El ex ministro desvela que la arqueología ha sdo su gran pasión oculta y que todo lo que le queda por publicar ya lo tiene más o menos escrito
29 oct 2021 . Actualizado a las 09:40 h.Tiene una voz contundente, irrebatible y una mirada que busca por el espacio la palabra justa hasta que cae sobre la tuya para clavar el argumento. César Antonio Molina (A Coruña, 1952), es uno de esos eruditos que nació para serlo y al que nunca se le acaba el trabajo. Yo solo tengo que escuchar. No esperen una entrevista muy ligera.
-Vuelve a casa a presentar el libro «¡Qué bello sería vivir sin cultura!» y ¿de vacaciones?
-Yo nunca estoy de vacaciones, que son lo más aburrido. Lo más divertido es trabajar, que es a lo que me he dedicado siempre. Mejor imposible. Mis viajes son siempre de trabajo.
-Pero ahora está en su ciudad.
-Sí. Y aprovecho para ver a mis amigos, a mucha gente con quien hago de confesor y psicólogo ambulante, de forma mutua, porque el mundo de la cultura está lleno de quejas verdaderas. Compro libros y paseo por la Torre de Hércules, que ha sido siempre el faro de mi vida.
-Seguro que en Madrid echa muchas cosas de menos.
-Claro. Pertenecer a una ciudad oceánica como esta, hace que sea muy difícil olvidarse de ella. Sobre todo, durante la pandemia, que pensaba en estar aquí, en los vientos del Orzán. Lo que más echo de menos es el mar. Me conformo con los lagos lago del Retiro. De todos modos, yo le debo muchísimo a Madrid, a la que quiero infinitamente. Hay tres ciudades a las que quiero mucho: A Coruña, Madrid y Nápoles.
-Por cierto, ¿qué tal convive con el fenómeno Ayuso?
-A los madrileños nativos y a los adoptados, nos duele también que hablen mal de Madrid. Reaccionamos porque ha sido siempre una ciudad acogedora. Por eso derecha e izquierda ha votado a una persona que además, durante la pandemia, supo actuar.
-Se ha puesto usted muy crítico con la tecnología en su último libro.
-Mi libro es una reivindicación de la cultura y una llamada de atención a lo que he llamado totalitarismo tecnológico. Como todas estas nuevas tecnologías están cambiando el periodismo, los géneros literarios, la manera de leer.
-Cambiando para mal.
-Por lo general, sí. Yo no soy negacionista de la tecnología, pero creo que hay que utilizarla bien, a favor de la humanidad. Y no para utilizar a la gente para los fines que pretenden esas empresas tecnológicas, que nos han hecho empleados, de los bancos, por ejemplo. Eso va a traer malas consecuencias y el problema será la educación de niños y jóvenes. La investigación sobre el átomo es maravillosa, pero que eso mate a 300 millones de personas con las bombas atómicas, pues... cuidado.
-El libro va bien.
-Sí. Incluso se ha interesado en comprar los derechos una editorial de Kuwait para todo el mundo árabe y le he dicho a mi editorial que insista en que no se crean el título. No todos entienden la ironía que tenemos los gallegos. De hecho, creo que cada vez soy más gallego porque tengo más ironía y más humor, que evita los cabreos y la desesperación.
-Es un título sugerente.
-El viejo Lara me dijo: «Seguro que a lo largo de tu vida, Planeta te va a publicar un montón de libros, pero nunca se te ocurra presentarnos un libro tenga estas palabras». Y me las enumeró. Una de ellas era cultura. Así que cuando tuve el título de este libro pensé que estaba contraviniendo a Lara, pero en realidad es «sin cultura», así que no creo que le llevara las contraria.
-Xesús Fraga es premio nacional de Narrativa...
-En un suplemento muy importante de este país en el que escribo recomendé el libro de Xesús como uno de los cinco más importantes del año. Y hace muchos años ya le dije que en sus venas estaba un gran escritor, pero que eso no es suficiente, porque hay que escribir día a día. Para mí ha sido una gran alegría y significa que La Voz de Galicia ha dado a grandes escritores. Yo comencé en La Voz, Manuel Rivas, también. Cela, Cunqueiro, Torrente, todos escribieron en La Voz.
-¿Y qué está escribiendo ahora?
-Algo que no es la segunda parte de este libro, pero sí lo que me quedaba por contar. Es como el final de una reflexión sobre mi tiempo, para que nadie me diga que me evadí de él. Yo ya tengo programado lo que me queda por publicar. Además, ya lo tengo casi todo escrito, solo tengo que ordenarlo. Y luego descansar, pero descansar aquí, no descansar allá.
-Lo tiene bien organizado.
-Es que siempre he sido un buen organizador. He organizado la vida a miles de personas y es hora ya de que me organice a mí mismo.
-¿Piensa en la muerte alguna vez?
-Nunca me ha preocupado si la vida dura más o menos, mi único miedo es el dolor. Espiritual y físico. La muerte es un hecho que está ahí y no hay vida completa si no transitas ese camino.
-¿Le interesa el fútbol?
-Solo me interesa el Dépor, aunque pierda y vaya en novena división.
-Dígame cuatro palabras que le definan.
-Creo que soy una persona trabajadora, leal, digna y un gran lector y cinéfilo.
-Cuando era pequeño, ¿qué soñaba ser de mayor?
-Uno de los primeros libros que me regalaron fue A la búsqueda de Troya, de Schliemann. Yo era muy niño, y el libro venía con dibujos de las murallas de Troya, de Helena... Eso para mí, fue fundamental. Siempre pensé que la arqueología sería mi destino, luego la vida te elige muchas cosas. Durante mi etapa en el ministerio, la arqueología adquirió un papel que ni antes ni después había tenido. Yo, todo ese mundo lo reconvertí en poesía, porque el ser poeta puede serlo todo. Todo lo que has querido ser y no has podido, a través de la poesía, lo puedes recuperar.
-¿Echa de menos aquellos días?
-No, no. Yo no sé mirar atrás. El mensajero, de Hartley, comienza con esta frase: «El pasado es un país extranjero». Hay que seguir adelante.
-Imagine un escenario apocalíptico donde solo pudiera salvar un libro, ¿cuál elegiría?
-Ja, ja. Un escritor siempre salvaría los suyos. Es difícil porque nunca hay una sola cosa. Lo bueno de la vida es la multiplicidad pero... Creo que El Quijote es una buena enciclopedia de la vida. Ahí está explicado todo.
-¿Para qué quiere el tiempo libre?
-Para la música, el cine, la literatura, los viajes... Los viajes han sido importantísimos en mi vida. He visto cosas maravillosas por todo el mundo. Yo he leído mucho y cuanto más leo más me doy cuenta de lo mucho que queda por leer. Harían falta varias vidas. El otro día Paolo Sorrentino decía que la vida era muy aburrida. Y yo me quedé sorprendido por que un genio del cine dijera eso. Con la de miles de películas que le quedan por ver, los miles de libros por leer...
-Pepe Carvalho, el detective de Vázquez Montalbán, estaba tan desencantado que los quemaba al encender la chimenea.
-La única esperanza son los libros. Te van ayudando a seguir viviendo. Y no hay otra cosa. Hay gente que prefiere no sufrir y vivir la vida alegre. Y olvidarse de la capacidad de pensar.
-Dígame una canción.
-A mí me gusta mucho la música italiana... Parole, Parole, de Mina.
-¿Qué cree que es lo más importante en la vida?
-Poder luchar por alcanzar la igualdad verdadera; sobre todo en la economía y en las libertades.