Álex de la Iglesia gondolea y prosigue su hundimiento con «Veneciafrenia»
CULTURA
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El nuevo trabajo del director es un sinsentido que anuncia el desplome creativo absoluto
09 oct 2021 . Actualizado a las 19:18 h.Entras a una nueva película de Álex de la Iglesia y, como a la hora de manducar el rancho en la milicia, ya conoces de antemano cómo irá la función. De primeras, un arranque espasmódico, un ejercicio de baile de San Vito con alguna curva aparente y otras doscientas artificiosas o de bochorno. Y a continuación, un proceso de caída libre que culmina en el despeñamiento por obra y gracia de esos guiones entre histéricos y desneuronados que escriben -a cuatro manos y como quien tira a una cabra desde un campanario- el propio De la Iglesia y su inseparable Jorge Guerricaechevarría.
Ves Veneciafrenia y el camino de perdición se cumple al pie de la letra. Ni siquiera te preguntas las razones por las cuales este carrusel de ocurrencias -ambientado en su totalidad en la ciudad de los canales- no estuvo en la pasada Mostra, un festival donde De la Iglesia ganó -en otros tiempos- premio gordo con Balada triste de trompeta. Supongo que al boss de aquel festival, Antonio Barbera -sin entrar ya en la intrínseca maldad de la película- le habrá hecho maldita la gracia este mejunje que quiere vender Venecia como un hostil pudridero donde los verdaderos habitantes son las ratas que campan por sus respetos en la madrugada -lo que es estricta verdad- y cuya terraferma se dice aquí construida sobre los cimientos del barro de miles de cadáveres: un invento que es autoplagio, calco del Valle de los Caídos en cuyas criptas cantaba Raphael en aquel Álex De la Iglesia que acarició el oro del Lido.
Asisto a este carnaval de las máscaras con Ingrid Garcia Jonsonn y sus coleguillas que celebran su despedida de soltera. No creo que se entienda bien el origen ni los propósitos de una secta que se dedica a acuchillar a los turistas que bajan de los yates -como ratas, según parece- pero qué más da. Hay una cita sobre la venganza extraída de Rigoletto -pobre Verdi- y un vodevil de aquelarres, un remedo de pésimo slasher según cuyos rituales el grupo de García Jonsson se va haciendo más pequeño porque sus cuellecitos van siendo rebanados. La tremenda vendetta la pagamos los espectadores en la butaca asistiendo a este sinsentido que anuncia hundimiento creativo absoluto y por el cual en la Serenísima República y aún en todo el Véneto supongo que deberían declarar a Álex de la Iglesia persona non grata. De momento, el cine español celebró su gran aniversario agasajando al director en su Filmoteca y en su ministerio. Así nos luce el pelo, con De la Iglesia como buen patrón.