novia Jessica se afana en limpiar hasta el último rincón, consciente de que los vecinos y la casera han puesto el grito en el cielo. «No merecía vivir como un hombre», se lamenta el actor, que recientemente apareció en la exquisita Midsommar, de Ari Aster.

Con unas imágenes de archivo reveladoras -las filmó la propia abuela de Andrésen, que acompañó al actor durante el rodaje con una Super 8 e incluso tuvo un pequeño papel delante de las cámaras-, el documental desgrana cómo fue un rodaje en el que Visconti se aseguró de que todo el equipo fuera gay y prohibió que «nadie mirara a Tadzio a los ojos».

Cuando se estrenó en Cannes, recuerda Andrésen, «comenzó el circo». Tenía 16 años y a su alrededor pululaba «un enjambre de murciélagos, me admiraban, me absorbían y eso no puede ser una buena base para tu autoestima», se sincera. Con la película ya acabada, recuerda que lo llevaron a un club gay y aquello le pareció el infierno. «Estaba todo lleno de miradas viciosas, sentía que me hacían mamadas con la mente. Bebí todo lo que cayó en mis manos solo para acallarlo y no recuerdo cómo llegué a casa».

El documental lleva a su protagonista a Japón, donde tuvo una fugaz carrera como artista pop en japonés, además de servir de inspiración a artistas de manga como Riyoko Ikeda. Pero también ahonda en la complicada relación con su hija, la desaparición de su madre o cómo lidió con la muerte de su propio hijo, en una noche de excesos.