La feria de arte contemporáneo se inocula una potente dosis de autoconfianza en una de sus ediciones menos arriesgadas y con la pintura como activo imbatible. «Ha hecho un papelón en el desarrollo del arte contemporáneo en España», dice Juana de Aizpuru, su creadora
24 feb 2022 . Actualizado a las 19:36 h.Esperanza. Optimismo. Ilusión. Ganas. Son palabras que repetían como un mantra galeristas y organizadores en estas jornadas inaugurales de Arco. La reina Letizia hizo este jueves un recorrido por los principales estands en lo que se tiene por la inauguración oficial. La feria de arte contemporáneo se ha inoculado una potente dosis de autoconfianza y se ha sacudido el pesimismo, el susto y el miedo pandémico, aunque la sombra del conflicto de Ucrania planeaba por el recinto.
Se homenajea Arco a sí misma en su madurez, celebrando su pasado como trampolín hacia el futuro. Lejos del bullicio y la algarabía que primaba cuando cumplió veinte años, se muestra, como buena cuarentona, mucho más tranquila, previsible y conservadora. Apuesta por los valores seguros con la pintura como el mejor activo. El vídeo, la fotografía y los NFT son testimoniales, y no falta alguna pieza escandalosa.
El récord de precio lo marca un Miró de dos millones de euros que vende Leandro Navarro. Para los bolsillos más modestos, y en la otra punta de la horquilla, los 2.200 euros que cuesta un pequeño y crítico retrato del rey fugitivo Juan Carlos I. Es una obra del finlandés Riiko Sakkinen, que también ha retratado a Pedro Sánchez rodeado de un listado en el que aparecen Lenin, Pol Pot, Evo Morales o Fidel Castro. Se vende por 16.000 euros y se titula Mis líderes favoritos de extrema izquierda, y junto a ella hay una artística colección de bufandas ultras (14.000 euros).
Hace cuatro décadas Juana de Aizpuru se sacaba del magín esta feria bien situada hoy en el concierto internacional de arte contemporáneo y en el punto de mira de los coleccionistas. En su 40+1.ª edición (la pandemia impidió conmemorar por todo lo alto el cumpleaños número 40), Arco luce músculo y trayectoria celebrando su madurez, reconociendo a las galerías que la han hecho grande y a las mujeres que la impulsaron.
Cuatro directoras
De sus cinco directores, cuatro son mujeres: Rosina Gómez-Baeza, sucesora de Aizpuru, la dirigió durante 20 años -de 1986 y al 2006-; Lourdes Fernández la pilotó entre el 2007 y el 2009, y le tocó lidiar con la crisis; Maribel López, la directora actual, tomó las riendas hace tres años en sustitución de su jefe, Carlos Urroz, director entre el 2011 y el 2019.
«La feria está muy bien de salud gracias a los galeristas que la han hecho grande», se felicitó López, que ha invitado a 350 coleccionistas y 200 profesionales. «La pintura está muy presente y es la forma de arte más exitosa», confirmaba la directora.
«Arco ha hecho un papelón en el desarrollo del arte contemporáneo en España», se enorgullece Juana de Aizpuru, matriarca del gremio que a sus 88 años no ha faltado nunca a su cita con Arco. «Ha creado un coleccionismo e impulsado un patrimonio artístico que no existía. Hay alegría, fortaleza y ánimo. Arco funciona muy bien, es un dinamizador, un lugar de encuentro que genera energía», se felicitaba. Y eso que los visitantes deben presentar un pasaporte covid (o un test PCR o de antígenos negativo) y acceder con una chillona pulsera como si estuvieran en un festival.
Echa de menos Aizpuru a los grandes coleccionistas «que volaron con la pandemia y no se les ha visto más». Pero el recambio es «un coleccionista más modesto que ha ahorrado y tiene ganas de comprar». No cree desaparecido al gran coleccionista Íñigo Navarro, al frente de la galería de Leandro Navarro, que espera comprador para Vol d'oiseaux entourant le jaune d'un éclair, una tela de Joan Miró de 1973 por la que pide dos millones de euros, la más cara de Arco, que se sepa.
Obras maestras
Asiduo de la feria desde hace 20 años, Navarro es también optimista. «Veo ilusión entre los coleccionistas en una feria madura y con buenas expectativas». Tiene su estand plagado de obras maestras: un pequeño Chagall por 600.000 euros; dos tintas de Matisse en torno a los 230.000 y una pequeña escultura del artista francés por 80.000. Por un colchón de Tàpies que homenajea a la inmigración y que nunca había estado en venta pide 275.000 euros.
No vende un cuadro icónico de María Moreno, Entrada de casa (1980), estrella del homenaje a las realistas españolas y que cede su viudo, Antonio López. Sí vende por 55.000 euros una instalación realista de Carmen Laffón, Bidón y carretilla con cubo de cal, y una tela de Amalia Avia por 28.000.
La galería Mayoral ofrece un Tàpies de gran formato por un millón de euros, un Millares más pequeño por el mismo precio, y un Saura por medio millón. También cinco piezas de Chillida en torno a los 200.000 y seis de Dalí entre 100.000 y 200.000. «Hay ilusión, optimismo y ganas de recuperar el contacto con el coleccionista. Está bien vender por internet pero lo presencial es imbatible», dice Jordi Mayoral.
«Nos hemos sacudido el miedo, el susto y la incertidumbre y hemos recuperado la confianza», resume Adolfo Cayón, otro veterano. Ofrece una decena de esculturas de Martín Chirino entre los 60.000 y los 200.00 euros.
En Elvira González las estrellas son dos telas recientes de Barceló -Sous la banquise, por 650.000 euros y Toro, por 350.000-, y la escultura de Juan Muñoz Chino mirándose en el espejo redondo por 540.000. Nada más abrir, la galerista había colocado una pieza mediana de Chillida de la que no da precio.
Marlborough ofrecía un gran tela de Eduardo Arroyo por 480.000 euros y una escultura de Jaume Plensa por 500.000. José de la Mano vendió nada más abrir Aizkolari, una espectacular pieza de Remigio Mendiburu, a la Fundación Masaveu Peterson. Cree el galerista bilbaíno que venderá cuatro traviesas coloreadas de Agustín Ibarrola, a 35.0000 euros cada una, por las que se han interesado coleccionistas suizos y estadounidenses. «El arte vasco no está donde debe y fuera entienden mejor que aquí a Ibarrola como pionero del Land Art», señala.