Leopoldo Calvo-Sotelo, poeta por el aliento de Dionisio Gamallo Fierros

H. J. P. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Leopoldo, saliendo a navegar con su esposa, Pilar, en su bote de vela latina Juanín por las aguas de la ría de Ribadeo. A la izquierda, un retrato de ambos ilustra la portada del poemario.
Leopoldo, saliendo a navegar con su esposa, Pilar, en su bote de vela latina Juanín por las aguas de la ría de Ribadeo. A la izquierda, un retrato de ambos ilustra la portada del poemario.

Crónica política y familiar, descripción, paisaje, retrato y sátira llenan el verso a menudo humorístico del expresidente, del que ahora se publica una antología

14 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«Pío, Pío / Cabanillas, / no me fío / que me pillas / cuando subes / a las nubes; / cuando bajas, / cuando atajas, / o rodeas, / te peleas / o te rajas, / cuando chillas, o te quejas / siempre dejas, / Cabanillas, / en la Xunta / la pregunta / ¿con su lío y sus follones / qué coj... / querrá Pío?». La punzante coplilla que Leopoldo Calvo-Sotelo dedica a su colega pontevedrés, quien fue su ministro de Presidencia, es en justeza tan obra debida al político gallego por tres de sus cuatro costados —sus abuelos eran de Ribadeo, A Coruña, Lugo y Meneses de Campos— como estos hermosos versos que siguen: «Toda la luz de todos los ponientes / se ha venido a dormir al astillero / y desde Castropol al Cargadero / la Ría es gris y blancas las rompientes».

Todo es susceptible de hinchar el velamen de la poesía en la pluma juguetona del ingeniero de caminos, canales y puertos don Leopoldo (Madrid, 1926-Pozuelo de Alarcón, 2008), que tanto agradecía el viento que tensaba la vela latina de su bote Juanín en sus salidas a navegar por la ría de Ribadeo, cuya tonalidad de aguas es el color preferido de su esposa, Pilar Ibáñez-Martín. Ahora el lector puede conocer la inquieta alma lírica —con tendencia al soneto y la sátira— que encerraba ese erguido cuerpo de estadista.

El volumen Poesía en la tangente (Editorial Sial Pigmalión) reúne algunos de los textos poéticos que escribió durante sesenta años (1942-2002), según lo asaltaba la musa, en lo primero que tenía a mano, ya fuese una servilleta, una cuartilla de Iberia, un papel con membrete de Lufthansa, el crucero Italia de la Societá di Navigazione Genova o una hojilla del Consejo de Ministros.

Lector ferviente de Rosalía de Castro y Machado, pero sobre todo de Lope, Quevedo, Góngora, Fray Luis de León y San Juan de la Cruz, el hábito y la vocación de escribir poesía prendió en un Leopoldo aún adolescente durante sus clases de historia y literatura en el instituto de Ribadeo —en plena Guerra Civil— gracias al aliento de sus profesores Dionisio Gamallo Fierros y Ramón Fernández de Soto. En el semanario local La Comarca, que este último dirigía, vio publicados por primera vez unos sonetos infantiles. La pieza que abre esta antología, donde ya hace gala de su carácter político y su espíritu crítico, fue compuesta con solo 16 años.

La crónica política y familiar, la descripción, el paisaje, el viaje, el retrato, la sátira... llenan el verso a menudo humorístico del expresidente. En Poesía en la tangente el lector encontrará dardos a Alfonso Guerra, Ricardo de la Cierva, Felipe González y otros muchos, pero también bellos pasajes líricos. Como dice Jaime Siles en el epílogo del libro, en un elogio a la biblioteca de don Leopoldo, «Calvo-Sotelo buscaba en la poesía no solo una obra perfectamente construida, sino un intenso grado de emoción». Dos aspectos que brillaban en su faceta como lector que no rehuía el escritor.