
La escritora sirve un divertido y crudo relato sobre una mujer exitosa en lo profesional que fracasa una y otra vez en el ámbito sentimental, una historia frenética que habla sobre la soledad contemporánea
21 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Cuando un poeta da el salto a la narrativa siempre salen a la palestra cuestiones punzantes -algunas no muy profundas- como la de que un escritor no es tal hasta que se enfrenta al desafío mayor de la novela o aquella que afirma que el dominio del verso hará necesariamente mejor el relato. Nada que sirva para hablar de Beatriz Russo (Madrid, 1971), ya que, como ella misma advierte, lleva toda la vida ejercitándose en la novela, incluso antes de optar por ser poeta, condición en la que ha alcanzado una sólida trayectoria. Y, además, su producción poética crepita de modo natural sobre la prosa. Lo que ocurre es que esta licenciada en Filología Hispánica no se había decidido a publicar, ni siquiera cuando ganó el premio de literatura erótica Istar con La versión de Eva Blondie. Ha superado ahora esa barrera del debut con Bruna, en la que, por cierto, maneja un tono mucho más ligero que en sus trabajos líricos -el último, La llama inversa (Huerga y Fierro, 2020)-, aunque la ligereza solo lo sea en apariencia. Con Bruna le ha salido una comedia muy contemporánea sobre la soledad, «una montaña rusa emocional», según describe la propia autora. La protagonista es una ejecutiva de recursos humanos de un banco, fracasada en el terreno sentimental mientras el éxito le sonríe en el ámbito laboral. Ambientada en Madrid a comienzos del presente milenio, en un tiempo pos 11-S, con el euro aún implantándose, Bruna entra en una deriva de crecientes tensiones, de estrés casi violento, en cuanto que el reloj biológico apura los días y la pone ante el dilema de afrontar o no el proyecto de la maternidad. Bruna es divertida y derrocha un humor corrosivo, incluso consigo misma, lo que la empuja a situaciones surrealistas en su búsqueda atropellada de vencer esa tozuda soledad en la que se debate. La narración de Russo tiene mucho ritmo, con esos episodios cortos, frenéticos, y, con sus buenas dosis de erotismo, reclama una adaptación cinematográfica urgente.