Dos generaciones riendo y llorando con Dani Martín

CULTURA

PACO RODRÍGUEZ

En un multitudinario concierto en la última jornada de O Son do Camiño el excantante de El Canto del Loco hizo de enlace entre el «festivaleo indie» y el «reguetonero». Emocionó por igual a los de 20 que a los de 40.

19 jun 2022 . Actualizado a las 20:13 h.

En términos generales, el ecosistema festivalero nacional se rigió desde los noventa por el rock, el indie y la electrónica. Por eso la introducción de los sonidos reguetoneros y urbanos latinos ha despertado un virulento rechazo en una parte del público que ve estos estilos como una especie invasora que seca la tierra e impide que crezca la música de calidad. En ese sentido, O Son do Camiño —donde Justin Quiles precede a Liam Gallagher y Editors para luego seguir con Anuel AA— ejemplifica a la perfección el choque. Es tal la discrepancia que hace que pase a un segundo plano lo que otrora sería la gran polémica: la incorporación al cartel de un artista de las alturas del pop comercial como Dani Martín.

Él lo sabe. Y, emocionado, lo verbalizó ante una impresionante muchedumbre en el escenario principal: «Estamos en un momento con las cabezas lo suficientemente abiertas para escuchar de todo, sea rap, sea reguetón, sea rock,... sea música. Ese es el único estilo que existe mí». Sin pretenderlo, con su pop de guitarras, su pasado de El Canto del Loco y una maestría total a la hora de llevar un show, hizo de inesperado enlace entre el festivaleo indie y el reguetonero. Lo más próximo a la mezcla intergeneracional perfecta de O Son do Camiño se vio allí, con chavales de 20 años cantando canciones que se compusieron cuando eran bebés y señores de más de 40 reviviendo aquello. Algunos incluso aceptando que no estaban nada mal aquellos temas de amor, juventud y frenesí. Los que desde la autenticidad era poco menos que obligatorio rechazar.

PACO RODRÍGUEZ

Porque si el pop debe ser esa fuerza centrífuga y eléctrica que hace saltar, reír, llorar y volar lo del sábado supuso un perfecto ejercicio de ello. Dando botes el público con Ya nada volverá a ser como antes. Sonriendo de oreja a oreja con Volverá. Derramando lágrimas —y tómese en el sentido literal, viéndolas correr por las mejillas de la audiencia— con Cómo me gustaría contarte, dedicada a su hermana fallecida. Y elevándose varios centímetros por encima del suelo con Una foto en blanco y negro, completada en las pantallas por todo tipo de besos y opciones afectivo-sexuales.

Allí ocurrió todo eso de una manera tal que difícilmente un corazón latiente lo podría repeler, sin contagiarse de todo el cúmulo de emociones. Las que no saben de marcar territorios, segmentar la música y decidir lo que sí y lo que no para obtener una credencial absurda de pureza. Bienvenidos sean esos tiempos. Y bienvenido sea Dani Martín a estos eventos.