Josan Mosteiro: «La literatura le da un orden a la vida, le da sentido al mundo»
CULTURA
Josan Hatero firma con el apellido de su madre su primer thriller, ambientado en Galicia y con crítica social: «En vez de criar librepensadores, estamos consiguiendo que la gente siga ideas como borregos»
22 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.El escritor Josan Hatero (Barcelona, 1970) firma con el apellido de su madre, Mosteiro, su primer thriller, La cosecha pálida (Roca Editorial), una narración ambientada en la Galicia rural que es también un bálsamo contra el olvido. Cuando escribió la historia, la demencia senil de su madre (de origen melidense) avanzó.
—En vez de una desaparición, aquí todo arranca con una aparición, la de Crucita.
—Creo que cuando entras a un nuevo género tienes que ver cuáles son los códigos y a mí me gusta darles la vuelta. Me di cuenta de en que muchas de estas novelas, la acción la desencadena la desaparición o el cadáver de una chica. Y pensé «hagamos que el desencadenante sea alguien que regresa». De hecho, regresa diciendo que ha estado cuatros años secuestrada bajo tierra por los mouros. En la vida muchas veces elegimos por negación: no sé qué quiero, pero eso no. Y en literatura pasa muy a menudo.
—Parece una novela cimentada en los noes. Otro de ellos es: no a un detective como protagonista.
—Para que tuviera mucho ritmo, para que tuviera mucho diálogo, qué mejor que una periodista [Asunta Loureiro], que su arma son las preguntas. Y más una periodista que trabaja en un medio digital, que tiene mucha libertad, porque cobra por noticia. No me interesaba alguien tipo Sherlock Holmes, que de pronto ve conexiones. Es alguien que hace preguntas y que de ahí va deduciendo. Y los personajes, gracias a estas entrevistas, se muestran como son por lo que dicen, pero también por lo que no.
—La periodista también es una muestra de precariedad. Tiene que colocar noticias para llegar a fin de mes.
—Me parece curioso que los sectores más importantes, la prensa, los maestros y los sanitarios, estén tan mal pagados. ¿Qué clase de sociedad estamos construyendo cuando están tan mal pagados, cuando a estos tres puntales de la sociedad se les ningunea?
—Y no a un asesino en serie.
—Claro, es que esto no es Wisconsin, esto es Galicia [ríe]. Seguro que los hay, por desgracia, pero creo que es mucho más interesante si el villano o la villana, en vez de ser una persona que ha perdido la cabeza, es alguien que ha hecho algo horrible pero por algún motivo que de algún modo puedes llegar a entender. No es que esté loco, está equivocado. Y eso es mucho más cercano. Y porque podría ser cualquiera.
—Humaniza al villano.
—Exacto. Esto me parece más interesante que crear un monstruo que no puedes entender. O lo peor, novelas que dan una explicación patillera: que su madre le azotaba, o algo así.
—Crucita regresa con un mensaje aprendido y retrógrado. ¿Hay una crítica al populismo?
—En vez de criar librepensadores, lo que estamos consiguiendo es que la gente siga ideas como borregos. En el libro, esa vuelta al pasado, de decirle a la gente lo que tiene que hacer, tiene consecuencias. En la vida no tanto, pero lo bueno de la literatura es que toda acción tiene una reacción. La literatura le da orden a la vida, le da sentido al mundo. Sí, hay una crítica social buscada. También hay un cliché sobre que la literatura policíaca es social, pero puede haber literatura criminal que no tenga mensaje y ser estupenda y al contrario. Jane Austen tiene un mensaje social brutal: el de la condición de la mujer en el siglo XVIII.
«No quería que las mujeres fuesen solo víctimas»
La cosecha pálida habla también de la condición de la mujer: es un compendio de violencias machistas, física, psicológica, simbólica.
—Sí, hay agresión física, pero me preocupan otras que no son tan evidentes, como lo que han hecho con Crucita, por ejemplo. Que es algo incluso más fuerte porque la están sometiendo, la están convirtiendo en alguien que no es. Todo esto viene porque una vez, viendo algo con mi pareja sobre acoso a las mujeres le pregunté si alguna vez le había pasado algo así.
—A todas.
—Es que fue exactamente lo que me dijo, que a todas les ha pasado alguna vez en la vida. Y es terrible. Es una realidad y no la podía dejar pasar. Pero no quería que en la novela las mujeres simplemente fuesen víctimas. Por eso también era importante que la protagonista fuese una mujer, independiente y con una historia potente. Y está también la Duquesa, que es un personaje impresionante.
—La novela está ambientada en Galicia, en un pueblo, Calixe, en el Camino. Últimamente parece que nos hemos convertido en un escenario para el misterio, tanto en la literatura como en el producto audiovisual.
—Es curioso, porque cuando se me ocurrió no conocía las series. Luego sí, vi Néboa. En realidad, y volviendo a lo de escribir por negación, el thriller es un género de asfalto, muy urbano, y yo quería hacerlo rural. Y el ambiente rural que conozco es Galicia, porque venía aquí desde niño. Yo que era un niño muy urbano, llegaba aquí y me hablaban de lavandeiras, de la Santa Compaña, de las meigas...
—De los «mouros».
—Los descubrí ya de mayor. Me gustaba el poder metafórico de vivir bajo tierra, de algo oculto. Creo que eso le da un valor añadido metafórico a la novela.