
Mítica protagonista de «Los cañones de Navarone» y «Zorba, el griego», entre otras, fue la intérprete helena con más proyección internacional
15 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Irene Papas, la prolífica actriz. Irene Papas, el rostro angelical. Irene Papas, la aguerrida activista. Irene Papas, los ojos tristes. Irene Papas, y mil cámaras embrujadas por su dulce presencia.
Decir adiós es siempre una ocasión amarga. Pero la longevidad consuela un poco. Aquella griega que enamoró a Europa ha muerto a los 96 años. Una carrera algo irregular, pero perlada de obras maestras. A partir de la década de los sesenta fue, sin duda, la actriz helena con más proyección internacional. Se dio a conocer al mundo con su papel de partisana en Los cañones de Navarone, epopeya bélica en la que compartió cartel con tres leyendas: Gregory Peck, David Niven y Anthony Quinn.
Con este último repetiría tres años después (y hasta siete veces) en la que, para muchos, es la mejor película de su carrera: Zorba, el griego, de Michael Cacoyannis. Es imposible describir este título haciéndole justicia, como sucede con todas las cosas bellas de este mundo. Irene, siempre callada, siempre al borde de las lágrimas. Con formas discretas y presencia rotunda, Papas cinceló en los contornos de aquel personaje un estampado de sensibilidad frágil y transparente como el cristal. Una viuda que estaba sola en un mundo donde ser viuda y estar sola era un terrible crimen. Su alma errante y herida iba a parar a los brazos de aquel Alan Bates, inseguro, cobarde y cansado. Demasiado cansado para protegerla.
Si Zorba era el griego, sin ninguna duda Irene era la griega. Y esto lo entendió Cacoyannis mejor que nadie. Contó con ella en películas posteriores como Las troyanas, donde le dio la réplica a Katharine Hepburn. Frecuentó también el cine político europeo, bajo las alas de los siempre polémicos Elio Petri (A cada uno lo suyo, 1967) y Costa-Gavras (Z, 1969). También en Italia fue parte fundamental del elenco de Angustia de silencio, obra maestra del genio del giallo Lucio Fulci.
La filmografía de Papas está llena de episodios curiosos. Por ejemplo, cuando aterrizó en España para hacer la adaptación de la lorquiana Yerma, con un guion escrito por Pilar Távora.
Otra de sus facetas, lejos de los focos, fue la política. Miembro, durante toda su vida, del Partido Comunista de Grecia, siempre estuvo hondamente preocupada por la suerte de su azotado país mediterráneo. Tuvo que exiliarse durante la dictadura de la Junta Militar. Pero hubo final feliz. Una vez caído el régimen, volvió a casa y fue recibida con honores y agasajos.
Estuvo a punto de aparecer en la última película de David Lean, Nostromo. Pero la muerte del director acabó con aquel proyecto. Habría sido digno de ver. Lo que ahora no es más que una anécdota, en otro mundo pudo haber sido la película más espectacular que se hizo nunca.
Descubierta por Elia Kazan y admirada por Fellini. Amante de Marlon Brando. En una ocasión dijo: «Nunca he ganado un Óscar. Pero el Óscar tampoco me ha ganado a mí». Pasarán los años y habrá otras actrices griegas. Pero Irene Papas, solo una.