El autor reúne en su nuevo libro historias narradas «desde el más allá»
21 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.El final de ETA fue «extraordinariamente liberador» también en lo literario para Bernardo Atxaga (Asteasu, Guipúzcoa, 70 años). El escritor vasco fue pionero abordando en varias novelas la situación generada por la violencia en Euskadi. Con ETA desactivada, sintió que podía transitar otras sendas narrativas. Su obra dio un giro y exploró una vena más poética y sarcástica cuya última entrega es Desde el otro lado (Alfaguara). Son cuatro historias sobre la vida y la muerte contadas «desde el más allá» y con humor negro. «Muy negro», precisa Atxaga. Narradas por espectros, reptiles, aves o roedores, son además una celebración de la naturaleza.
«Mientras estuvo sobre la mesa el problema de ETA y toda la violencia política en el País Vasco, me sentí obligado a escribir sobre ello. Publiqué tres novelas sobre el tema, la primera hace ya 25 años», explica Atxaga evocando El hombre solo (1994), Esos cielos (1996) y El hijo del acordeonista (2003). «A veces la realidad, como pasa ahora con Ucrania, es una avalancha y no puedes evitarla; si uno se escapa de ella no es escritor», arguye. «Pero una vez que el problema desaparece, me siento liberado. No tengo que escribir más de ese asunto», dice un escritor que se comportó «al revés de lo que ha ocurrido en general».
«Estoy más cómodo narrando desde el más allá que desde el más acá. Jamás escribí tan sosegado, tranquilo y divertido», apunta risueño el ganador del Premio Nacional de las Letras en 2019. Tras Casas y tumbas, quería explorar formas «más libres» de escritura, ahondar en los límites de la ficción y reírse de casi todo. «El escritor debe enfrentarse a las formas heredadas que son siempre extremadamente encorsetadas si quiere aportar algo de oxígeno», plantea.
Y Atxaga lo hace hablando de dos hermanos que se enfrentan juntos a la maldad colectiva; con un hombre que revive la muerte del hijo de su amigo a la luz del LSD; con dos espectrales conferenciantes que exaltan a la multitud con una delirante charla sobre la vida y la muerte en el cementerio de Obaba-Ugarte, o con la perorata de un búho que será crucial para resolver varios crímenes. Son cuatro historias inéditas en castellano, ya que las dos que se publicaron en euskera en 1985 y 1995 las ha reescrito ahora.
En plena madurez, tras casi medio siglo de andadura literaria, se siente Atxaga «más suelto» y con más ganas de divertirse y divertir con sus juegos narrativos. «Narrar desde ultratumba y dar voz a animales y espectros te da una libertad absoluta. Después de 50 años me siento más libre, más suelto y más divertido que nunca», insiste.
Para este Atxaga liberado, el humor que antes reservaba para sus relatos infantiles es cada vez más importante. «Siempre me ha acompañado. Creo que es genético y ahora dejo que fluya», asegura. «No diría que he conquistado el humor, pero sí que ha emergido como cuando descorchas una botella de champán», explica.
También se siente libre creando personajes insólitos, «dando ese salto por encima de la realidad que te permite la ficción». «En una representación de Ubú rey, de Alfred Jarry, Ubú era artefacto, una construcción metálica; comprendí que cualquier cosa puede ser un personaje», confiesa. «Una serpiente, un perro, un ratón o una piedra pueden ser personajes tan interesantes como un señor maduro o una señora rica», reivindica Atxaga.
Los de estas historias transitan entre la vida y la muerte, «que son dos caras de una misma cosa». «Uno de los conferenciantes del cementerio de Obaba, el texto más negro que he escrito en mi vida, defiende las maravillas de la muerte. Asegura que la vida destruye el amor y que la muerte lo ensalza y lo hace crecer», explica. «La vida engloba a la muerte y permite el humor y la poesía». Los cuatro relatos de Desde el otro lado evocan las fábulas clásicas, pero Atxaga no quiere ofrecer moraleja. «Siempre hay una posición moral, es inevitable, pero no tengo la menor voluntad de dar lecciones morales. Quiero abrir un espacio poético y para el humor negro», dice. Un búho es el protagonista de Un crimen de película, último relato en el que un asesino en serie irrumpe en un rancho en Nevada, una situación que le sirve al autor de Obabakoak para reflexionar sobre la violencia, la pena de muerte, el bien y el mal.