![El autor y el mar. Como buen vigués varado en Madrid, el mar aflora por doquier en su obra, también en estos cuentos. «Supongo que cada uno escribe acerca de sus monstruos y obsesiones, pero es que además el mar lo tiene todo, es la vida y es la muerte, el viaje, los cambios... Literariamente me proporciona todas las puertas que pueda necesitar abrir», explica Villar.](https://img.lavdg.com/sc/OY-Vi4s9lofiAQAaYCl0Kdw4oU8=/480x/2021/09/08/00121631053802679154366/Foto/V14F9331.jpg)
Una hermosa colección de relatos del escritor vigués llega este miércoles a las librerías
15 sep 2021 . Actualizado a las 17:04 h.No eran relatos pensados para publicar, sino una celebración familiar, de la amistad. Solo la insistencia flexible del periodista Juancho Martínez hizo que algunos de ellos aparecieran en las páginas de opinión de La Voz de Galicia. «No tengo conciencia de una opinión formada sobre casi nada, necesito que pase el tiempo. Me pedía opinión, pero yo le mandaba un cuento. Y Juancho aceptó el envite», evoca Domingo Villar (Vigo, 1971) algo que sucedió hace más de un decenio. Ocurrió, por ejemplo, con Felipe o Mesías, Michael «Chico» Cruz, A Maruxaina e o señor Guillet, Don Andrés o Guapo, Os quince anos de Isabel Daponte, O espiritista do Grove... El lector puede hallarlos ahora entre los diez reunidos por el autor en Algunos cuentos completos, hermoso volumen que este miércoles llega a las librerías en sus ediciones gallega (Galaxia) y castellana (Siruela).
Villar, conocido por su popularísima creación de la literatura negra, el inspector Leo Caldas, escribe cuentos desde hace muchos años: «Necesito estar escribiendo todo el rato y en ocasiones se te cruzan historias que, aunque no son una novela, no quieres dejar marchar». Este hatillo, calcula, está rescatado de libretas de los últimos quince años. Juega, eso sí, con distintas herramientas a las de las novelas, la imaginación y la poesía, y también con otros objetivos, no tanto el escalofrío como la sonrisa y la sorpresa del lector.
Son historias inventadas que muchas veces nacieron como agasajo en una cena con amigos -también las ha escrito para sus hijos, pero no están aquí-. «No sabía muchas veces qué regalar y pensaba que un cuento sería algo bonito, más si tuviera un nexo con los anfitriones. Les escribo el cuento y lo leo al final de la cena como quien descorcha el licor café. Y se celebraba mucho, con risas, aunque fuera solo por educación. Las historias tienen un hilván común de cosas que le suceden a gallegos en la diáspora o a gente que dio con sus huesos en Galicia, o a gente de por aquí. Y todas tienen un punto en que la realidad se mezcla con la magia, con algo azaroso o sobrenatural. Unas son un tanto líricas, otras, simplemente aventuras lúdicas. Son cuentos pensados para ser leídos en voz alta, con claro sesgo oral, incluso he cambiado cosas para facilitar esa condición».
![](https://img.lavdg.com/sc/D0BM7BKOmPYLFbXlOI-VVoyCQIg=/480x/2021/09/08/00121631054281808189893/Foto/j08s1000.jpg)
Las diez piezas funcionan como bellas estampas poéticas que no necesariamente llevan a ninguna parte, a una meta, pero que dejan en el lector una sonrisa, un rictus de felicidad, como que sientan bien al cuerpo, son incluso sanadoras, con ese aire benéfico con que celebran la vida. «Esa intención tenían, la de ser un postre que resultara dulce, que no saciara demasiado y te dejara con ganas de más. Son por ello cuentos muy breves, aunque alguno podría tener más desarrollo. Hay hasta quien me asegura que alguno encierra una novela», agrega.
Su hermano Alfonso siempre le dice que en el del pianista, Michael «Chico» Cruz, por ejemplo, hay un novelón aguardando. Pero él replica que no es novelista de largo aliento. «Yo tengo folgos para subir un peldaño, no miro la escalera. Un peldaño sí, cojo todo el aliento, todas las ganas, y subo el peldaño contra viento y marea. Si miro muy arriba, muy lejos, me da vértigo y no soy capaz... con textos muy extensos no soy capaz, me quedo sin fuerza a mitad de travesía».
Capítulo a capítulo
Pero... ¿y las 700 páginas de El último barco? Aunque fue un parto largo, contesta, su truco era plantear la narración como en capítulos cerrados: «Escribo el capítulo, lo termino, lo traduzco, vuelvo de una lengua a otra. Es verdad que todos van cosidos, forman parte de una misma historia, pero cuando me siento a escribir no pienso en que voy a escribir un libro sino este capítulo. Cuando tienes todo, como sucede en el cine, en el etalonaje, eso te obliga a releer, a modificar cosas para que todo tenga un tono semejante y que no haya distorsiones cromáticas demasiado severas», detalla.
![Detalle de dos de las ilustraciones que realizó Carlos Baonza para el libro de cuentos de Villar.](https://img.lavdg.com/sc/0vYHJPWSN-dpY-i-Ct879-_GDEE=/480x/2021/09/08/00121631054282304325502/Foto/j08s1001.jpg)
Tiene cuentos para componer «tres o cuatro libros más de estos», pero la selección fue exhaustiva y entiende que los demás no están listos para publicar. «Esto es una aventura extravagante y puntual y un regalo para estos tiempos que nos planteamos mi amigo Carlos Baonza y yo. Parte de la idea de publicarlos fue revivir esas lecturas, en que Carlos ilustraba sobre la marcha y mi amigo finés Sami Kangasharju tocaba el piano, como si fuera una sesión de cine mudo. Hacía tiempo que no los leíamos, nos juntábamos, nos reíamos... Era necesario hacer algo. Esperemos que no haya más pandemias y que podamos volver a las lecturas, a los abrazos y a los brindis sin necesidad de tener que publicar más cuentos», concluye.
La escritura de la cuarta novela de Leo Caldas, en marcha
Han pasado ya quince años desde que Ojos de agua inauguró en el 2006 la exitosa serie protagonizada por el inspector Leo Caldas. Nadie olvida que el investigador es la gran criatura de Domingo Villar. La playa de los ahogados (2009) supuso su confirmación en el panorama noir. Hace dos años, en el 2019, El último barco consagró el lugar del autor gallego en el negro cielo estrellado del género policial. El asunto es que, hoy, el lector ya espera con ansia un nuevo paso de Villar, un nuevo hito en este viaje. El escritor concede irónicamente que Leo y él andan en «una cosa a medias». No está va muy avanzada, pero sí empezada, «lo que no es poco», subraya. «El nido en el que quiero hacer crecer la historia ya lo tengo. Hay caso, aunque falta hacer buena parte del camino», explica. «Necesitaba hablar con gente, cara a cara, tomar notas, apuntes, y eso no es posible hasta que está todo el mundo en situación de recibir y de querer pasar unas horas juntos. El covid hizo que estos no fueran los meses más adecuados para la labor. Y es que hay una parte de la tarea que yo no quería sustituir bajo ningún concepto por unas charlas a través del ordenador. Necesitas trabajo de campo, y percibir calidez y ver las rutinas de la gente, los tics, una cercanía que no te da la pantalla. El teletrabajo para la emoción funciona limitadamente», lamenta. Todo está en marcha y espera, avanza Villar, «no demorar demasiado la cosa».