El asesinato de Lorca, ochenta y cinco agostos después

CULTURA

Federico García Lorca
Federico García Lorca

Coincidiendo con el octogésimo quinto aniversario de su fusilamiento, se eleva ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos una causa que podría impulsar la búsqueda de sus restos

18 ago 2021 . Actualizado a las 16:03 h.

Escribió Machado, con ojos permeados de amarga lágrima, que a su amigo Federico se le vio caminar entre fusiles por una calle larga. Ochenta y cinco agostos acumula la muerte del poeta, y dicen que aún llora la Alhambra. El crimen que agitó torrentes de conciencias y secó las plumas con la fuerza de las lágrimas, sigue vivo porque los restos de Federico todavía no descansan. Los fríos huesos yacen aún soterrados en algún recodo de los prados de Granada. Fue doblemente cruel el verdugo, primero por liberar la bala, después por hacerlo en su tierra amada. La misma zanja que secuestra los huesos de García, sepulta los restos de tres camaradas, todos muertos en la misma madrugada fría.

Tantas veces pospuesta la búsqueda que ponga nombre y apellidos a las briznas de hierba que crecen y han crecido sobre la tierra seca que prensa los huesos de unos hombres que fueron y han sido, son muchas las voces que piden palas y picos para remover las piedras y los ríos. Nieves García es la nieta de Dióscoro Galindo, uno de los tres cuerpos que colindan en silencio a Federico. Pide sepultura justa para los que fueron mordidos por la muerte temprana. Posar ojos sobre los restos rotos de su abuelo. Levantar una lápida donde llevarle flores, lanzar lamentos y tallar su nombre sobre mármol abierto. 

En España, todos los circuitos de esta empresa se han muerto. La causa se eleva hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que tendrá que discernir si procede organizar una nueva expedición para localizar al poeta y sus socios de sepulcro. 

Mientras tanto, un agosto más, los versos y el recuerdo lloran a Federico. Los guijarros y los montes nazarís gritan de pena, y ponen sobre el viento sollozos de crudo y escozor en su lamento. Hace cinco años octogenario es el robo de los rizos de Federico. Del joyel de su sonrisa. De su sentir libre. De su copla gitana cantada sin prisa. Y Hernández sigue lloviendo sal mientras esparce calaveras. Y Neruda aún quiere sacar sus ojos y comérselos. Y Cernuda, su amigo, en un rincón se pudre libremente. Y Machado colgado sigue entre torre y torre, y entre yunque, yunque y yunque de las fraguas. Acumula Federico un mar de lloros. Está su pluma para siempre en una roca clavada, donde un día hubiera letras de plata y oro.