Así fue la gestación de la gran obra de Cela
07 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.En 1944 Cela pasa el verano en Las Navas del Marqués (Ávila). En la primavera se había casado con María del Rosario Conde y el escritor, como dejó dicho en varias ocasiones, estaba «en plena fiebre de creación literaria». Sus contactos iniciales con Ramón Juliá y Carlos F. Maristany —gestores y propietario el segundo de la barcelonesa Ediciones del Zodíaco— se producen a propósito de un proyecto nonato, Antología de poetas contemporáneos, que en ese verano tenía entusiasmado al escritor gallego. En el otoño, Zodíaco empieza a preparar la edición de Pisando la dudosa luz del día, el poemario que Cela escribió en el otoño del 36, y que verá la luz en abril del 45.
Por otra parte, Cela que publica su tercera novela, Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes, en septiembre del 44 en ediciones La Nave, cuyo director es Saturnino Calleja, ha cobrado un anticipo de siete mil quinientas pesetas por dos futuras novelas para esa editorial: Un marino mercante (de la que se conserva un muy breve manuscrito) y Las aguas tranquilas, novelas que nunca se escribieron, porque Cela, desde enero del 45, estaba embarcado en un proyecto que tan solo conocen Juliá y Maristany, y que no es otro que la futura La colmena, que habría de presentar a la censura el 7 de enero de 1946.
Aunque Cela durante el 45 publicará en Afrodisio Aguado los cuentos de Esas nubes que pasan…, en Sagitario su primera recopilación de artículos, Mesa revuelta, y empieza a gestionar la cuarta edición de La familia de Pascual Duarte, que verá luz en Zodíaco en 1946, su quehacer prioritario es la primera redacción de lo que en una carta a Maristany (23-I-45) desvela: «Tengo notas tomadas para una novela a la que quizás titule La clientela de María Dominga». Título que se irá transformando en Café Europeo, Café La Delicia, La ciudad llagada… hasta La colmena, primera parte de Caminos inciertos. El 2 de enero del 46 escribe a Maristany: «El primer volumen —mejor sería decir, la primera novela de la serie— la tengo ya terminada y a tu disposición. La titulo La colmena y quizás el lunes la presente ya en censura”. Así fue, pero la censura no tacho «algo» como suponía Cela, sino que la desahució y el proyecto quedó varado.
Estos pasos iniciales contienen un interrogante importante: ¿por qué Cela deja a un lado el compromiso con Calleja y un buen contrato y se embarca en La colmena? Al margen de su intuición —creadora y comercial— creo que la clave está en dos reseñas del palimpsesto del Lazarillo aparecidas en el otoño del 44 y que le invitaban a cambiar de aires y escribir una novela de su tiempo, el tiempo del Madrid del estraperlo, de las cartillas de racionamiento, de la sordidez, de la miseria, de la mediocridad y del miedo. Si bien Ignacio Agustí en su análisis de El nuevo Lazarillo en La Estafeta literaria (15-XI) creía que Cela debía atreverse con una novela, «urdimbre de la araña, paciente total y organizada», fueron dos escritores gallegos los autores de la invitación. En Arriba (5-XI) con el marbete de La literatura de CJC, Eugenio Montes sentenciaba: «La novela es criatura urbana y sociable, no rústica o pastoril ni extrasocial […] Nuestra novela tiene que proponerse como tema la sociedad española de ahora, y en Madrid. Calle de Alcalá, 197, 2.º izquierda. Sin duda, a eso dedicará Cela en el mañana las espléndidas dotes narrativas que ya admiramos en sus libros de hoy, nostálgicos de anteayeres, y todavía más de un tiempo viviente extraño a todas las épocas, sin anteayeres, sin mañanas, sin hoy». A la reseña del académico de la RAE —que cita el domicilio de Cela— se sumaría el 13 de diciembre, en el periódico falangista de Huelva Odiel, el artículo de Torrente Ballester. El gran escritor ferrolano aconsejaba al novelista de Padrón: «Me gustaría que CJC utilizase alguna vez sus espléndidos medios expresivos en un tema de nuestro tiempo. Los lectores multiplicarían su gratitud. Yo por lo menos multiplicaría la mía». La colmena, después de una larga penitencia, cumplió las expectativas de Montes y Torrente Ballester. Se convirtió en una de las grandes novelas españolas del siglo XX.
Adolfo Sotelo Vázquez es catedrático de Literatura de la Universidad de Barcelona