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Jaime Martín: «El cómic, tal y como lo conocemos, no pervivirá para siempre»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

CULTURA

Gema García

El autor catalán cierra una trilogía familiar sobre la historia reciente de España

12 ago 2021 . Actualizado a las 08:42 h.

El autor catalán Jaime Martín publicó el pasado 2020 Siempre tendremos 20 años, un cómic que cierra una trilogía en la que repasa la historia reciente de España a través de las vivencias de su propia familia y de él mismo. Estos días puede verse una exposición con originales de este clásico de la historieta en Palexco, en A Coruña, con motivo de la celebración del salón del cómic Viñetas desde o Atlántico.

-Da por finalizada una trilogía que empezó por la mitad.

-Sí, empecé desordenado, porque primero hice Las guerras silenciosas, en el que narro los años del servicio militar de mi padre en África y la vida junto a mi madre en los sesenta, y luego saqué Jamás tendré 20 años, que es la historia de cómo mis abuelos vivieron el golpe de estado, la Guerra Civil y la posguerra. Y el último es este tercer ejemplar, Siempre tendremos 20 años, que es sobre mi generación y la de mis hermanos, los que teníamos 20 años en los ochenta. Así que es una trilogía familiar pero incrustada en esas tres épocas de la historia reciente de España.

-Este último volumen le ha valido el premio a la mejor obra de autor español del Salón de Barcelona, que ya había recibido también por «Jamás tendré 20 años» y a los que hay que sumar el de autor revelación por «Sangre de barrio». No sé si estas cosas le siguen haciendo ilusión.

-[Ríe] ¡Claro que hacen ilusión! Sobre todo porque este es un trabajo muy bonito, pero muy duro. Puedo tirarme dos años y medio para sacar adelante un libro como estos. Y esto te convence de que ha valido la pena ese esfuerzo. Estoy empezando a tener serios conflictos conmigo mismo y con mi oficio. Esto de encerrarse voluntariamente durante más de dos años en una habitación dibujando empiezo a verlo como algo cercano al masoquismo.

-No es el primer autor que necesita alejarse un poco del cómic para volver con ilusión.

-Ya lo hice. Estuve un tiempo haciendo trabajos de pura supervivencia en publicidad y cuando acabé harto de aquel mundo, que me pareció bastante hostil, decidí que tenía que volver al cómic. Así que desde el 2007 solo hago historieta, que es duro, pero es donde me siento cómodo, es lo que mejor sé hacer. Aunque todo pasa factura, hasta las cosas que nos gustan.

-Ha cerrado un círculo en su carrera. En «Sangre de barrio» narraba sus crónicas de juventud, publicadas en «El Víbora». Y ahora ha regresado a los mismos personajes en «Siempre tendremos 20 años».

-Hay que tener en cuenta que cuando empecé a dibujar Sangre de barrio tendría unos 20 años y ahora tengo 55. Aquellas ya eran historias personales, contaba lo que les pasaba a mis amigos utilizando sus propios nombres, de ahí que coincidan con los protagonistas de Siempre tendremos 20 años. Siempre cuento historias cercanas, aunque las de El Víbora estuviesen exageradas porque la revista invitaba a ello. Son lo mismo aunque desde un punto de vista diferente, con un interés por la recuperación de la memoria histórica y familiar.

-¿Cree que un fenómeno como el de las revistas de cómic que inundaban los quioscos en las décadas de los ochenta y noventa podría darse a día de hoy?

-No creo que ahora ese formato tenga mucho sentido. Piensa en los nativos digitales, en ponerles un papel grapado a esos chavales que tienen pantallas hasta en la escuela. Lo verían como un objeto extraño, casi de arqueología. Otra cosa sería intentar una revista mensual en formato digital. Pero aún así, no sé si la lectura clásica, el pasar páginas, aunque sea en pantalla, tendría sentido para ellos. Esa idea clásica del tebeo en el quiosco no creo que vuelva, no tendría mucho sentido pretender que volviese, además. Tampoco el cómic, tal y como lo conocemos, pervivirá para siempre. Desaparecerá o se convertirá en algo minoritario.

-¿No echa de menos aquella época de las revistas?

-Personalmente, sí. Sobre todo aquello de ir mes tras mes a la editorial a entregar páginas, recoger originales y a cobrar, claro. Y encontrarme con otros autores, se creaban vínculos... Ahora es todo mucho más solitario.