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Alex Ross: «Es erróneo que Hitler defina la percepción que tenemos de Wagner»

Miguel Lorenci MADRID / COLPISA

CULTURA

A la izquierda, retrato del compositor Richard Wagner realizado por el fotógrafo alemán Franz Hanfstaengl y datado en torno a 1871. A la derecha, el crítico musical estadounidense Alex Ross, autor del monumental ensayo «Wagnerismo».
A la izquierda, retrato del compositor Richard Wagner realizado por el fotógrafo alemán Franz Hanfstaengl y datado en torno a 1871. A la derecha, el crítico musical estadounidense Alex Ross, autor del monumental ensayo «Wagnerismo».

El crítico musical estadounidense analiza el poderoso influjo del compositor alemán en su ensayo «Wagnerismo»

06 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Al escuchar la música de Wagner se pueden sentir deseos de invadir Polonia, como le ocurría a Woody Allen, tener escalofríos o ganas de vomitar pensando en el Holocausto, o de ascender al Walhalla guiados por Odín y las valquirias. Tan proteico es el genio de Richard Wagner (Leipzig, 1813-Venecia, 1883) que el influjo de su legado en el arte, la política, el pensamiento y, desde luego, en la música, pervive y se agiganta 138 años después de su muerte. «Rivaliza con Shakespeare en alcance universal», asegura Alex Ross (Washington, 1968), autor de Wagnerismo (Seix Barral), un monumental ensayo de casi mil páginas que escruta todos los perfiles del controvertido compositor alemán.

Aborda Ross todos los wagneres posibles, reales, alternativos e imaginarios: genial, misógino, feminista, antisemita, socialista, anarquista, romántico, simbolista, satánico, homosexual, animalista, vegetariano o teosófico. También el negro o el judío. Confirma así que wagneriano es un adjetivo tan reconocible y expresivo como kafkiano o felliniano.

Con su colosal y cautivador ensayo quiere Ross equilibrar las múltiples y contrapuestas perspectivas de la figura de Wagner, uno de los creadores más sublimes e influyentes de la historia, pero también un redomado «supremacista y antisemita» del que Hitler quiso apropiarse. Advierte su autor que su libro, subtitulado Arte y política a la sombra de la música, «no es ni una apología ni una condena». Es «la educación de mi vida» y fruto de una concienzuda investigación de una década para desentrañar la madeja de la decisiva influencia de Wagner, «en ocasiones luminosa, a veces nefasta, no solo en la literatura, el teatro, la arquitectura, el arte y el cine, sino también en la vida intelectual y la política».

Contaminación

La reputación del compositor se contaminó para siempre por la ideología nazi «lo que no minimizó el enorme influjo que ejerció sobre una increíble sucesión de doctrinas, movimientos y artistas», reitera Ross, uno de los más prestigiosos críticos musicales del mundo que refuta la identificación Wagner-nazismo y lamenta que se reduzca al creador de la obra de arte total al cliché de ser «el hilo musical del Holocausto».

«Atribuir a Wagner las terribles acciones de Hitler es un error», sostiene Ross, que destaca cómo el genocida nazi mostró interés por el compositor «antes de radicalizarse». «Es erróneo que Hitler defina la percepción que tenemos de Wagner», insiste Ross en un encuentro virtual con periodistas españoles desde su casa en Los Ángeles. Pese a la ideología que se atribuye al compositor de Parsifal, Tristán e Isolda o El anillo del Nibelungo, «muchas de sus expresiones fueron bien acogidas por la izquierda, el movimiento feminista y las culturas africana y judía».

Fue el poeta e historiador Peter Viereck quien en 1939 identificó a Wagner como «el manantial individual quizá más importante de la ideología nazi». «La campaña de Hitler para exterminar judíos formaba parte de su amor por Wagner», escribía en 1997 Joachim Köhleren en el libro El Hitler de Wagner. El profeta y su discípulo. «Hitler alimentó este tipo de especulaciones afirmando que un encuentro temprano con Rienzi, cuando escuchó de joven esa ópera de Wagner, le impulsó a emprender una carrera política», escribe Ross. Pero aclara que destacados historiadores del Tercer Reich no conceden credibilidad a sus palabras «y dudan de que Wagner desempeñara un papel significativo en la evolución política del dictador».

«Los roles femeninos de sus óperas inspiraron a muchas mujeres del siglo XX»

El ensayo de Ross aborda también la «misoginia evidente» que marcó la relación de Wagner con las mujeres y que para algunos aparece como algo obvio en muchas de sus protagonistas femeninas, víctimas de muertes trágicas y fatales desenlaces en sus óperas. Argumento que resulta, de nuevo, escurridizo y matizable para el investigador. «Los papeles femeninos de las óperas de Wagner inspiraron a muchas mujeres del siglo XX porque representaban libertad y ofrecían un retrato heroico de la mujer», afirma.

Ross inicia su ensayo tras el fallecimiento de Wagner y rastrea la influencia del compositor alemán en Nietzsche, Baudelaire, Proust, Virginia Wolf, Thomas Mann o Coppola. Y es que para su autor, «lo verdaderamente extraordinario es que, tras su muerte, su sombra siguió creciendo».

«No es necesario amar a Wagner o su música para dejar constancia de las asombrosas dimensiones del fenómeno», detalla Ross, que indaga las apropiaciones, mitificaciones, transformaciones y deformaciones que experimentaron Wagner y su obra desde su muerte, en la tarde del 13 de febrero de 1883, a los 69 años, en el Palazzo Vendramin Calergi de Venecia. Allí comienza a agigantarse a leyenda del Hechicero de Bayreuth, el genio «a quien Nietzsche describió como una ‘‘erupción volcánica de la capacidad artística completa, indivisa, de la naturaleza misma’’, y a quien Thomas Mann llamó ‘‘probablemente el mayor talento de toda la historia del arte’’».

Crítico de The New Yorker, el primer libro de Alex Ross, El ruido eterno (2009, también en Seix Barral), fue finalista del Pulitzer y un best-seller multipremiado.