C Tangana: el mejor espectáculo musical que se puede ver ahora de un artista español

Javier Becerra
Javier Becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

EDUARDO PEREZ

El músico pone a sus pies al Coliseum de A Coruña con una película musical filmada en directo que marca un hito en la música pop nacional

01 mar 2022 . Actualizado a las 17:58 h.

¿Y ahora quién supera esto? La pregunta flotaba en el aire del Coliseum de A Coruña al término del apoteósico concierto de C Tangana, presenciado por 8.500 entregados espectadores. Se explicaba así, con un sonoro interrogante, algo tan excepcional que -con una sensación de plenitud al recibirlo y la impotencia total a la hora de narrarlo- había que esforzarse para encontrar las palabras. Dos horas después de asistir a una fantasía -mitad concierto, mitad musical y todo envuelto de un aire cinematográfico- costaba dar con el contenido que iría dentro de las exclamaciones. Por ello, más allá de la retahíla de los «impresionante», «insuperable» y «maravilloso» de turno, quedaba ese interrogante suspendido en el aire como una pluma que no llega al suelo. Los próximos artistas que desfilen en directo este año lo tendrán que responder. Y -seguro- lo van a tener tremendamente difícil. ¿Imposible?

Lo que se pudo disfrutar anoche debe colocarse en el estante de lo soberbio. No tiene parangón en un artista nacional en estos momentos. Y, en lo internacional, hay que apuntar alto, muy alto. Aunque en frío, antes de empezar la actuación, el escenario no deparase gran espectacularidad -una pantalla gigante, una pasarela y poco más-, en calor, ya con las luces encendidas, su planteamiento dejó al público totalmente boquiabierto. Como si se tratase de una película filmada en vivo para los espectadores, el concierto se desplegó como un derroche de estética totalmente embaucadora. Nada de metáforas, por favor. Tómese tal cual. Música de celuloide. Concierto cinematográfico. Fotogramas de sonido. Un recital, sí, de película. Lo que se desee. 

Respaldado a un lado por una sección de cuerda y al otro por una de viento, el recital arrancó apoteósico. Revisión de Still Rapping. Pieza trapera redimensionada por el empuje de trompetas y trombones, puso en situación al público. Por un momento -por aquello de los vientos, el aroma a banda de marchas y la grandiosidad sonora- sobrevoló el eco de la Beyoncé de Coachella. Al instante, entre luces de hielo, gafas de sol y actitud desafiante se plasmó una pop-star patria con un manejo de la situación digna de un Robbie Williams, Justin Timberlake… o quien sea. Era solo el principio. 

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Una de las dudas que arrojaba la gira Sin cantar ni afinar Tour era la de cómo se iba a ensamblar el pasado y presente del artista. Cómo se alternarían los temas sin generar un contraste imposible de temperaturas musicales entre el trap afilado de barbilla levantada y el dorado pop aflamencado de silla. C. Tangana lo resolvió precisamente acentuando las diferencias y, de paso, dejando asombrada a la audiencia. Porque tras ese arranque espídico, la calidez tomó el escenario que -como si por arte de magia se tratara- se convirtió en un club de los años cuarenta para interpretar Te olvidaste. Se podría decir que de ese modo empezó la ensoñación colectiva en el Coliseum. Mezclando la idea un directo al uso con la de contemplar -créandose delante de los ojos de uno- un videoclip de aroma retro, la experiencia guiada por la suavidad de la canción obligaba a abrir bocas. Y dibujar sonrisas, mientras se aterrizaba en una sensación extraordinaria de irrealidad.

No decayó. El espectacular planteamiento de C Tangana no enseñó ni un solo mal pliegue en dos horas de una actuación soberbia. De las que valen cada euro que cuesta. Con un centenar de personas trabajando para su particular ensoñación pop, el cantante se mostró con las anchuras de un traje de los cuarenta, camiseta macarra de tiras y pañuelo de seda materializando en escena todo esa imaginería latina que quiso plasmar en El madrileño y sus secuelas. Saltimbanqui, gamberro y juguetón cuando la electrónica lo llevaba la C Tangana más autotuneado. Sobrio, canalla y carismático cuando retornaba a su yo actual. El paso adelante y paso atrás -transformando el escenario entre lo que se encendía y lo que se apagaba como el mejor de los musicales- parecía que lo iba a guiar todo. A la audiencia -comiendo de su mano desde el primer guiño- le hubiera valido así. Pero, en un más difícil todavía, había más. Mucho más.  

Llegó después de perderse por los caminos de la bachata, primero honrando a Luis Segura con Bobo, luego invocando su Ateo que literalmente enloqueció el Coliseum. Y tras reivindicar su deconstrucción del pasodoble con un impresionante Demasiadas mujeres. Ahí se produjo una pirueta narrativa en el guion. El escenario se hizo íntimo. El artificio se puso a un lado. Se coló en la sala de su glorioso Tiny Desk grabado para la National Public Radio estadounidense. Igual que en el vídeo, rodeados sobre una gran mesa bien surtida de anís y licores, se disponían sus músicos (varios miembros de la familia Carmona, Ismael El Bola, La Húngara y Yeray Cortes, entre otros). Entre trago y trago, repasaron canciones propias y ajenas en un tramo central glorioso. Guiados por la rumba, aupados por el palmeo y destilando ese aroma de fiesta etílica que crece y crece persiguiendo el delirio, por allí desfiló el No estamos lokos de Ketama, el Ingobernable propio y el Alegría de Vivir de Ray Heredia mezclando con Bizarre Love Triangle de New Order. Después se abrió la puerta y apareció Kiko Veneno -jaleado por los más adultos, anónimo para muchos de los adolescentes allí reunidos-, quien obviamente se marcó un Los tontos (¡coreado como pocos ese « Tú te has creído que por ser yo bueno /  Puedes ir pisando por donde friego»!) y, ya puestos, el eterno Volando voy con extra de velocidad. Una vez más, la gente -abrumada, prendada, a sus pies- se hubiera quedado ahí encantada.

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Había nuevos giros guardados en la chistera. Retomando donde lo había dejado antes de la alegría flamenca, volvió la desafiante estrella de gafas de sol. Con muelles en los pies, invocó sobre la mesa un Tranquilísimo redoblando graves. También, intenciones. Se abría así la tercera parte de un concierto que, volviendo a la idea de la película, miraba hacia su clímax en ese club donde el alcohol ya invitaba a desabotonar camisas y abrir confesiones para dar rienda suelta a una tremenda alegría de vivir. La materializó en grado máximo en el mano a mano entre C. Tangana y La Húngara a propósito de Tú me dejaste de querer. Otro momento en el que quedarse toda una vida. C. Tangana, sabedor del amor/odio que genera, se dirigió al público para decirles que en El madrileño se había liberado de todos los prejuicios y que quiso meter en él toda la música que le alucina: «Y al que no le guste, que le den por el culo». Para dar fe de ello se marcó el Suavemente de Elvis Crespo, un estandarte de esa música latina considerada hortera para los guardianes de las esencias del buen gusto, pero irresistible a las tantas de la mañana en plena fiesta. Así es como la invocó el cantante respaldado por una banda apoteósica. Se hizo enorme. 

Ya como final, en la pantalla gigante se pudo ver a Pepe Blanco interrogando por Lauren del Postigo. La cita, rescatada por C Tangana que la puso en boca de Imanol Arias, se pudo escuchar y ver sobre la inmensa pantalla: «Cuando yo he oído cantar en el extranjero he llorado viendo cantar a cualquier artista español. Porque no puede cantar un inglés un fandango, una jota o un pasodoble. No puede cantarlo. En cambio, yo cantaría lo que canta ese gran artista, Sinatra. Lo cantaría yo Pero no puede cantar: ‘¡Ayy… Ayyyyy… Olé…', como canta Farina o Antonio Molina». Como si quisiera condensar ahí la filosofía del artista que es - o quiere ser- en 2022, la siguió con Cuando olvidarte. Con esa nostalgia adelantada de cuando las grandes juergas avistan su conclusión puso fin a un concierto que, como no podría ser de otra manera, sorprendió hasta el último momento. Al caer por la pantalla los nombres de los músicos y el equipo de Tangana como los créditos finales de una película, la ilusión cinematográfica quedaba totalmente redondeada. Las 8.500 personas habían asistido a una película rodada en directo hecha concierto. Impresionante.

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¿Y ahora quién supera esto? Era la pregunta, recordemos. Y sin que la música pop necesite de competiciones ni récords y, recordando que una buena canción siempre podrá sobresalir en un escenario desnudo, el espectacular planteamiento de C. Tangana y su sensacional desarrollo invita a preguntar. Precisamente por la falta de elementos comparables. Metiéndose el artista en el traje del entretenimiento, sabiendo que en esa escala van de la mano, Pucho ha marcado un hito en la música pop española con esta gira. Un logro mayúsculo que desborda en todos los sentidos. Algo difícil de superar. ¿Imposible quizás?  Buscando y buscando, solo aparece un nombre capaz de lograrlo. Se llama Rosalía, saca disco en breve y, lógicamente, lo llevará al directo. Ella, que seguramente coja esa pluma flotando en el aire como un interrogante, tendrá la respuesta.